7. Vamos a olvidarlo.

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Escucho la puerta cerrarse atrás de mí. Voy hasta la barra de mi cocina y dejo las llaves. Estoy en blanco, ¿cuándo empezó todo esto?, ¿cuándo fue que María dejó de verme como su amiga, cuándo? Joder.

Muevo mis piernas hasta mi sofá y dejo caer mi culo en él. Tapo mi rostro con mis manos. ¿En qué momento, joder?, ¿sentiré lo mismo? —No, Melo—. Me repito. Porque es la verdad. Cadepe no me gusta... Es una gran mujer, es bellísima, su físico va perfecto a como a mí me atraen; pequeñas, pero no me gusta... Sí que es cierto que los primeros meses me atraía un montón pero después nos volvimos más amigas.

Esto no puede estar pasándome. Y hablo como si se tratase de una tragedia porque así la siento. María es una muy buena amiga mía, me escucha cuando ni Juanma puede hacerlo, es mi mejor amigo, pero es hombre, gay, pero es hombre y siento que entre mujeres nos comprendemos más. María en el poco tiempo que llevamos de conocernos, ha aprendido a acercarse a mí, yo he aprendido a abrirme con ella. Pero no me gusta. Imposible.

Mierda.

No debí besarla.

Suspiro con frustración y ahogo un grito. Voy a dormir un poco, quizás con unas horitas de sueño encima puedo pensar mejor. Siento mi cuerpo relajarse completamente una vez acostada en mi cama, cierro mis ojos y limpio mis pensamientos. Hice algo muy malo.

—Melo, pero dime algo, por favor —me dice María pasando su mano derecha frente a mis ojos lo cual me hace volver en sí.

—Yo... —tartamudeo—. Lo siento, no sé qué decirte... Estoy muy... —callé. Sus ojos cristalizándose eran lo único que podía ver y entender.

Estaba aturdida por lo que me había dicho. Me sentía halagada pues alguien... una chica como ella, preciosa y hetero se fijara en mí. Pero más allá de ser preciosa y hetero, sincera y divertida, ella era mi amiga. Una amiga a la cual quiero un montón y sé que estoy lastimando con mi silencio.

No lo pensé, solo lo hice. Tomé sus mejillas entre mis manos y me acerqué a ella tan rápido como pude. Tan rápido que mi conciencia y culpa no me alcanzaran. Pero en cuanto mis labios resecos se unieron a los labios perfectamente suaves de María, me alcanzaron. Mis labios se movían sutilmente, la besaba con ternura. Podía sentir que ella lo hacía de la misma forma hasta que el beso —por obvias razones— comenzó a subir su intensidad. Por un momento pensé en introducir mi lengua pero no lo hice, solo paré porque ya era suficiente. ¿Qué es lo que pretendo haciéndonos esto?

Mientras la besaba tenía mis ojos cerrados, las lágrimas se abrieron paso entre mis pestañas. Salieron, yo sólo me aparté de María y pegué nuestras frentes, ambas teníamos la respiración agitada. De mis labios solo salió un "lo siento" para después darle un corto, pero amistoso beso en la frente.

Me paré de su sofá con la cabeza agachada. Estaba muy apenada por lo ocurrido hacia unos segundos. Estaba aún más aturdida. Salí de su casa para ir a la mía.


Desperté sobresaltada. Cómo es posible que hasta dormida recordara toda esa escena. Tengo que pedirle disculpas a Cadepe, no puedo dejarla así. Miro mi techo blanco y un rostro aparece en mi mente...

Ángel...

Sus ojos azules con un tono rojizo hacen su aparición entre mis recuerdos dañados. ¿Qué es lo que pasa? Cuando sonríe siento una paz interior muy grande. Extiendo mi brazo hasta la mesita que tengo a un lado y tomo mi móvil.

Tres llamadas perdidas de Cadepe, no me sorprende, ya me lo esperaba. Pero no es eso lo que llama mi atención, sino la única llamada entrante que tuve a las 2:15 pm de Ángel. Ya son las 3:10, se me fue parte del día dormida, ni siquiera edité el vlog.

—¡Mierda, el vlog!

Me levanto de la cama como si esta estuviera ardiendo y voy a lavarme la cara. Salgo corriendo para sentarme en mi pequeño lugar de trabajo y comienzo a editar. No me llevo mucho editando, como mucho una hora y pico, pero esta vez quería hacerlo en menos pues tenía en mente pasarme por el piso de Cadepe y hablar con ella.

Cincuenta minutos después el vlog ya estaba terminado y exportándose. Grabé más para el vlog de mañana, puse música para relajar mi cuerpo y mierda mental. Lo logré. Una vez exportado el vlog, siendo las 4:05 de la tarde, bajé las escaleras para entrar en el portal de María. Ella abrió.

Toqué la puerta pero ya estaba abierta. Respiré hondo, tenía que hacerlo. Entré a su casa con los cojones en la garganta... aunque, bueno, cojones yo no tengo... lo que sea. No la vi por ninguna parte, ¿tan pequeña es que se pierde en un piso como éste? El grifo del lavabo sonó, esperé a que saliera del baño.

—Melo... —me dijo sonriendo tímidamente al salir del baño—. ¿Estás bien?

—Sí, ¿y tú? —se acercó a mi lugar tomando asiento. Me miró a los ojos. Los tenía rojos. Había estado llorando. La culpa me picaba bajo la piel.

—Sí —me dijo con un deje de dolor en la palabra... que no, mentirosa.

—Sé que no lo estás y sé que yo tengo la culpa —intentó hablar para interrumpirme pero la corté—. No, María, déjame terminar. No debí besarte.

Bajó la mirada, unió sus manos y sin querer dejó salir un sollozo. Mi corazón se rompía, no podía hacerlo. Pero sabía que tampoco era lo correcto engañarla diciendo sentir lo mismo por ella con la esperanza de sentirlo algún día.

—Melo, sé que no sientes nada por mí... está bien. Sé que me besaste por lástima —eso me dolió mucho más porque era verdad—. Y también sé que me tardé en decírtelo, porque sabía perfectamente cuando te conocí que yo te atraía —no sabía lo lista que era. Me detuve solo a escucharla, se veía que tenía mucho que decir—. Te pido disculpas por ello, por cortarte cada que intentabas decirlo o lo insinuabas, no sabía lo que estaba pasando en mi interior, pero ahora no sabes lo mucho que me arrepiento.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque estoy enamorándome, me gustas mucho, Melo. Pero no quiero perderte como amiga, así que quiero arreglar este enredo. Vamos a olvidar lo que te dije, vamos a olvidar el beso, ¿vale? —sus lágrimas cada vez eran más notorias, me dolía.

—¿Vas a estar bien? —pregunté preocupada.

—Perfectamente, solo si no me quitas tu amistad...

—Eso jamás, Cadepis —dije—. Vamos a olvidarlo, por favor. Hay más personas que no son tontas como yo que esperan por ti. Vamos a olvidarlo porque no quiero olvidar nuestra amistad.

—Vamos a olvidarlo, Melo —sonrió débilmente—. ¿Me darías un abrazo? De esos que solo tú sabes dar.

—Ven aquí, María —y la acogí entre mis brazos.

Quería protegerla de todo mal, quería su felicidad ante todo. Sabía perfectamente que yo no era para ella ni ella para mí por mucha química que pudiéramos tener. Yo la quiero como amiga y ella también. Podía escuchar sus sollozos contra mi pecho como también la vibración que su cuerpo emitía al llorar. No pude evitarlo. También comencé a llorar.

Y las dos, abrazadas, ella sobre mi pecho y yo acariciando su cabello entendimos algo. Pudimos ser algo, pero la vida solo nos quería como amigas. Nos queríamos tanto, que no podíamos ser algo más.

Iba a estar para ella el día de su boda y María iba a estar para mí el día de mi boda.

Juro que te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora