Capítulo 22

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-Al, ¿no vas a venir al instituto, verdad?- preguntó la rubia al otro lado de la línea.

-No… no lo creo.- susurré con la voz ronca. ¿Qué horas eran ya?

-De acuerdo, entiendo. Baja a abrirme, por favor, estoy muriendo de frío.

-¿Qué? ¿Cómo? ¿No estabas en el instituto?

-Cuando bajes te explico.

                Aún sin entender me coloqué un abrigo largo sobre el pijama, las primeras zapatillas que encontré y bajé. Al mirarme en el espejo del ascensor me di cuenta del aspecto terrible que tenía, pero no me importó en lo más mínimo. No era día para preocuparme por eso. Cuando llegué a la puerta pude ver el reflejo de lo mal que me veía en la expresión de Piper.

-Hola, Al… Sólo… Yo sólo quise venir a ver cómo estabas. Perdón si soy muy intensa, es que…

-No digas eso.- la interrumpí- Al contrario, gracias por venir.

                Hizo los dos pasos que nos separaban, ingresando al hall del edificio, y se arrojó contra mí estrujándome en un fuerte abrazo. ¡Dios! ¡Cuánta falta me hacía eso! Le correspondí, sintiendo su nariz fría en contacto con la piel tibia de mi cuello. La sensación era extrañamente magnífica. No quería soltarla ni que ella lo hiciera. Pero al cabo de unos segundos ella se apartó, mirándome a los ojos.

-Al, yo… No te vi cuando llegué al instituto, y quise venir a verte.

-Grcias, Pipes. Voy a soportarlo, no te preocupes por mí. Más bien apúrate así llegas para la siguiente clase.

-¡Claro que no! ¡Nada de eso! Te prometí que hoy estaría contigo, y así será.

Sonrió de una manera tan dulce que provocó un cosquilleo en el pecho. Sí que la necesitaba, y eso me daba pavor. Nunca es bueno sentir que necesitamos de alguien.

Subimos al departamento y ella se metió en la cocina de inmediato, como si fuera su casa. Fui detrás de ella, preguntándole qué hacía, pero recibí un leve regaño en respuesta. Me mandó a lavarme la cara y cepillarme el pelo al menos, mientras ella preparaba café y pan tostado para ambas. La verdad yo no tenía hambre, pero sí le acepté el café. No sentamos juntas en el comedor, prácticamente en silencio, pero no uno incómodo. La luz del sol entraba por las ventanas, pero aun así estaba frío el ambiente. A la rubia le costó un buen rato recuperar su temperatura corporal.

-Creí que con los años iba a ser más fácil, que me iba a acostumbrar.- largué de pronto, rompiendo nuestro tácito acuerdo de no hablar durante el desayuno.- Pero no es así. Cada año duele como el primero. En cada aniversario no puedo evitar reconstruir lo que pasó ese maldito día.

-Te comprendo. No es nada sencillo vivir con el dolor y el vacío que provoca una pérdida. Pero por favor, no quiero que sigas creyendo que es tu culpa.

                No le respondí. Me levanté, recogí las cosas del desayuno y fui a lavarlas. Las lágrimas volvieron a atacarme. Piper lo notó y fue a pararse a mi lado. No decía nada, simplemente me miraba dejar correr el agua del grifo mientras los ojos me escurrían más y más.

-Al, no quiero que te enojes conmigo, solo escucha lo que te digo. Tu padre tuvo un accidente, ¿sí? Accidente.- dijo calmada, arrastrando la última palabra.

-Vaya novedad.

-¿Tú sabes lo que es un accidente? Algo que no se puede evitar. Aunque ustedes hubieran tenido el mejor de los días, si ese era el momento de tu padre de partir, lo hubiera sido de todas formas. Ya has sufrido demasiado como para estar dándote la cabeza contra la pared toda la vida, echándote la culpa de algo de lo que no eres responsable.

El resto de mi vida [Vauseman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora