Negociar.

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Habían pasado bastantes horas, la noche estaba avanzada y el idiota de su compañero de cuarto aun no volvía.
Simon sabía perfectamente que mantenían ocupado a Baz por las noches, sabia los motivos de su ausencia y por esa misma razón se hallaba su espíritu inquieto.

Exasperado trato de usar un hechizo que lo ayudara a dormir pero termino rompiendo la lampara de noche de Baz.
Después de largas horas de vigilia el sueño finalmente empezó a acudir a el, pero justo antes de quedarse dormido la manija de la habitación se giro y Baz entro con pasos sigilosos procurando no hacer ruido.

Se dejo caer en la cama como un costal de huesos, pero algo andaba mal, Simon tenia un mal presentimiento y la sensación de que algo malo estaba pasando se apodero de su sistema nervioso.

Sus sospechas se confirmaron después de un rato cuando Baz empezó a soltar quejidos.

–Um... ¿Baz?

No obtuvo ninguna respuesta.
Pero un alarido desgarrador profirió de los labios de su compañero.

–¿Baz?

Después de otro instante sin obtener ningún signo de reconocimiento por parte de Baz, Simon se armo de valor y se acercó lentamente a el.

Cuando lo giro para entender de una vez por todas que estaba ocurriendo su corazón se acelero, un escalofrío recorrió su columna vertebral, e instintivamente dio un paso atrás.

Eran largos, mas finos de lo que esperaba y de un blanco lechoso.

Colmillos.
Colmillos de vampiro.

El lo sabía pero de alguna forma verlos de verdad le había causado una profunda conmoción y ahora estaba pensando desesperadamente que hacer.

“Decirle al mago”

Podría hacerlo, al fin exponer al malvado de su compañero, entonces le quitarían su varita, lo expulsarían para  siempre y el tendría un nuevo compañero. Alguien normal que no le hiciera la vida imposible. Sin peleas ni dramas, sin esos crueles chistes y ese sedoso cabello negro que...

Quería salir he ir con el mago, de verdad quería hacerlo pero sus pies se movían hacia la dirección contraria.

De alguna forma acabo frente  la cama de Baz.

Tomo un poco de agua del baño que compartían y la dejó caer en el rostro de su horrible enemigo.

Los ojos de Baz se aclararon entonces y pareció estar consciente otra vez.

Lo miro fijamente y Simon sintió que algo se conmovía dentro de el cuando noto que la mirada de Baz era de puro dolor, de un sufrimiento desgarrador y una desesperación latente que parecería devorarlo en cualquier momento.

–Baz –murmuro Simon suavemente– ¿Que te ocurre?

–Las ratas... Ya no hay... Llevo tres días sin...

Las palabras quedaron flotando en el aire.

–¿La tomabas de las ratas?

–De donde si no.

–¿Y ya no hay?

Baz pronuncio cada palabra con dificultad.

–Eso es lo que acabo de decir grandisimo tonto. ¿Acaso no oyes?

–Te ves realmente mal.

–Gracias. Tu luces como un encanto.

Por alguna razón aunque Baz solo estaba siendo pesado eso puso terriblemente nervioso a Simon.

Nieve en tus pestañas - Os SnowbazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora