4. I like it.

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Paso la mañana envuelta en una conversación muy interesante con mi nueva compañera Ángel. Abordamos muchos temas, vamos de unos muy "normales" cómo el preguntar qué ha hecho las últimas semanas, sus pasa tiempos, talentos, su trabajo y demás, hasta unos muy serios; nuestras ideologías sobre la vida, lo que pensamos acerca de temas polémicos y unos no tanto. Coincidimos en muchas opiniones y diferimos en otras dando lugar a un debate donde la única intención es dar a conocer nuestros puntos de vista.

—Melo —llama mi atención que hasta ahora tenía puesta en el mensaje de María—. ¿Me darías tu número? No te lo pedí la otra vez y lo lamenté mucho. Solo recordaba tu nombre —deja su portátil en la mecita de centro—. Podríamos quedar algún día o ir de fiesta otra vez...

—Claro, cuando sea, I like itme pasa un boli y anoto mi número al reverso de una hoja perteneciente a su cuaderno—. Toma —los regreso y tengo el impulso de mirar el reloj.

Había pasado hora y media, joder. No me di cuenta del tiempo. Tomé las cosas que había llevado, revisé todo lo que llevaba. Me despedí de mi amiga, le di sus dos besos en muestra de lo bien que me sentó entablar una charla intensa y ligera (si se me permite la contradicción). Salgo del café y me dirijo a casa.

—Mierda, Juanma —miré de nuevo la hora. Faltaban 15 minutos para que él llegara y yo hacía unos veinte caminando del lugar a mi casa.

Apresuré el paso y llegué justa de tiempo, subí a mi piso y un sujeto regordete, de tez blanca y castaño estaba parado a un lado de mi puerta. Al escuchar mis pasos, Juanma levanta la mirada. Hacía mucho —repito— que no lo veía.

—¿Qué pasa, chula? —la broma, jo. Echo a reír y continúo con nuestro chiste local. Nos abrazamos.

—Tanto tiempo, puto —palmeo levemente su espalda.

—¿Qué dices? Que solo han sido cuatro semanas, tía —algo era algo. Había vuelto a Madrid hace un día pero no habíamos podido quedar.

Busco las llaves en mis bolsillos y abro la puerta. Ambos pasamos, él se sienta en mi sofá gris y yo voy a dejar unas cosas a mi pieza. Grabo un poco más del dailie. Juanma y yo hacemos el gilipollas frente a la cámara. Después de una película recuerdo que tenía que contarme algo.

—Juanma, ¿qué me dirías? —me incorporo al igual que él.

—Ostras, sí —bloqueo el móvil y me habla—. Conocí a alguien...

—Tú siempre conoces a alguien, macho —bromeo.

—A ver, que no... —lo miro burlona—. Bueno, sí. Pero eso es bueno, no soy como tú que me cierro.

—No me cierro, me protejo —y ahí van mis excusas otra vez.

—Tú y tus gilipolleces.

—Tío, que no lo son. Es la verdad —está vez le doy un tono más fuerte a la frase.

—¿No extrañas hacerlo con alguien? —él sabe que lo hago cada que tengo la oportunidad, nos miramos como dos cómplices se miran después de alguna travesura. Corrige—. Bueno, hacerlo con amor.

—Quizás, quizás no. Sí —admito.

—Lo sabía. Bueno, es que eso es evidente... —¿tan sola me veo?

—¿Cuándo será que te vuelvas a enamorar y dejes el miedo atrás? Date la oportunidad, Melo. No estarás siempre sola —escapo.

—¿En qué momento empecé a ser la protagonista de la conversación? Dime, ¿cómo es él?

Le brillan los ojos y hace ademanes mientras me cuenta cada detalle de su rostro. Me da los pormenores de su vida y yo me dedico a escuchar. Mi amigo se ve muy feliz y entusiasmado. Se está enamorando. Entre abro los labios para decirle que no se arriesgue, que le pueden partir el corazón otra vez, que es peligroso. Pero me callo. Lo admiro. Él ha salido de su hoyo, es valiente. Es fuerte y quiere enamorarse otra vez. No soy nadie para negárselo. Lo admiro, lo apoyo y lo quiero. Así que le doy frases de aliento en vez de compartirle mis mierdas.

Después de hablar del futuro padre de sus hijos, se nos une María. Damos inicio a una sesión muy seria con Netflix. Preparamos algo de comer y pasamos el resto de la tarde y parte de la noche viendo películas.

Mi móvil emite un sonido que anuncia la llegada de un mensaje nuevo. Lo abro.

—Melo, Melito, ¿qué tal?

—Ángel... mm, ¿Angelito? Bien, ¿y tú? —No necesitaba cuestionar quién era.

—¿Cómo supiste que era yo?

—Lo sé todo.

—Ya. ¿Salimos mañana? Al cine.

Acepto, quedamos a las 8 de la noche. Tenía mucho tiempo que no iba al cine y me hacía ilusión.

María y Juanma se reusaban a irse de mi casa, con lo cual, decidimos que se quedarían a dormir en mi piso y dormiríamos hasta tarde continuando nuestra sesión de películas.

Desdoblé el sofá y nos acomodamos los tres. María en medio. Después de las 5:30 am no supe más de mi existencia. Solo sentí a María acercarse cada vez más a mi cuerpo y abrazarme. Otra vez lo permití.

Esta vez solo porque tenía sueño.



Prometí constancia y no actualicé en 6 días, jé. O más, me parece. Bueno... espero que lo disfruten y perdón si es algo ameno o poco interesante. Ya vienen cosas muuuuy buenas 7u7 CHAU. No olviden votar. 💕
-Gal

Juro que te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora