CAPITULO 1

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Esa casa siempre me había traído desagradables recuerdos, de mi niñez y de mi dolorosa existencia. No podía decir que afortunadamente me había librado rápido de aquello, sin duda estaría mintiendo, sería una absoluta patraña. Pero sí había una verdad, y era que yo nunca jamás volvería a un lugar como aquel, o, a ese en específico.

Negar cosas tan evidentes, para mí, era común. Absolutamente me había convertido en una persona... Adictiva... Destructiva.

Pero algo característico sobre mí, era que no solo destruía a mí alrededor, sino a mí misma también.

Caminé esta vez, por milésima vez, más rápido por las solas calles del vecindario adinerado en el que por muchos años había vivido.

El tren siempre había sido mi medio de transporte favorito, no sabía un por qué, pero me encantaba ver la rapidez con que pasaban las cosas en el exterior, cómo el tiempo influía en todo, en la perspectiva de las cosas. En cómo del tiempo dependían tantas cosas, y de las mismas personas.

Me subí en aquel singular transporte, y cuando éste comenzó a andar, pude observar aquel mar solitario, aquellos frondosos árboles moverse de un lado a otro por causa de la brisa. Encontrándome después con las calles concurridas, con toda una diversidad y cantidad de personas relativamente normales, pero con algo peculiar. Porque todos éramos iguales, pero siempre se hallaba aquella rareza específica y única en cada persona.

Y, como todos, yo también tenía aquella característica peculiar. Que no solo permanecía en mi interior, sino también en mi exterior. Siempre encontraba la manera de observar más allá, de buscar en lo profundo de las cosas, del dolor. El dolor me parecía un sentimiento significativo, interesante, y como siempre lo nombraba...Un sentimiento lleno de libertad, era maravilloso.

Porque hasta las personas más fuertes sentían debilidad, y con ello se encaminaban poco a poco, algunos psicológicamente y otros físicamente al dolor.

El dolor sabía cómo desembocar el verdadero ser de una persona, y eso era algo del cual había que tomarle importancia. Pues yo había sentido dolor durante bastante tiempo, pero jamás había tenido las fuerzas de demostrar la debilidad que mi cuerpo poseía. Aunque a veces lograban dominarme de una manera extraña y destructible.

Las solitarias y desiertas calles de aquel ajeno vecindario, poco a poco fueron tomando vida. Aquella mala vida que muchos conseguían después de malas decisiones. O en otros casos, llenas de aquella pobreza característica en cada país, la pobreza de la cual la vida se encargaba de juzgar de manera injusta. Pues la vida era injusta.

Me bajé en mi correspondiente parada y caminé por la angosta y deteriorada acera, mientras saludaba a algunas de las humildes personas las cuales me brindaron su fiel apoyo, y a otras las cuales sus oportunidades mal cobradas, igual me sirvieron para mi subsistencia.

Pero había uno en específico al cual jamás olvidaría, pues él supo cómo maniobrar todos aquellos pensamientos fuera de sí, o incluso a mí misma.

Marco.

Un señor que en sus tiempos había sido un hombre de bien, que se esforzaba cada día en su trabajo y en su familia, porque quería lo mejor para ellos y para él mismo. Era un hombre al cual le había tocado duro para llegar a ser el presidente de una de las mejores empresas de exportación, pues su familia jamás lo apoyó, pero aun así, luchó contra todo y alcanzó sus sueños, consiguiendo una hermosa esposa, que no supo nunca cuan ambiciosa era, y dos hijos los cuales lo abandonaron al enterarse de las adicciones que éste poseyó después de quedar en plena ruina.

La manera en que conocí a Marco tal vez no fue de la manera más adecuada, pero el caso era que, fue un momento que jamás lo iba a olvidar.

Flashback

°ADICCIÓN A MI DESTRUCCIÓN.°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora