19 de diciembre

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19 de diciembre

Querido Papaíto-Piernas-Largas:

Nunca contestó mi pregunta. ¡Y era tan importante!

¿ES USTED CALVO?

Tengo una idea perfecta de cómo es usted, y a mi entera satisfacción, hasta que llego a la punta de la cabeza. Ahí me quedo en suspenso. No puedo decidir si le agrego pelo blanco, negro o gris, o tal vez no le pongo pelo en absoluto.

Ahí tiene usted su retrato. ¿Le gustaría saber de qué color son los ojos? Son grises, y las cejas sobresalen como un alero. En cuanto a la boca, la nene como una línea recta con tendencia a descender en las comisuras. Ya ve qué bien enterada estoy. Por lo que a la boca se refiere, he decidido que usted es un viejo enérgico, de muy mal genio.

(Ahí está la campana de la capilla.)

(9:45 de la noche.)

Me he impuesto una regla inviolable: no estudiar de noche, nunca jamás, por más pruebas escritas que rengamos a la mañana siguiente. En cambio, leo libros comunes, no de estudio. Tengo que hacerlo, ¿sabe, Papaíto?, ya que debo compensar dieciocho años pasados en blanco. Usted no puede concebir qué abismo de ignorancia es mi mente. Yo misma sólo ahora me doy cuenta de la profundidad de ese abismo. Los libros que la mayoría de las chicas dueñas de una familia bien surtida, una casa llena de amigos y una buena biblioteca conocen por absorción, yo ni siquiera os he oído nombrar.

Por ejemplo, no sabía que Enrique VIII se había casado más de una vez, ni que Shelley fuera un poeta. Ignoraba que los hombres antes fueron monos y que el Jardín del Edén no es más que un hermoso mito. Nadie me dijo jamás que R. L. S. quería decir Robert Louis Stevenson ni que George Eliot era una mujer. Jamás vi una reproducción de la Gioconda y, aunque parezca mentira, nunca había oído hablar de Sherlock Holmes.

Todas estas cosas constituyen conocimientos básicos en la educación de un niño de habla inglesa y yo las ignoraba. Ahora las sé, ésas y muchas otras, pero con esto que le cuento quiero hacerle ver cuánto tiempo perdido debo recobrar. Pero es algo que me encanta y estoy deseando que llegue la noche para colgar en mi puerta un letrerito de "No molestar", envolverme en mi bata calentita y ponerme las chinelas de piel, apilar a mi espalda todos los almohadones del diván y, luego de encender la lámpara de bronce, ponerme a leer y leer sin parar. No se lo dije a nadie —eso sí que me daría etiqueta de "rara"—, pero me fui en secreto y me compré un ejemplar de Mujercitas por sólo un dólar, que saqué de mi mensualidad del mes pasado... ¡Y la próxima vez que alguien mencione en mi presencia las limas en almíbar, por lo menos sabré de qué habla!

(Campana de las diez. Esta carta está muy interrumpida.)

Sábado

Señor:

Tengo el honor de informarle acerca de mis nuevas exploraciones en el campo de la geometría. El viernes pasado abandonamos nuestro anterior trabajo sobre los paralelepípedos y seguimos con los prismas truncados. El camino nos resultó muy difícil y empinado.


Domingo

Las vacaciones de Navidad empiezan la semana próxima y ya nos han subido los baúles. Los corredores están tan abarrotados que apenas se puede circular. En cuanto al estudio, quedó abandonado, con toda esta excitación. Lo voy a pasar espléndido durante las vacaciones. Otra novata como yo, que vive en Texas, se queda también en el colegio y hemos proyectado dar largos paseos y, si hay hielo en el lago, aprender a patinar. Además, queda toda la biblioteca para leer y ¡tres semanas desocupadas para hacerlo!

Adiós, Papaíto. Espero que se sienta tan feliz como yo.

Siempre suya,

Judy

P. D. No se olvide de contestar mi pregunta. Si no quiere molestarse en escribir, dígale a su secretario que me telegrafíe así:

El señor Smith es completamente calvo.

El señor Smith no es calvo.

El señor Smith tiene el pelo blanco.

Y puede usted descontar los veinticinco centavos del telegrama, de mi próxima mensualidad.

Adiós, hasta enero y ¡muy feliz Navidad!

Hacia el final de las vacaciones de Navidad.

Papaito Piernas Largas de Jean WebsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora