No quiero encajar en cualquier lado. Tampoco es como si supiera qué es encajar. Nunca lo he hecho. ¿Diecisiete primaveras no han sido suficiente para encontrar mi puzzle? Ni siquiera encajaba contigo, era solo un experimento de sal, tequila y limón. Y tampoco fuiste el mejor tequila que he probado. Podría decir incluso que sabías a barato, a idilio de garrafón. Pero nunca un tequila me emborrachó tanto. ¿Cómo se supone que puedo volver a emborracharme de amor? ¿Cómo pretendo encontrar ese tequila si me niego a tomar más tragos? Rondas van y vienen entre mis amigos, calados hasta las trancas de amor y de alcohol que crea nuevos corazones. Y a mí todavía me quema la garganta del último sorbo que me diste a probar. Me limito a lamer la sal de mi mano, la que tú siempre cogías y a morder el limón aunque no sea tan amargo como tus palabras. Y en el chute del tequila que no he tomado me doy cuenta de todo. Nunca encajaré contigo ni tú conmigo. Nunca encajaré con nadie ni en ningún sitio. Solo encajaré con la poesía y por eso estás tú aquí. Eres mi algo a que aferrarme y cuando no seas tú, será otro tequila u otros labios. Te necesito para nada. Siempre y cuando mis versos sean nada en este papel para escribir sobre sentimientos que un día vimos morir. No hay poesía sin corazones rotos. Si el mío no está roto que alguien me diga qué son estas grietas. Profundas como amantes en sus últimas noches, en ellas puedo enterrar cada uno de mis sueños. Mañana tal vez sí tome tequila y quizás saque a pasear mis inseguridades, por ver quien compra los destrozos de un desastre. Nadie compra un puzzle que no dibuja nada. Nadie quiere una pieza que no completa ningún puzzle. Nadie lee una poesía escupida de versos y rencores. Porque nada es lo que tengo y nadie es quien yo soy.