¿Fue un sueño?

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La luna brillaba en el cielo oscuro, iluminando la gran montaña Solitaria. Yo caminaba cada vez más rápido. Tenía que apresurarme si quería ayudar a la Ciudad del Lago, pero mi pierna no ayudaba en absolutamente nada, cada vez me dolía más, y podía sentir como chorros de sangre se escurrían en mi pierna. Definitivamente me estaba muriendo.

El fuego se alzaba cada vez más cerca, los hombres corrían entre las llamas, desesperados sin saber que hacer. -¡Ayuda!-grito una mujer fuera de su casa en llamas. Corro hacia ella.-¿Qué pasa señora?-pregunto.-¡Mi hijo! ¡Ayuda! ¡Mi hijo está ahí!-me grita, mientras me toma de la ropa, desesperada. Yo me suelto de ella y entro a la casa en llamas. Los gritos del niño se escuchan, por lo que me es fácil encontrarlo. El dolor de mi pierna empeora, pero hago caso omiso, cargo al niño y lo saco de ahí.-¡Hijo!-grita la mujer emocionada al vernos salir de la casa. El niño abraza a su madre.- ¡Gracias!-Sí...-digo con voz cortada. He echo mucho esfuerzo. Camino hacia otro de los puentes, pero no soporto más, y en un intento de cerrar los ojos, me desmayo del dolor.Pov. Legolas.¿Dónde estás Aleissa? Llevo horas buscándote. En el momento en que vi a la ciudad en llamas, me aterroricé y dejé de perseguir al orco, para regresar a salvar a Aleissa, pero no la he encontrado. De repente veo a un par de enanos reconocidos. Salto desde mi lugar para llegar hacia ellos e interrumpir su destino. Los enanos me reconocen en el momento que me ven.-¿Pero qué...?-Dice uno de ellos, con barba rubia.- ¡Quítate de nuestro camino elfo!-¿Dónde está Aleissa?-pregunto. Los dos me miran sorprendidos.-¿Aleissa?-pregunta Kíli.- Dijo que estaría iría con su pareja, un tal Legolas.Mis preocupaciones aumentaron. Si me buscaba ¿Dónde está ahora?-Mi nombre es Legolas Hoja verde. Y Aleissa no estuvo conmigo en ningún momento.-les digo. Inmediatamente los dos se miraron con preocupación.-¡Tenemos que buscarla!-Dice el enano rubio.- Aleissa estaba herida cuando se fue...-¿Qué?-pregunto confundido.-¿Herida?-Ella me curo, transfiriendo mi herida a su cuerpo...-explica el enano moreno. Eso no me ayuda, solo me pone más nervioso.-¿No tienen ni idea de a dónde pudo haber ido?-Pregunto desesperado. Los enanos me iban a responder pero una llamarada de Smaug nos obligó a agacharnos. En ese momento pude ver a una silueta reconocida. Caminando con dificultad. ¡Era Aleissa! Pero en segundos, ella se desvaneció en el piso.-¡Aleissa!-grité. Los enanos miraron en la dirección que yo corrí, siguiéndome por detrás. Aleissa yacía en el piso, más pálida de lo normal. Sentía mi corazón latir a mil por hora. Ella se estaba muriendo. ¿Por qué está tan débil? Normalmente los elfos tenemos demasiada energía, pero a ella se le ha agotado, y ahora muere. Abrazo a Aleissa y miro a los enanos.-¿Qué fue exactamente lo que te hizo Aleissa?-le pregunto al enano con cabello color castaño. El se pone nervioso.-Hizo alguna transferencia de energía...-dice el enano.- o eso sentí...Eso lo explica. Yo necesito darle un poco de mi energía para que no muera. No por ahora. Me inclino hacia ella y tomo su herida con mi mano, comienzo a transferirle energía.


"Muy lento..." me digo a mi mismo, necesito apresurarme, entonces lo hice... me incliné sobre Aleissa y junté mis labios con los suyos, a través de esa conexión la energía se transfería con más rapidez. Los labios de Aleissa eran como me los imaginé alguna vez antes de dormir, dulces y suaves, aunque un poco fríos por su estado.

Siempre pensé que algún día besaría a Aleissa, pero no en estas circunstancias, y lo haría con su permiso; si se entera, tal vez y me torture o algo parecido.Me separo al entregarle la suficiente energía como para que sobreviva, y observo a los enanos con los ojos abiertos como platos. -Ni una sola palabra.-comento. Cargo a Aleissa entre mis brazos y me subo a un bote, para alejarnos de esta ciudad.Pov. Aleissa.Me encontraba frente a mi espejo, en mi habitación de Rivendell, cepillaba mi cabello de vez en cuando, aún cuando lo recogía completamente. El ambiente era agradable, con una sensación a hogar, en ese momento, levanto la mirada hacia el espejo para ver a Legolas detrás mío.Me giro a verlo.-¿Qué haces aquí?-pregunto. Legolas no me responde, solo se inclina y me roba un beso, uno cálido y suave que dura muy poco.En el momento que él se separó, comencé a escuchar gente gritar, gente reclamar algo que perdió. ¿Qué está pasando?Abro los ojos. La luz del sol al principio me encandila, por lo que parpadeo un par de veces para acomodar mi vista. Me siento en mi lugar. Estoy acostada sobre una camilla, en medio del pasto.
La gente mojada, camina de un lado a otro, llorando, pidiendo cobijas. Intento levantarme pero me siento al sentir mi pierna adolorida. Claro que ya no sangra como antes. ¿Cómo pasó esto?Vuelvo a intentarlo, pero esta vez quedo parada.-Aleissa.-dice una voz a mis espaldas. Giro para encontrarme a Legolas soltando un suspiro de alivio. ¡Legolas! Nunca me había sentido tan enamorada en mi vida, él, parado a unos metros de mi, tan guapo. No puedo evitarlo, y aunque me duela la pierna, no sé como lo hago pero salto hacia él para abrazarlo. -¡Legolas! Estas vivo...-digo emocionada. Que alivio saber que está bien, sin que el me vea me sonrojo al pensar que en mis sueños él me besó.. Legolas me rodea la cintura con sus brazos y me estrecha a él, luego coloca su nariz en mi cuello, y comienza a respirar mi aroma. Yo lo miro sorprendida, pero no digo nada.-Me preocupé mucho...-comienza Legolas.- ¿En qué pensabas al salvar a ese enano, arriesgando tu vida?Ahí vienen los regaños.-Yo...-trago saliva.- No sé.-Exacto...-dice Legolas, se aleja para mirarme y me estrecha aún más hacia él, como si quisiera castigarme. Puedo sentir su cuerpo tenso.- No lo sabes... Y eso no me sorprende, porque siempre fuiste una chica testaruda.Abro la boca ofendida. -¡Lo lamento! Pero... es mi vida, y yo hago con ella lo que quiera.-comento enojada mientras coloco mis manos en su pecho para alejarme, pero el no me deja, sino que me aprisiona más.-¡No! No te vas a salvar de esta, Aleissa...¡Ahora me vas a escuchar!-Legolas por primera vez, se veía realmente enojado conmigo. Razón por la que dejé de forcejear.- Te acepté que coquetearas con el consejero de mi padre, te acepté que ayudaras a los enanos a escapar, te acepté que te desnudaras frente a un grupo de enanos, orcos, y elfos....-Yo me sonrojo.- Te acepté que te escaparas del bosque para venir a ayudar.... pero si hay algo que no te voy a aceptar, es que vuelvas a poner tu vida en riesgo. Por que eso ya no es valentía, Aleissa. ¡Eso ya es obsesión de hacer cosas estúpidas.!¡Wow! Nunca en mi vida me había sentido tan mal. Ni siquiera mi padre me había hablado así. Yo frunzo el ceño. Enojada, porque tiene razón.-Yo solo quería ayudar.-comento en un susurro.-¡No arriesgando tu vida!-me grita. Agacho la cabeza como respuesta a su grito.Y me alegro de que no se haya enterado lo de el dragón.-Lo lamento...-susurro. Legolas suspira y afloja su agarre.-Que no vuelva a suceder...-me dice.- No sé que haría si algo te pasara.Mi mirada inmediatamente se posó en la suya, ante esas palabras. ¿Qué quiso decir con eso?-¡Hey!-dice una voz. Bardo se acercaba hacia nosotros.- Vamos hacia la Montaña en busca de refugio. ¿Nos acompañan?-pregunta.-Muchas razas se enterarán de que el dragón ha muerto.-Dice Legolas.- Ellas conocen el tesoro que tiene esa Montaña.Bardo hace una mueca de disgusto.-Ese tesoro está maldito, solo quiero que paguen lo necesario para nuestro pueblo.-Dice Bardo y se aleja. Yo suelto un suspiro.-¿Vamos?-pregunto. Legolas niega.-Tu no vas....-me dice.¿Qué?-Legolas, admití que fue un error poner mi vida en riesgo, pero no puedes evitar que haga lo que quiera.-le comento. Legolas me mira mal. Y pensar que hace unos minutos me besaba en un sueño. Prefiero al Legolas del sueño, el de la vida real nunca se atrevería a besarme sin mi permiso.-Aleissa, se acerca una guerra... y tu no puedes estar aquí.-me dice. Pongo los ojos en blanco.-Legolas...-pido por favor. En ese momento, pude escuchar los pasos. Aunque fueran elfos, sus pasos no eran tan delicados como los de Legolas, los de ellos si los podía escuchar. Un ejército de elfos se acercaban a la montaña solitaria. Miro a Legolas, aunque falta mucho para que lleguen, sé que se acerca el ejército de su padre.-¿Legolas?-pregunto. Él me mira y suspira.-Vamos a la Montaña, y de ahí te regresarás a Rivendell...-me dice serio mientras comienza a caminar.Que humor el de este elfo, creí que estaría feliz de verme, pero en lugar de eso me regañó, como su fuera una niña. "Su niña" pienso yo, y no puedo evitar sonreír. Ojalá y te dieras cuenta que soy tuya Legolas.

Como una estrella inalcanzableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora