Capítulo 6 - "Candem Town"

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Jadeando, intentó abrirse paso entre la multitud. Tanta gente junta le daba calor. Ese día había incluso más personas que el día en que fue a hacerse el tatuaje. Dinah casi lamentaba haberse puesto el abrigo rojo, pero es que cuando había salido de casa había una temperatura bajísima. A veces los inviernos de Londres daban asco, sin embargo no lamentaba nada el haberse mudado allí. Pero no debía pensar en eso, ese día había decidido averiguar que sentía en realidad al ver esos ojazos oscuros y al escuchar esa risa terriblemente musical. Abriéndose camino entre codazos, consiguió llegar a una estatua en mitad de la calle y se subió para ver por encima de todas las cabezas.

— ¿Qué haces ahí, Indiana?

Dinah bajó la vista y la vio. Ahí, llegándole a la altura de la cintura y con una ceja levantada, estaba ella. Normani. Puso su sonrisa más grande sin poder evitarlo.

— Ya me dirás tu cómo me hubieras encontrado si no llego a subirme aquí.

— Anda, ven, que te ayudo a bajar – le dijo alargando la mano.

La chica la agarró, dispuesta a saltar, pero perdió pie y se precipitó más de lo debido. Antes de darse cuenta, estaba bien sujeta a centímetros por encima del suelo entre los brazos de Normani. La agarraba fuertemente por la cintura, haciendo que casi no quedara espacio entre ellas. Cuando Dinah la encaró, se quedó embobada con su mirada. Se puso colorada, mientras fue haciéndose consciente de que ella también le abrazaba por los hombros. Ahí si que podría hacerle besado.

— Y ahora me dirás que ha sido sin querer – se burló la morena.

Dinah se separó corriendo y fingió que se sacudía el polvo del abrigo.

— Que no se te suba a la cabeza – le dijo a regañadientes.

Normani se rió y le indicó una tienda un segundo antes de dirigirse hacia allí. Dinah la siguió. Cuando llegaron, la morena se adentró en lo más hondo y la encontró en la sección de sombreros, probándose una enorme pamela de plumas del siglo XVIII. Normani le sonrió y le entregó a ella un sombrero de copa con una enrome rosa azul. Después volvió a desaparecer y cuando volvió traía más cosas entre las manos. Para ella, una boa de plumas rosa a juego con la pamela y para Dinah un monóculo de oro. Para entonces Dinah ya no podía reprimir las carcajadas. Sacó el móvil del bolsillo del abrigo y alargando el brazo, consiguió que las dos quedaran en el objetivo. Entonces una voz los sorprendió con sus disfraces.

— ¡Eh, vosotros!

— ¡Corre! – le dijo Normani, tirando el disfraz y agarrándola por la mano.

Dinah también se deshizo de sus cosas y casi siendo arrastrada por Normani, consiguieron dar esquinazo al vendedor en un callejón cercano. Allí no había casi gente. Solo dos pequeñas tiendas. Se pararon a fijarse en un estante para gafas de sol mientras jadeaban. Dinah tuvo que apoyarse en sus propias rodillas, la carrera la había dejado exhausta. Alzó la vista y se encontró con que la morena la miraba, divertida.

— ¿Tenías pensado algo, o solo vamos a probarnos sombreros de hace dos siglos como gilipollas? – preguntó, volviendo a incorporarse. Normani se puso unas gafas en forma de corazón y sonrió. — Vale, solo vamos a hacer el gilipollas.

— Haer el gilipollas es bueno, te relaja – le dijo ella pasándole unas gafas de estrellitas con un bigote postizo incorporado.

— Como sois los franceses – dijo mientras se las probaba, y Normani se reía.

Dinah se dio una vuelta completa para observar todo el callejón con ese cristal rosa fucsia. No hacía ni quince minutos que estaba con ella y tenía la cabeza como un bombo. ¿Qué tenía que la hacía sentir tan bien? La miró y sonrió sin poder evitarlo. Se estaba mirando en un espejito del escaparate mientras se probaba unas gafas con nariz. Era genial, solo con ser ella. No necesitaba esforzarse. Pero entonces una pregunta tomó forma en su mente, algo que no se había cuestionado hasta ese momento. ¿A Normani le gustaría ella? Bueno se lo pasaban bien juntas, eso era mutuo. Pero a lo mejor la veía solo como a una amiga. Ahora que lo pensaba había tenido numerosas ocasiones de basarla y nunca había hecho nada. Aunque a ella le pasaba lo mismo.

No te asustes pero, creo que te quiero. » Norminah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora