Capítulo 1

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Mackenzie debe aprender que no todo es blanco o negro


Algunos niños son colmados de amor, mimados y consentidos por sus padres. Llenados hasta el hartazgo de amor, siendo endulzados por palabras cálidas. Lo común en un niño que ha sido deseado. Pero ¿qué hay de los infantes indeseados?

Mackenzie, no era la excepción a esa regla. Desde el principio, de su concepción, cuando apenas sus padres se enteraron de su existencia. Maldijeron a los siete vientos, recibiendo sus primeros golpes, aun estando en el vientre materno. Pero a pesar de ello, logró resistir y ver la luz del día.

Su sola existencia no solo le desagrada a sus padres, sino también era considerada la piedra que estorbaba en el zapato de su abuela; echándole en cara, que era la culpable de todas las desgracias que padecía su hija. Mackenzie, tenía un problema, jamás olvidaba nada, siempre se repetían las cosas como disco rayado en su cabeza, una y otra vez. Algo bastante malo, para cualquier persona y era cierto, aquello no le permitía avanzar, siempre empezaba desde el punto de partida. Cuestionando ¿Cuál era el motivo de su existencia?

Las cicatrices no sanan fácilmente, es verdad, ella lo sabía. En reiteradas veces corto su piel con una navaja, esperando con ello poder hacer desaparecer aquel dolor interno, que crecía, que pensaba, que dolía mucho más que las heridas en su piel dañada. De nada servía infringirse daño a sí misma, jamás se iría. Martilleaba su cabeza durante las largas noches, preguntándole a gritos una y otra vez, la misma pregunta ¿Cuál era el motivo de su existencia? Es que en su anterior vida fue tan maldita, ¿que ahora estaba pagando en carne propia por todas sus maldades pasadas?

Se odiaba, se sentía extraña en su propio cuerpo, su propia apariencia le resultaba extraña, sus pensamientos y sentimientos eran un caos total. Nunca estaban de acuerdo con nada, llevándola a tener grandes dolores de cabeza.

Los niños no son tontos, solo son inocentes, ignorantes de lo desconocido, haciéndole burla de lo diferente. Cometiendo cada barrabasada, para luego excusarse con que lo hacían jugando. Ellos lo notaron, ella no era igual a los demás. Siempre tan ausente ante todo, siempre tan extraña, amando lo que para los demás no entraba en el cuadro de lo normal.

Los docentes suelen pedir tareas extrañas; "dibújate como te ves en un futuro". Pero qué tontería más grande, como le vas a pedir eso a un preescolar. Cuando a esa edad en lo único que piensan es en comer, dormir y jugar. Pero lo dije; desde un principio. Mackenzie, no es igual a ellos. El maltrato y falta de atención a tan corta edad, la obligó a independizarse por si sola y darse cuenta que nadie haría nada por ella.

Aquel trabajo, aunque simple, le llenó de emoción, porque ante todo, ella es una niña, con sueños y esperanzas, amante de dejar escapar su creatividad en las hojas blancas de su libro. Plasmó en la hoja, repleta de colores, una joven con ropas oscuras, pantalones y un montón de libros a su detrás. Teniendo en mente, que la ropa de esos colores es más cómoda, al no ensuciarse con facilidad y verse bien con todo. Dibujo libros, debió a su gran fascinación por ellos. Sus únicos amigos que la hacían abrir su mente y volar, imaginando como todo un guerrero en armadura plateada, blandiendo su espada y haciendo frente a cualquier enemigo, aventurandose a grandes aventuras interminables. Fantaseando con una madre tan amorosa como lo es la mamá de Hans mi pequeño erizo. Siendo arrullada por sus brazos, quedándose dormida por sus nanas, recibiendo castos besos en su coronilla, palabras de aliento. Puck, se escuchaba su burbuja romperse, cuando llegaba al final del libro.

Pero por lo visto, a pesar de todo, de crecer que su dibujo era el mejor de la clase. Alguien más, tenía otra opinión al respecto; señalando como "demasiado feo y tonto"

No me dejes irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora