2. Psique

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Nunca se sintió tan atractivo como la gente decía, siempre lo comparaban con Eros y él ni siquiera se pasaba por la cabeza que pudiera llegar a sus talones, es decir, Eros era un Dios y él un simple mortal. No era hijo único, pero sus padres siempre le llenaron de todos los lujos que había en el mundo mortal y le presumían con su pueblo como si fuese un trofeo, a diferencia de con sus hermanas mayores. Era abrumador y la verdad es que estaba incómodo, la gente comenzaba a crearse un culto para él, haciendo fiestas y llevándole regalos para que les hiciera favores, él no era ningún dios y comenzaba a creer que por esas ideas es que no podía conseguir una pareja estable.

Todos los pretendientes que llegaba a tener al final le abandonaban, poniendo millones de excusas, se sentía solo e inalcanzable, de la peor de las maneras. Deseaba saber cómo hacerle entender a todos que era igual de frágil y efímero que ellos.

Finalmente, cuando sus padres se cansaron de verle tan triste decidieron consultar a un oráculo para que les contara del destino de su pobre hijo. Debieron escalar una montaña para poder llegar al hogar del oráculo que era de su confianza. El templo pudo ser precioso en su momento, pero ahora estaba tan desgastado y abandonado que daba una sensación de temor en el pecho, pero los reyes no tenían miedo porque conocían el lugar, llevaban a su hijo para que supiera de lo precioso que sería su destino con quién iba a casarse.

Al llegar descubrieron la silueta cubierta desde la cabeza a los pies, sus ojos violáceos brillaban mientras los veía fijamente y estiró una mano, inclinándose en una reverencia respetuosa.

—Esperaba su visita, mis señores —dijo descubriendo su cabeza para verles, con una sonrisa.

—Sabes a que venimos —dijo el rey, tomando la mano de su hijo.

—Sí, lo sé —dio unos pasos en su dirección, extendiendo una mano hacia el príncipe—. Venga, joven, le mostraré lo que los dioses tienen preparado para usted.

Se dejó guiar hasta la pileta de agua en medio del altar, le acomodó las manos en el borde de piedra.

—En el agua podrá ver lo que le espera, asómese sin miedo.

Tragó saliva y se inclinó sobre la pileta, las ondas en el agua comenzaron a cambiar de color, mostrándole un monte que estaba dentro del reino de sus padres, lo conocía bien.

—Solo habrá una criatura a la que podrá desposar, él le espera en la cima de este monte donde usted se presentará con los ojos vendados —le dijo en voz baja, solo para que él escuchara—. Lo conocerá pronto, le llevará al que será su hogar y le hará feliz, pero no debe desobedecerlo o perderá todo lo que tendrá.

— ¿Por qué con los ojos vendados?

—Jamás debe verlo, o sufrirá de forma terrible —advirtió con voz grave y amenazante.

Yuuri se vio en el agua en medio de la oscuridad, asustado y solo, era eso justo lo que le daba tanto miedo y con tal de ser feliz haría lo que el oráculo le decía.

— ¿Lo conoceré pronto?

—Tan pronto como usted lo desee —sonrió levemente, alejándose del agua que volvía a tener la imagen del monte en ella—. Le daré un consejo, pero no le repita estás palabras a nadie.

Asintió inclinándose para escucharle mejor, pues había bajado su tono de voz considerablemente.

—El ser que lo desposara le amará ciegamente y le hará feliz, así que, por favor, no olvide que siempre debe orar a Eros en agradecimiento por todo lo que reciba.

—Entiendo —susurró en respuesta, asintiendo despacio.

—Informaré a sus padres —dijo en voz alta, caminando de vuelta con los mayores.

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