2. Una botella de whisky medio llena.

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Después de bailar unas cinco canciones vuelvo por más whisky a mi mesa. Me tambaleo un poco y me siento con mucho esfuerzo. Me sirvo con mucho cuidado de no tirar ni una sola gota y lo logro... hasta que me dan un empujón.

—¡Idiota! —grito a mis adentros volteándome para verle la cara al imbécil que ha provocado la pérdida de media botella de mi amado y caro whisky.

—Lo siento... —escucho decir a una voz muy dulce y suave comparada con los gritos que hay aquí dentro. Yo solo miro la botella que da sus últimas vueltas en el piso—. Toma. Te la pagaré —dice dándome la botella casi vacía.

—Me lo merezco, gracias —la miro.

Es una chica de cabellos castaños y largos. Creo que sus ojos son azules, o quizás verdes, no los logro distinguir por el color de las luces artificiales. Sus labios son rosas y carnosos. Mejillas ligeramente rosadas y su rostro es delgado.

Vamos juntas al bar y pedimos la misma botella. No puedo dejar que la pague. Así que saco mi dinero antes de que ella reaccione y la pago.

—¡No! —dice extendiendo la mano como si quisiera y pudiese traer al hombre de vuelta—. ¡Yo la pagaría!

—Era broma cuando dije que lo merecía, no te iba a dejar hacerlo. Además, te acabo de conocer, mujer.

—Soy Ángel, y acabo de tirarte una botella de whisky medio llena —extiende la mano.

—Llena —le corrijo y tomo su mano. Ríe—. Soy Melo, un gusto.

—Joe, en serio lo siento.

—No hay problema —recibo la botella y vamos de regreso a mi mesa. La invito a sentarse a mi lado.

Iniciamos una conversación, parece increíble pero me he enterado de muchas cosas aún con la música rompiéndote los tímpanos. ¡Íbamos en el mismo cole! Cuando me lo ha dicho flipé. Mientras hablaba con ella no paré de tomar. Entre las dos casi nos terminamos esa botella.

Mis amigos vuelven a la mesa, solo falta Gomi y María, he de suponer que han ido al baño.

Presento a Ángel con mis amigos. Me da buen rollo esta tía.

—Ya me tengo que ir, he dejao tiradas a mis amigas —me dice Ángel mientras me da dos besos.

—Que te diviertas, Ángel.

Me quedo hablando con mis amigos. Comenzamos a hacer shots, Omai cae rendido en una silla. Gomi y María ya han vuelto, María se ve realmente mal.

—Llévala a casa, por favor. Tomó de más y está que ya no puede —me dice Gomi, yo asiento—. Pero no la dejes sola en casa, tía. Quédate con ella, dale un café o algo antes de dormir. Tú casi no has bebido.

Es verdad, bueno. He bebido bastante pero difícilmente puedo embriagarme. Para este momento estoy menos mareada. Llamo a un taxi y comienzo a despedirme de todos, María no lo hace, sigue riendo a carcajadas con Gomi. Me acerco a ellas y tomo a María de un brazo, lo paso por atrás de mi cuello y pongo mi mano derecha en su cintura. Llevo su bolso en mi otro hombro. Caminamos hasta estar afuera del bar. Parece que María se ha quedado dormida de pie y recargada en mi hombro.

—María... —susurro—. ¿Estás dormida?

–Que no, hija mía.

Me da mucha gracia María en este estado. Comienza a decir estupideces que prefiero no tomar en serio y solo me río en silencio. Cuando llega el taxi la subo con cuidado para después hacerlo yo.
Llegamos a nuestro edificio y le pago al chofer. Soy muy buena amiga, me debe amar. La cojo en brazos porque esta vez ya no da para más. Llegamos a mi piso y entramos. Voy a dejarla en mi cama, con cuidado le saco el abrigo.

—Tengo calor, Yello Mello... balbucea—.

Con movimientos torpes toma el borde de su blusa blanca y tira de ella. Antes de que logre hacerlo me doy media vuelta y saco una camiseta mía para ponérsela.

Lo mejor sería que la metiera a darse un baño. Le digo que lo haga, ella se levanta como puede. La acompaño al baño. Comienza a desvestirse. Me voy a la cocina a prepararle el bendito café. Son las 4:40 a.m. ¿Qué es la vida? Dejo lo del café, se lo doy en la mañana. Tengo mucho sueño también.
Cuando vuelvo a la habitación María ya tiene mi camiseta puesta, está metida bajo las sábanas. Se ve muy cuqui así dormidita.

Tomo una ducha muy rápida, me pongo el pijama y me acomodo del lado izquierdo de mi cama. Por nada del mundo dormiré en el sofá. Me acuesto dándole la espalda a María. Cuando estoy por quedarme dormida siento su brazo ponerse sobre mi espalda, se acerca más y sube su pie a mi espalda y culo. El calor de su cuerpo me hace bien, más con éste frío.

Dejo ir por esa noche a mi soledad, me permito la cercanía de alguien, aunque fuese de una amiga. La permito porque la necesito.


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Hasta pronto, chau.

Juro que te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora