¿Qué será?.

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Ahí estaba, Jack Close. Parado frente a una juguetería de la calle Hyde garden. Las amarilleadas porcelanas de las caras de una muñeca le había llamado la atención.

«¿Qué será?.» -Pensaba con dolorosa inquietud.-

«¿Qué será?» -Se dijo mientras veía el eco de su reflejo en los ojos grises y muertos de una vieja muñeca con un vestido de muselina.

Cruzó con paso apresurado el pavimento empedrado de la calle, en pos del reclamo de la tienda que colgaba de las bisagras de latón. Decía:

❝Juguetería Tear. Muñecas tan reales como la vida misma. ¡Pasen y vean!, ¡los peniques saltaran de sus bolsillos!.❞

Pero Close observaba las muñecas como si éstas tuvieran alguna especie de estado omnisapiente, como si, con una sola mirada, despellejasen hasta el más íntimo de sus secretos. Hipnotizaban. Eran chocantes.

«¿Qué será?.» -Susurró mientras reflexionaba sobre el hálito de "vida" de esas muñecas. Pero sólo parecía que poseían fatalidad. Algún malfario de ultratumba.

Y pronto, empezó a ver esos ojos reflejados en todas partes; dentro de la penumbra de las cerraduras, ¡ahí estaba! Un ojo azul como el de un buitre. En la cara de la Luna, un ojo gris como los nubarrones de invierno. En las débiles llamas de las velas. Estaba en el aire. Se dispersaban por el cielo.

Close, que apenas podía sostenerse sobre su propio esqueleto, sentía la sangre hervir en sus venas.

«¿Qué será?» -Se dijo mientras revivía esas eternas miradas en lo más profundo de su razón.

Esas miradas eran omnipresentes. ¿Qué va a ocurrir?. El millar de ojos de cristal seguían a Close desde que se encontró con ellos por un maleficio del destino.

Se dejó caer sobre un yermo banco de piedra y, las venas de las hojas que caían de los árboles, dibujaban esos ojos.

«¡No hay escapatoria!.» - Pensó Close, con las células del diencéfalo deshilachándose dentro de él. Estallaban los cerebros. Se embotaban los sentidos en el negro abismo de esas pupilas que miran sin observar y observan sin conciencia.-

¿Y ustedes?, ¿acaso no notan el agudo pinchazo de los ojos de cualquier muñeca astillarle los hueso?, emponzoñando la razón con el más visceral de los miedos con una sola mirada, como la picadura de una abeja.

Cuentos oscuros y otros infortunios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora