Capítulo 7.

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"Oh, rayos." Pensó Nick. Aquella escena lo había dejado muy sorprendido y confundido también. "Jill, acusando a Max del ataque. ¿Será cierto?"

― ¡Oh, Dulces galletas con queso! ―exclamó la voz que el zorro tanto conocía.

Reparando nuevamente en lo que iba a hacer. Traspasó el portal de la habitación y detrás de aquella cortina azul verdoso se encontraba la coneja que tanto había ansiado ver desde que sucedió el ataque. Se encontraba sentada, con una libreta en la pata y con un lápiz en la otra, pensando en las pistas y huellas que había dejado aquel ataque tan descarado. Pero su posición pensante cambió cuando vió al zorro de ojos esmeralda rodear la cortina azul verdoso.

― ¡Nick! ―exclamó ella alegre―. Estoy tan agradecida de verte. ―alzó su libreta―. Solo estaba escribiendo unos cuantos detalles del ataque. Me pregunto si Tommy o Copenzo del departamento Violento quisieran trabajar conmigo. Talvez pronto o tarde. ―miró burlona al zorro―. ¿No es patético? ―dijo―. Atacada de esa manera... Pero les enseñaré. Solo hay que esperar. ―empezó a tomar con más fuerza el lápiz―. Les enseñaré a esos... esos... ―y lo rompió. Nick tomó esa pata y la tranquilizo.

Estaba muy preocupado y cuando por fin podía ver a aquella loca e irritante coneja a la que amaba, no iba a dejar que siguiera pensando en aquello. "Yo soy el culpable aquí." Pensó. Soltó la pata y con tranquilidad pero tristeza dijo.

―Estuve tan preocupado, Judy... Yo... ―hizo una pausa―. Si tan solo pudiera cambiar de lugar contigo. ―acarició una de sus mejillas con gran suavidad. Ahora la coneja también estaba entristecida. No se había dado cuenta de cuanto había pasado y, en vez de pensar en su zorro, solo pensaba en el caso.

― ¡No digas eso! ―reprochó con voz casi rota―. No... ―ambos se abrazaron.

Un contacto más fuerte que un beso. Se habían abrazado con fuerza después de que estuvieran tanto tiempo separados. O, al menos, así lo sintieron ellos. Pues no puedes vivir sin tu otra mitad por mucho tiempo.

―Lo siento... ―se disculpó la coneja―. Te hice preocupar tanto... Nick... ―sus frentes ahora estaban unidas.

― ¿Por qué te estas disculpando? Tú, torpe y hermosa coneja. ―ahora sus rostros estaban frente a frente.

Y lo acortaron en un beso que tanto habían esperado. Uno que hubiera sido duradero si un guepardo regordete y gracioso no hubiera pegado un gritito de fan. En la cortina se encontraban varios de los compañeros de trabajo de Judy y Nick, entre ellos, Garraza que seguía lanzando grititos de felicidad mientras sostenía un ramo de rosas que tenía pensado dárselos a Judy. La pareja se separó de inmediato avergonzados. Nick, "tosiendo" y Judy pasándose las patas por las orejas con nerviosismo.

― ¡Jajá! ―rió uno de los compañeros, un tigre alto y joven con uno de los ojos atravesados por una cicatriz, al igual que Max―. ¿Por qué estas gritando Benito? ―le preguntó.

Ben alzó los brazos gritando un "¡Lo sabía!" de alegría, pero al hacer esto, el ramo se le cayó, haciendo que otro de los compañeros, un lobo, tratase de recogerlo en su caída. Otro, un león de gran cabellera, sonreía a la pareja de manera divertida.

― ¡Judy, Nicholas! ―exclamó este―. Es bueno verlos. Se ven fabulosos. ―los cinco animales, más grandes que ellos, se acercaron a la cama rodeándolos y casi, dejándolos sin espacio para moverse.

―Tu también, niño. ―respondió Nick con una sonrisa nerviosa.

― ¿Lo ven? Justo como dijo Bogo. ―comentó el rinoceronte mientras el lobo le entregaba las rosas a Judy.

Inter-Especie (Inter-Schminter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora