Después de todo este tiempo ya era hora de que Otabek se integrara a la guardería, aunque no estaría en el mismo salón de Yuuri si estarían en las mismas instalaciones separados solo por un gran patio de juegos.
Siendo Ota un niño tímido y reservado por naturaleza no le era nada fácil hacer amigos aun pese a los esfuerzos de su nueva maestra, él solo quería estar con Yuuri pero debía esperar a que sonara el timbre indicando la hora del descanso para poder ir corriendo hasta el salón de este.
Mientras tanto en el salón del pequeño Yuuri un nuevo integrante hacia acto de presencia su nombre Jean-Jacques Leroy un niño de tez morena, cabello negro y hermosos ojos azules muy alegre que inmediatamente capto la atención de todos, menos la de Yuuri que solo le dedico una mirada y continuo con el lindo dibujo de un osito el cual sería un regalo para Ota.
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J J como ahora nombraban al nuevo gozaba con la atención que le brindaban no podía sentirse más feliz al ser el centro de atención o al menos así era hasta que notó al pelinegro que lo ignoraba olímpicamente cosa que no le gusto para nada.
Así que dedico las últimas horas a tratar de llamar la atención de ese chico disimuladamente y por disimuladamente quiero decir que hizo de todo desde picarle las costillas para hacerlo reír hasta esconder sus colores y pararse frente a su mesa de trabajo para gritar - Yo soy el rey JJ mírame-
Yuuri solo pensaba que aquel niño era súper raro pero muy divertido.
Sonó el timbre que indicaba la hora del descanso y Yuuri salió rápidamente para encontrarse con Ota en el carrusel, llevaba su caja del almuerzo en una mano y en la otra el dibujo. Esto despertó la curiosidad de JJ que quiso arrebatar de las manos del pelinegro dicho dibujo lo que provoco una pelea que termino con Yuuri llorando, un dibujo roto y JJ con una mordida en la mano.
Después de unos minutos las cosas se tranquilizaron gracias a la maestra que no se veía muy feliz por el escándalo que causaron, ambos se disculparon y prometieron llevarse bien a partir de ahora.
Salieron tomados de la mano para ir a jugar al carrusel donde lo esperaba Ota, este al ver a su Yuuri con otro niño no supo qué hacer, él quería a Yuuri solo para él, no quería compartirlo.
Lo único que se le ocurrió fue salir corriendo a su encuentro y derribar a aquel niño con todas sus fuerzas haciéndolo caer de sentón y provocando que pequeñas lágrimas se formaran en sus ojos azules.