Prefacio

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— ¡Vas demasiado rápido! —gritó asustada Cille.

— ¡¿Crees que esto es rápido, Cille?! —contestó alterado Pete.

Se encontraban en un auto, a una velocidad que sobrepasaba el límite marcado por aquel túnel. Ese horrible túnel donde su desgracia inicio.

Después de esa pelea que los llevó al arranque de la ira, Pete obligó a Cille a subir a su auto. Se dirigían a casa para terminar la pelea que los llevó a tomar decisiones erróneas. Cegados por el egoísmo, no ponían atención en la carretera: "Curva Peligrosa a Cien Metros".

El rechinido de las llantas fue tan fuerte, se podía sentir que el túnel vibraba al ritmo exacto, de los giros brutales que daba el auto.

Fueron varios los metros recorridos impactando en el concreto y en las paredes del túnel, hasta que finalmente, su último golpe fue devastador. El cuerpo de Cille pudo salir violentamente por el parabrisas, haciéndolo chocar contra una pared y enseguida, cayó en el cofre destrozado del auto.

Pete quedó atrapado. Los restos del aparatoso accidente oprimían el pecho y abdomen de Pete, dejándolo inmóvil, sin poder ir a auxiliar a Cille, que se encontraba en un charco de sangre.

Al ver esta escena, Pete hizo de todo para liberarse, pero sus intentos fueron en vano. Solo le quedaba gritar, llorar y sentir dos dolores, con la diferencia de que el sentimental, era el dolor más fuerte que recibió.

— ¡CILLE! —gritó frustrado —. ¡HÁBLAME CILLE!

Pero ella no reaccionaba, no se movía.

— ¡Ayuda, por favor! —comenzó a llorar —. Cille no me dejes, por favor mi niña. Reacciona Cille, ve por ayuda, no me dejes.

Los pocos autos que circulaban en ese túnel, se detuvieron para ayudar. Las ambulancias llegaron y comenzaron a hacer las labores de rescate. A Cille la levantaron y la subieron rápidamente a una camilla, dándole primeros auxilios... de resucitación.

Pete no soporto ver ese momento. Un momento el que lo cambiaría por siempre y es ese momento, el que dejará una herida que nunca sanará.

Después de una labor compleja de los paramédicos, se declaró oficialmente la hora de muerte de Cille, cubriéndola con una sábana blanca que pronto se convertiría en roja.

Justo en ese momento, todo se desvaneció para Pete.


— ¡NO CILLE! —gritó Pete abriendo los ojos llenos de lágrimas y tomando aire en exceso.

—Pete, ¿qué pasa? —contestó Cille despertando muy asustada.

—Cille, tuve ese horrible sueño de nuevo—contestó mientras la abrazaba.

—Tranquilo mi príncipe, ya pasó. Solo quedaron rasguños de ese accidente —dijo Cille mostrando una sonrisa llena de paz —. ¿Quieres dormir?, mañana nos espera un día cansado.

—Le doy gracias a Dios por esta segunda oportunidad. Te Amo, mi niña —dijo Pete besando a Cille.

Ella Es CilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora