Donde Yuuri Katsuki, un empleado que vive su vida con normalidad, olvida la poca suerte que tiene con Cupido en ❝Creamy & Delicious❞, la pastelería de su amiga Mila Nikiforov.
Y donde Viktor Nikiforov huye de su país natal hacia Estados Unidos en bu...
Yuuri había perdido la noción del tiempo, pero sí estaba casi seguro de que no podía apartar la mirada del hombre frente a él, aunque quisiera, y la única manera de lograrlo era pensar en la vergüenza que debía estar pasando quedándose como un bobo al mirarlo.
—¡Lo siento, Yuri!
Abrió y cerró los ojos varias veces antes de mirar a Otabek.
—No te preocupes... Estoy bien —Le mostró una sonrisa al niño.
Otabek, aun así, pareció no creerle del todo. Sus ojos se pusieron brillantes, como si fuera a llorar, y desvió la mirada hacia la mesa. Yuuri lo conocía: estaba molesto consigo mismo.
Los pasteles yacían en la mesa. Ahí se dio cuenta de que había tenido su mini viaje astral un rato considerable.
—Muchas gracias— respondió Yuuri, gritando internamente porque, para su sorpresa, su voz no tembló.
—Un placer.
Dios, esa voz era tan bonita que sólo con escucharla, creía que podría derretirse.
En el mismo instante en que se sonrojó, el hombre le sonrió más amplio, y tomó el plato con el pastel de Otabek para dejarlo frente al niño.
—Aquí tienes, pequeño.
Otabek asintió, mas no dijo nada. Posiblemente se trataba de un agradecimiento silencioso.
Yuuri aprovechó la distracción del hombre en el niño para mirarlo mejor: claramente era más alto que él, de piel blanca, pero más pálida que la que conocía. Sin embargo, le resultó muy linda. De ojos azules y sonrisa encantadora. Y ese cabello...
Como un príncipe, sí, tal cual.
—¡Yuri! ¡Espera!
El omega escuchó a Mila gritando detrás de él, y casi podía jurar que lo estaba llamando. Cuando quiso girarse para verla, la pelirroja ya estaba a su lado, respirando agitada.
—¿Qué ocurre, Mila?
—¡Yuratchka! —exclamó algo molesto el de ojo azules, mirando al niño que le alzaba los brazos, pidiéndole que lo cargara.
—Se nota a leguas que me odia. Soy una pésima tía.
Yuuri miró a Mila con los ojos bien abiertos al escuchar esa palabra. Si ese niño era su sobrino, y el sujeto de cabellos plateados probablemente era su padre..., entonces significaba que...
—No lo eres. Sólo se le dificulta un poco socializar, pero va a portarse mejor, ¿verdad?
El cachorro rubio negó orgulloso y se aferró con fuerza al cuello del más alto.
—Oh, sí. Yuuri, él es mi hermano Viktor Nikiforov —Mila señaló al ojiazul con una sonrisa—, y su hijo Yuratchka. Viktor, Yuuri Katsuki, cliente que conozco desde hace un tiempo.
—Ah, es un placer, Yuuri.
Viktor estiró una de sus manos para saludar al de ojos oscuros, sonriéndole de la misma forma que la primera vez. El omega aceptó el saludo y ahí sí, su mano tembló un poco por el contacto.
—Igualmente...
—También te llamas Yuuri, ¿eh? Eso creará un conflicto con este tigre.
—En realidad, el nombre del niño es Yuratchka —contestó Mila, sonriendo en esa dirección—. Pero le abreviaban el nombre a Yuri.
—Entiendo... Es muy lindo.
Yuratchka miró al omega con sus cejas fruncidas: —No soy lindo —dijo, queriendo sonar amenazante... Pero ¿cómo esa cosita iba a darle miedo a alguien?
—¿Y tú eres? —preguntó Viktor, refiriéndose a Otabek.
El kazajo observó a Yuuri en busca de ayuda, inseguro, por lo que el japonés tomó su mano y asintió para indicarle que no tuviera miedo.
—Es hermano de Mila, Otabek, no hay problema.
—Me llamo... Otabek. Otabek Altin.
—Qué lindo nombre. Soy Viktor, y es un placer conocerte.
La atención de Otabek se desvió rápido hacia el hijo de Viktor. Seguro quería presentarse voluntariamente, pero estaba dudoso por la previa actitud del otro.
—Salúdalo, Yuri —Pidió Mila a su sobrino.
Yuratchka alzó su cabeza unos centímetros para poder mirar al otro cachorro, y no pudo mantener firme su semblante huraño: abrazó a su padre y simplemente se quedó ahí, en silencio.
—Lo siento —habló Viktor—. Le cuesta hablar con las personas.
—Bueno, tengo que irme a seguir atendiendo a la clientela —Mila suspiró, señalando con su cabeza los nuevos clientes que iban llegando a la pastelería—. No tardes. Te necesito demasiado hoy —Advirtió a su hermano.
—Tranquila. Estaré ahí en un segundo.
Los ojos zafiro se posaron sobre Yuuri, quien de inmediato se tensó: no era de su agrado cuando la gente lo miraba así de pronto o cuando lo observaban por tanto tiempo. Y estaba de más decir que a lado de Viktor, se sentía minúsculo.
—Espero que tengas un buen día, Yuuri.
Muy bien, si en ese planeta existía alguien amable y atrayente al mismo tiempo, tenía que ser Viktor Nikiforov.
—Lo mismo para ti, Viktor...
El ambiente en la mesa se llenó de un aroma maduro, pero igualmente hipnotizante, provocando que el nipón, por inercia, liberara algunas feromonas al gustarle las otras.
Pudo confirmar que el aroma desconocido le pertenecía a Viktor, porque éste mismo reaccionó ante el aroma del menor.
Viktor era un alfa, disfrutando las feromonas de un omega..., y viceversa.
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