CAPITULO 2

9 2 0
                                    

Diciembre 30 de 2015

Viernes, para mí era uno de los días más agitados, agotadores e indeciables.

Tomé aquel vaso de vidrio y lo acerqué a mis labios, saboreando el amargo sabor del licor en mis fríos labios. Para luego verter aquella arma letal por mi garganta, quemándola, dando aquella sensación de destrucción lenta.

No podía beber mientras me encontraba en mi jornada de trabajo, pero no pude evitarlo, necesitaba un pequeño trago. Me sentía agotada, andar de un lado a otro mientras sujetos intentaban propasarse contigo, no era nada cómodo.

Por fin había podido dejar que mi trasero descansará en el viejo y deteriorado banco alto de la caja. Había pedido cambiar, no podía estar más de un minuto sobre esos tacones que nos obligaban a usar en el trabajo.

Cuatro años en este cuchitril de bar eran suficientes como para poder exigirle un poco a mi jefe, el cual no era un mal hombre, pero su carácter tan jodido era difícil de llevar. Aunque debía admitir que las remodelaciones que se estaban realizando, le estaban dando un toque más limpio y actual. Habían cambiado gran variedad de los utensilios y de los muebles. Aparte de comprar una gran reserva de licores, nuevos vestuarios, nuevas mesas, nueva barra. Todo mejorado.

Y gracias a eso, el tipo de clientela estaba cambiando.

El objetivo de mi jefe era hacer del bar un lugar más cómodo y sofisticado, no un simple bar de mala muerte. Aunque aquella vieja fama jamás se iría del todo para ser claros.

Mi lacio cabello se encontraba recogido en una rápida y desordena cola alta, hoy no me había preocupado por maquillarme, aunque no evitaba que me sintiera del asco.

La campana que indicaba que alguien había entrado sonó, y luego unos fuertes pasos retumbaron hasta que cesaron, y una sombría figura se posó justo en frente de mí.

Sus grises ojos eran tan claros que para mí, era fácil deducir aquel ser.

Su mirada era fría, tanto que un leve escalofrío no dudó en recorrer mi espina dorsal, él era intimidante, pero eso no quería decir que no había sido intimidado. Su negro cabello estaba desordenado, y algunos mechones lograban caer sobre su blanca frente. Era tan blanco que me hacía recordar a la saga de crepúsculo.

Sus labios, tan perfectamente formados, eran de un color rojo escarlata, rosados por el frío que la noche embargaba.

Tenía una camisa blanca, desabotonada en el cuello, como si viniese de una estresante reunión. Pero aquella apariencia formal era sustituida levemente por el hecho de que encima de la camisa, una chaqueta negra de cuero se ajustaba a su cuerpo, que ha decir verdad no estaba nada mal. Además, el aro que se posaba en su labio, hacía que se viera tan sexy que mis locas hormonas hacían que deseara lanzarse sobre él.

Aun así, no me doblegué en ningún momento. Mi fría personalidad nunca había podido ser derribada ni cambiada.

Él posó ambos brazos sobre la barra de fino cristal, para luego bajar la mirada a sus manos que se movían con inquietud. Su expresión era igual de dura que cuando entró. Parecía estar pensando en algo sin respuestas, su ceño se fruncía constantemente, haciendo que su frente se arrugara y su atractivo resaltara.

Duró un par de minutos así, hasta que un escandaloso ruido llamó la atención de todos. Una pelea.

Estas cosas lograban desesperarme. Odiaba con todas mis fuerzas la violencia, tanto físicas como psicologías. No sabía si era por el hecho de que viví ambas durante un gran lapso de mi vida.

°ADICCIÓN A MI DESTRUCCIÓN.°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora