Hay golpes en la vida que incluso son más grandes que tus propios miedos, destruyen por completo tu corazón y se adueñan de todos tus sentidos, pero por segundos de tu vida te vuelven la persona más feliz en el universo o incluso la más miserable.
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Aunque mis ojos observan lo que tengo al frente mí, soy incapaz de poder creer lo que veo.
Sus ojos azules, no solo se veían muertos, sino que también reflejaban lo que alguna vez yo refleje; Dolor.
— ¿Qué carajos crees que haces?— dije, tratando de sonar lo más calmada posible.
Se veía terrible, sentado en el suelo de un inmundo bar mientras nuestro mundo se cae en pedazos. El estaba aquí, como si ya nada le importara.
—Lo mismo que tú hacías, ¿no crees?—contesto, arrastrando cada una de sus palabras. El se levanto lentamente sosteniéndose de la mugrosa pared.
—Es más, creo que debí haberlo hecho hace mucho tiempo, ahora vete la rubia de atrás me espera.— escucharlo pronunciar esas palabras fue una de las cosas mas dolorosa, esos labios que una vez no se podían apartarse mi ahora me causaban repulsión.
—¡Deja de compórtate como un maldito cretino!—exclame furiosa al ver como una pequeña sonrisa coqueta se formaban en sus labios.
Antes que se dé la vuelta agarre su brazo, y me acerque a su cuerpo, tome su rostro mientras buscaba desesperadamente sus ojos.
—Luke, mírame por favor—susurré mientras acariciaba su mejilla.
Acerque mis labios lentamente a los suyos, dejando un cálido beso en la comisura de sus labios. De pronto el tomo con enojo mi cara y murmuro:
—Deja de ser una zorra Amy.
— ¡Que te jodas Luke!—Le grite sin saber que más decirle. Aquel chico que tenía afrente no era el del que me enamore perdidamente, este era un completo extraño para mí.
— Cariño eso ya lo hiciste tú, ya me jodiste. —oírlo decir eso, hizo que mi poca fuerza de voluntad al resistir las lágrimas quiebren por completo.
No solo porque eso mi hirió, sino también porque de una forma era cierto, jodidamente cierto.
