Seguimos en el bar. Ellos miran fotos divertidas y yo miro a través de mi alma. Busco el momento en que todo se derrumbó. No es como si antes me hubiera importado que ningún beso me robe el aliento. Quizás es porque tú aún no me has besado. Años. Eso es lo que ha pasado mientras hemos jugado al juego peligroso de amar y ser amados. Pero fue cuando el amor aún eran noches de insomnio dedicadas a decirte una vez más que me muero por tenerte a mi lado. Cuando el sentir era más que suficiente. Para ti ya no es eso. Y me quejo yo, que gasto cada minuto de mi día en desear que me toques otra vez. Que te digo entre silencios de miradas que nunca dejarán de hablar, que necesito más que palabras, pero que palabras también me valen. Lo que no me vale es quien ahora mismo me está buscando para hacer de su noche algo más entretenido que hablar o leer o escribir la mierda que no sé manejar. Y es que no, tener sexo por un rato no se me hace más entretenido aunque sí menos doloroso. Tal vez acepte en un rato. El tiempo no borra una mierda y las personas no entierran recuerdos. El cigarro solo se consume cuando alguien lo quema. Enciéndeme de una puta vez y toma lo que quieras. Pero no dejes nada, tengo miedo de que vuelva y me destruya. Llena tus pulmones del amor que aún me queda aunque es triste que lo que me queden sean momentos que no han acabado incluso dudo que empezaran. Esta mierda que tenemos ni comienza ni termina, solo esta aquí, siempre. Hablo de lo que pudo ser y lo que no ha sido. Pienso en lo que dijiste y en lo que hiciste luego. Escribo nuestra historia porque te aseguro, es hora de terminarla.