Capítulo 5. Diferencias

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—Pa...

—Mmm...

—Pa...

—Mmm...

—¡PA! —gritó exasperada. Severus soltó un estruendoso ronquido y Maddie rodó los ojos.

—Ay, no puede ser —bufó.

Miró a todos lados buscando algo con que golpearlo hasta que vio una almohada roja a lo lejos. Sonrió perversamente y miró a Severus.

—Bueeeeeno esto tiene que servir... —murmuró.

Tomó el cojín con sus pequeñas manos y se apresuró a subirse al sofá en el que su padre estaba durmiendo. A como pudo se trepó sobre él y sonrió.

—Bien. Te voy a dar una última oportunidad... —susurró. Él no se movió—. ¡Paa! ¡Despierta! —vociferó.

No hubo ningún indicio de que Severus hubiera despertado, y Maddie estaba perdiendo la paciencia.

—Bueno, no tengo otra opción... —apretó el cojín y miró a su padre—. Aquí voy...

Respiró profundamente. Miró a su padre. «¡Ahora!»

¡Pa! —le dio un golpe— despierta, —golpe— es, —golpe— importante. —Severus soltó un ronquido—. ¡PAAA! —gritó estrellando la almohada contra su cara. Él dio un salto y por fin reaccionó. Miró a Maddie con los ojos entreabiertos y con una expresión somnolienta.

—Se puede saber... —bostezó—, ¿qué estás haciendo aquí, Madelaine?

Una vez que logró abrir bien los ojos notó que la niña estaba acostada sobre él y lo miraba a los ojos. Soltó un suspiro.

—¿Ya? ¿Por fin despertaste, bello durmiente? —murmuró la niña observándolo con atención.

Severus miró sus ojos pardos... soltó otro suspiro.

—¿Qué haces aquí? —repitió—. Y no soy un bello durmiente —murmuró.

—Ah nooo —se burló Maddie—. Si no es porque insisto no te levantas...

—Prefiero el término «Principe Mestizo» —dijo. Maddie rodó los ojos.

—Bueno, bueno. La cuestión es que duermes mucho —replicó—. Pero bueno, papá, eso no es lo que importa —prosiguió. Su mirada se tornó severa—. Se puede saber... ¿por qué no estás durmiendo en tu cama?

Severus soltó un sonoro suspiro y lentamente se levantó del sofá. Se quitó la delgada cobija que tenía de encima y apartó a Maddie. La niña se cruzó de brazos.

—No estoy ahí por razones que simplemente no deberías saber. —murmuró. Maddie podía jurar que en su expresión habían rastro de decepción. Un destello de tristeza se atravesó en sus ojos y prefirió no decir nada—. ¿Por qué no vamos a desayunar? —continuó él tratando de dispersar el tema—, tú y yo solos... ¿qué dices? —preguntó.

Maddie por un momento se mantuvo en silencio y desvió sus ojos de su padre para ver la habitación. Soltó un suspiro al ver una foto de sus padres abrazados en el fondo. Asintió.

—Está bien papá... —dijo después de un rato, un poco consternada por no entender la situación—. Vamos.

.

Maddie y Severus iban caminando silenciosamente por el pasillo. Ninguno se había dignado a hablar desde que salieron de la oficina de Severus.

La niña observaba a su padre, quien caminaba a paso firme delante de ella. Era muy alto y su cabello negro y largo se movía al compás del viento. Soltó un suspiro y no pudo evitar sentirse orgullosa al saber que había heredado aquello de él. En aquel momento lo consideró un privilegio.

Severus y Minerva One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora