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♥ 6 ♥

Unas manos heladas cubrieron sus ojos por detrás y se humedecieron un tanto por las lágrimas que aún florecían. Sin ánimo de bromas, sea quien fuese, Min las tomó con algo de rudeza y las tiró hacia los lados. Tampoco hizo un esfuerzo en mirar hacia atrás, hasta cuando una particular voz rompió el silencio sutilmente.

—Que malo Yoonie~

Oh tú

¿Por qué tú?

Esas mismas manos ocuparon sus hombros, provocando escalofríos. Aunque ahora, las energías para sacudirse a Jimin de encima, eran mínimas. Nuevamente se rindió. Pero esta vez, se rindió al contacto, al consuelo que sabía que necesitaba, y que hasta ese mismo momento, se negaba a aceptar.

En su interior, no tan profundo, estaba feliz de que estuviera ahí.

El ligero peso en sus hombros se retiró por un momento, su respiración se detuvo un segundo y se incorporó de golpe.

—¡No te vayas!

Pero no

No se había ido

Ahí estaba, frente a él, balanceando los brazos de un lado a otro, rozando sus piernas ligeramente con las suyas; Terriblemente despeinado y temblando gracias a la brisa fría. Tenía los ojos conectados en los él, con una expresión seria, pero sincera, que parecía desprender fuego y chispas.

Con cierta timidez, tomó sus manos poco a poco, sintiendo algo del calor que mutuamente podían transmitirse. Yoongi lo atrajo hacia él, y apoyó su cabeza con dulzura en el abdomen del más joven, aún de pie.

Jimin sintió un montón de mariposas volar desesperadas en su estómago, las piernas ya no le temblaban solamente de frío, y ahora su corazón estaba revolucionado. Tomó los cabellos de Yoon con suavidad, enredó sus dedos en ellos, y acarició a un ritmo suave, mientras sentía sollozar al azabache.

—Tranquilo, por favor, ¿si Yoon?—Jimin tomó sus mejillas y le obligó a encararlo. Se veía indefenso, roto, además desprendía algo de rabia. Rabia porque aún no estaba abrazándolo, porque sabía que lo que necesitaba.

Con mano firme, tomó a Jimin de la cintura y le obligó a ponerse a horcajadas encima de sus muslos. Lo abrazó, lo abrazó con fuerza y anhelo, hasta combinar los desbocados latidos del uno con el otro, lo abrazó para que no pudiera ver su rostro, pero sí sentir su alma.

Al despegarse de su hombro, retiró las manos de alrededor de la cintura y las subió hasta su cuello. Jimin sonrió; con los ojos tan llorosos que se nublaba su vista y no podía ver nada. Así que simplemente los cerró. Los cerró acompañado de lágrimas y unos labios ajenos que, al mismo tiempo los sentía parte de su anatomía.

El salado sabor de la tristeza se colaba por sus bocas, y se mezclaba con sus lenguas a medida que se susurraban palabras de amor, capaces de ser percibidas únicamente por el tacto húmedo de los labios del otro.

¿Eras tú? ¿Faltabas tú?

Por otro lado

¿Podré hacerte feliz?

B L I N K