La trilogía del Baztán

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El guardián invisible

Todos los bosques son poderosos, algunos son temibles por profundos, por misteriosos, otros por oscuros y siniestros.

Ese mismo río ahora era testigo de un nuevo horror, un horror que nada tenía que ver con las fuerzas de la naturaleza, sino con la más absoluta depravación humana, que tornaba a los hombres en bestias, depredadores que se confundían entre los justos para acercarse, para cometer el acto más execrable, dando rienda suelta a la codicia, la ira, la soberbia y el apetito insaciable de la gula más inmunda.

La arquitectura de un pueblo o ciudad establece un patrón tan claro de las vivencias y preferencias de sus pobladores como las costumbres de un hombre establecen los rasgos de un perfil de comportamiento.

Las cartas son una puerta, y como una puerta no debes abrirla porque sí, ni dejarla abierta después. Una puerta, las puertas no hacen daño, pero lo que puede entrar a través de ellas sí.

En ocasiones el rechazo no está en quien recibe sino en quien se siente ajeno.

Hay ocasiones en que el dolor es tan grande y está tan enquistado que uno desea y cree que se quedará así para siempre, escondido y callado, sin querer afrontar el hecho de que los dolores que no han sido llorados y expiados en su momento regresan una y otra vez a nuestras vidas como restos de un naufragio, van llegando a la playa de nuestra realidad de ara recordarnos que hay toda una flota fantasma hundida bajo las aguas que jamás nos olvida y que irá regresando poco a poco para esclavizarnos de por vida.


La trilogía del Baztán, de Dolores Redondo.

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