Capítulo 39 (Maratón - Parte 1/4)

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-Alex, por favor, ayúdame a convencer a mi madre de que vuelva al pueblo.- me suplicó mientras me abrazaba fuerte.

-¡Hey!- reí, rodeándola también con mis brazos- Pero si apenas llegó ayer.

-Lo sé, por eso. Ya fue demasiado tiempo, es molesta, Alex. Yo la quiero, pero que mejor se quede en su casa y yo aquí. Contigo.

Su voz expresaba real fastidio, pero no podía evitar reírme ante ese pedido.

-¿Y cómo planeas que yo ayude con eso?

-No lo sé, dile que tú vas a cuidarme, que no se preocupe. O invéntense algo con mi hermana, porque si vuelvo a oírla insistir una vez más en que le de otra oportunidad a Alan, creo que voy a ir presa por matricidio.

El teléfono de Piper comenzó a sonar, interrumpiendo sus quejas. Al parecer era su padre, porque después de saludarlo y asegurarle que se encontraba bien, le pidió lo mismo que a mí segundos antes. Que hiciera algo para que Carol dejara de estar en ese departamento. En el fondo la entendía, no me había causado muy buena impresión esa mujer, y saber que a toda costa quería que su hija regresara con el infeliz que le había sido infiel, hacía que me dieran ganas de colaborar con Piper en el matricidio. Bueno, no para tanto, pero más o menos. Es que, ¿en qué cabeza cabe? ¿No se supone que los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos? Y para mí estaba más que claro que esa relación no era lo mejor para Pipes.

-Imagino que vas a quedarte a cenar, ¿no?- me preguntó más tarde.

Aún estábamos en su cuarto, yo sentada con la espalda contra el respaldo de la cama y las piernas extendidas, mientras ella, de lado, usaba mis muslos como almohada. De vez en cuando paseaba sus dedos por mis jeans, y yo los míos por su cabello. Teníamos el televisor encendido en un canal de caricaturas. A pesar de mi edad, eran una debilidad. Y se sentía lindo estar así, compartiéndolo con ella.

-No lo sé, Pipes. No creo que a tu madre le haga gracia.

-Me importa muy poco lo que mi madre crea. Además, va a tener que ir haciéndose a la idea de verte cerca de mí.- aseguró, sin quitar la vista de los dibujos animados.

-De acuerdo, si lo pones así...- acepté, conteniendo una sonrisa por lo que acababa de decirme.

De más está decir que la cena fue incómoda. Claramente no le caí bien a la madre de las chicas. Tal vez era mi altura, mi ropa oscura, mi voz grave, o simplemente mi dificultad para ocultar que su hija me tenía babeando. Quizás todos esos factores en conjunto. Quién sabe. Pero lo cierto es que casi no me dirigió la palara, y cuando lo hizo fue para averiguar datos sobre mi vida. Intenté ser lo más amable posible, y sus hijas trataban de romper la tensión hablando de cualquier cosa, pero no era sencillo. Al terminar de comer, ayudé a lavar la vajilla, y justo cuando fui en busca de mi mochila para marcharme, Piper no tuvo mejor idea que anunciarle a su madre que yo me quedaría allí a dormir, sin siquiera consultarme antes. La cara de disgusto de la señora fue más que evidente, pero no hizo mayores comentarios. Y, por supuesto, yo no me negué.

-Ni creas que voy a dejarte dormir en la otra cama.- amenazó Pipes antes de acostarse, al ver mi intención.

-Pero nena, está tu madre... ¿quieres que nos sorprenda durmiendo juntas?

-Mi madre está con Roxanne, y la puerta tiene seguro. Anda, ven, no tienes excusas. ¿O es que ya no te apetece dormir conmigo?

-¡Claro que me apetece!- sonreí, mientras me acercaba a ella para meterme bajo sus mantas.

Nos acomodamos en cuestión de segundos, enfrentadas de lado y con las piernas entrelazadas.

-¡Mierda! ¡Hasta en pijama te ves extremadamente sexy!- exclamó en voz baja, acercándose para darme un beso, recorriendo desde mi codo hasta mi cuello con su mano.

Le correspondí el beso, pensando en que ella también se veía sexy con cualquier cosa. Para mí no había mujer más hermosa que ella. Me tenía totalmente hechizada. Y sus labios, ¡madre mía! Esos labios delicados estaban haciendo estragos sobre los míos, y todo mi cuerpo reaccionaba. Sentí su lengua deslizándose sobre la mía y no pude contener un gemido apenas perceptible. Mis manos cobraron vida propia y comenzaron a aferrarse al cuerpo de Piper, quien por su parte había dado rienda suelta a sus ganas de acariciarme. El beso fue aumentando en intensidad y profundidad, al punto de parecer dos locas desesperadas por la boca de la otra. Un apretón descarado en mi trasero me hizo reaccionar. Estábamos dejándonos llevar demasiado, y no era el mejor momento. No con Carol y Roxanne durmiendo en la habitación contigua.

-Pipes,- dije con la respiración algo agitada.- creo que es mejor que intentemos dormir.

-Lo sé.- dijo cerrando los ojos. A pesar de estar casi a oscuras, supe que se había sonrojado.

-Tenemos todo el tiempo del mundo, nena. Ahora descansemos.- dije mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja.

-De acuerdo. Que descanses.- dijo, depositando un beso corto en mis labios.

-Hasta mañana preciosa, que descanses tú también.

Repetí el beso y dejé que se acomodara entre mis brazos. La sensación de felicidad que me invadió al darme cuenta de que estaba allí, a punto de dormir con ella, fue indescriptible. No era la primera vez que compartíamos cama, obviamente, pero esa noche era diferente. Las cosas ya estaban un poco más claras entre ambas. Nos queríamos, de eso no había duda.

Despertar viendo los ojos de Piper era algo de lo que nunca hubiera podido cansarme. Lástima que debíamos salir de la habitación y romper nuestra burbuja para volver a encontrarnos con Carol en el desayuno. Afortunadamente, para alivio y alegría de mi rubiecita, el café llegó con la novedad de que la señora volvería al pueblo esa misma tarde. Sospeché que Roxanne había tenido mucho que ver en su decisión.

Siendo ya viernes por la noche, Roxanne salió del departamento rumbo a casa de mi hermano. Con todo lo ocurrido en los últimos días casi no había tenido tiempo de hablar con Daniel, pero seguramente ella iba a encargarse de ponerlo al tanto de las últimas novedades. Solo esperaba que no se enfadara conmigo por no haberle contado a él primero.

-Así que al fin volvemos a estar a solas...- dijo Piper sonriendo, acercándose a mí para acariciar mi mejilla. La forma en que me miraba era indescriptible, sus ojos brillaban intensamente y todo su rostro parecía resplandecer. Seguramente ella veía lo mismo en mí en ese momento.

-Eso parece.- sonreí también.

-Dime algo Al, ¿cómo haces para ser tan hermosa?- preguntó en tono coqueto.

Alcé una ceja riendo, para ocultar que en realidad estaba avergonzada.

-Mira tú, la que me gritó por teléfono que no era como yo... ahora babea por una mujer.

-No, no por cualquier mujer. Babeo por ti.- aseguró mirándome a los ojos, produciéndome cosquillas en el estómago.

-¿Y dónde quedó tu pretensión de heterosexualidad?

-Se fue al carajo cuando te besé por primera vez.- respondió con una sonrisa.

Largué una carcajada y me incliné para darle un beso. Nunca iba a cansarme de besarla.

-Y ya, por favor, no vuelvas a recordarme lo del incidente telefónico... estuve mal, y me arrepiento.

-¿Puedo saber por qué lo dijiste? Sólo por curiosidad, no lo tomes como un reproche.

Suspiró pesadamente y me tomó de la mano, arrastrándome con ella hasta el sillón. Nos sentamos de frente, y por su expresión supuse que vendría una larga explicación.

-Al, antes de responder eso, necesito que sepas algo.- dijo entre seria y avergonzada, con la vista fija en sus manos.

-¿Qué sucede?

Empecé a preocuparme al ver que no emitía palabra.

El resto de mi vida [Vauseman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora