II.II

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Después de vestirme, salí de la habitación, recorrí el pasillo y al llegar al borde de las escaleras, pude ver sentados en la mesa de la cocina a Ian que se encontraba cortando una tostada y a Lindsey que intentaba arreglar la vieja radio que teniamos en el trastero. Me dispuse a bajar pero las palabras de Lindey hicieron que me detuviera.

-¿Te has enterado de lo que ha pasado? -preguntó Lindsey.

-¿Dónde? -preguntó Ian.

-Aquí en el pueblo -contestó ella.

-¿Te refieres al asesinato? -preguntó él.

¿¡Un asesinato aquí!? ¡Este es un pueblo de locos!. Yo ya sabía que quedarse aquí no era buena idea.

-Sí, me refiero al asesinato del hijo de la maestra -añadió ella.

-Los vecinos han venido esta mañana explicando que tenía el cuerpo lleno de agujeros y que estaba rodeado de sangre -siguió él.

-¿Quién ha podido hacer algo así? -preguntó ella.

-No sé -respondió él.

-Bueno... cambiando de tema... -finalizó Lindsey.

-¿Qué ocurre? -preguntó Ian

-¿Ya se ha despertado el señorito? -preguntó ella.

-Sí, ya me he despertado -dije mientras bajaba las escaleras.

-¡Qué bien! -exclamó Lindsey-. Ahora podremos desayunar todos juntos.

-¿Qué quieres para desayunar? -preguntó Ian.

-Me apetecen unos cereales -respondí.

-¿Los de chocolate? -preguntó Lindsey.

-De acuerdo -finalicé.

Llegué abajo, me senté junto a Ian, él sacó un periódico, era extraño, le faltaba el titular pero no pregunté el porqué. Por otro lado, Lindsey sacó un bol, leche semidesnatada, la caja de cereales y una cuchara. Puse la leche en el bol, los cereales y comí. Comí solo una cucharada, sabían diferente, extraño, como si fueran diferentes pero sabían bien. Revisé la fecha de caducidad, hacía dos meses que había caducado, supogo que era normal que su sabor cambiase. Los comí igualmente y no pasó nada. Terminé el desayuno, me lavé los dientes y bajé nuevamente, Lindsey tenía tareas planeadas para que no me aburriera en la mañana.
Lindsey mandó ir por el pan a la panadería del pueblo, también me dió las gafas nuevas.
Salí por el portal, la luz me molestó un poco, pensé que mi vista se acostumbraría al poco tiempo. Me dirigí hacia la panandería. Saludé a todas las personas que me encontré en el camino, ninguna contestó, todos murmuraban al verme.

Ya ni siquiera les hacía caso, esta gente no tiende a cambiar, por lo general es de mente cerrada.

Entre pensamiento y pensamiento llegué a la panadería.

-Buenos días -dije a la panadera.

-Buenos días, joven. ¿Cómo le va? -preguntó de forma amable-. ¿Qué pan quiere hoy?.

Al ver esta escena pensarán que no toda la gente del pueblo era igual de antipática. No se engañen, la panadera y Don Miguel eran forasteros, al igual que yo. Por eso se portaban bien conmigo. Ellos ya sabían lo que era adaptarse a un pueblo con la mente cerrada.

-Hola Melisa, me va bastante bien, gracias por preguntar -contesté amablemente-. Me gustaría un pan de pueblo y uno de agua, gracias.

-Aquí los tiene, será uno veinte.

-Aquí los tiene. Quédese con el cambio.

Le dí uno treinta.

-Muchas gracias, joven.

-De nada.

Me entró curiosidad por ver el cuerpo así que me acerqué a la plaza dónde se encontraba.
Cuando llegué, pude observar como el cadáver agujereado del joven era llevado por los investigadores de la Guardia Civil.
De camino a casa me detuve en el bar, donde me encontré con Don Miguel, que estaba leyendo el periódico, este sí tenía titular. En el titular ponía: "DOS CADÁVERES ENCONTRADOS EN UN PUEBLO DE LOS PIRINEOS". Don Miguel se fijó en qué yo lo estaba leyendo e intentó combiar de tema contándome una de sus historias en el extrangero.
La verdad es que él fue a varios paises del mundo a servir como voluntario para con algunas ONG como por ejemplo: UNICEF y Cruz Roja. Me caía muy bien, era muy buena persona. De repente mi teléfono comenzó a sonar, era Ian. Había enviado un mensaje diciendo que volviera a casa, que había surgido una cosa importante. Me despedí de Don Miguel y volví a casa.
En el trayecto a casa pude ver, mejor dicho, oler un olor extraño pero familiar, no sabía que era, intenté buscar con la mirada de donde provenía pero no descubrí nada. Proseguí con mi camino.
Una vez en casa, Ian y Lindsey me dieron una lista con tareas que debía hacer mientras ellos no estaban. Los habían llamado desde Central para que volvieran al trabajo, les adelantaron la jornada de trabajo.

-Recuerda probarte las gafas, estoy casi seguro de que no te las has probado -dijo Ian.

-No te equivocas -contesté-. Luego las probaré.

-Bueno, nosotros ya nos vamos, espero que sigas la lista de tareas -concluyó Lindsey.

-Adiós... -contesté mientras les cerraba la puerta de casa.

Cogí la lista, solo ponía tres tareas:

1. Pruébate las gafas nuevas.
2. Ordena tu habitación (para mi ya estaba ordenada).
3. NO COMAS NI BEBAS NADA HASTA QUE VOLVAMOS (así, con mayúsculas).

¿Qué bicho les habrá picado ahora? ¿Por qué no puedo comer nada hasta que vuelvan? Bueno, les haré caso, no sea que pase algo, aunque lo dudo.

comencé con la primera tarea, probar las gafas. Cogí las gafas, me las puse, ¿la verdad? Veía mejor sin las gafas que con ellas. Mejor dicho, ahora mismo veía igual que antes con gafas, que extraño, pero no me quejo, eh.
Subí las escaleras hacia mi habitación, me puse los cascos, puse la sonata "Moonlight" de Beethoven, me asomé por la ventana, había comenzado a llover, sonaban truenos y se podían ver relámpagos a lo lejos. Me fijé en un relámpago conté diez segundos hasta que sonó el trueno. Hice lo mismo con otro relámpago esta vez conté solo cinco segundos, la tormenta se acercaba rápidamente.
Me tumbé en la cama, cerré los ojos para mejorar la experiencia de escuchar la sonata. A media sonata escuché de fondo unos ligeros golpes en la ventana, la verdad era que no eran ligeros, lo que ocurría era que los cascos aislaban el sonido del exterior por lo que no llegaba a escuchar los sonidos exteriores como eran realmente.
Me levanté de la cama, se podía vislumbrar una silueta entre relámpago y relámpago, quité las cortinas.

La silueta era una mujer, estaba empapada y me pedía permiso para entrar

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La silueta era una mujer, estaba empapada y me pedía permiso para entrar. La dejé entrar, cerré la ventana y puse las cortinas nuevamente.
El rostro de la joven me era familiar, no recordaba porqué, pero no transmitía mucha confianza, tampoco se el porqué.

-Buenas tardes, joven ¿sabes quien soy? -dijo la muchacha mientras un trueno acompañaba su intrigante pregunta.

La noche que cambió mi vida para siempre (Pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora