Chapter 1: The Beginning

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Era una mañana fría y oscura en el centro de Seúl. Los carros emanaban aquel humo irritante para algunos que solo provocaba que comenzaran el día amargados... El típico tráfico de la ciudad provocador de que algunas personas llegaran tarde a sus destinos, mientras que otros solo se estrezaran y vayan maldiciendo por todo su camino. Solo una persona muy positiva podría verle un lado lindo a este día del mal... En las calles parecía como si a todos les hubieran inyectado una dosis de ira y enojo mezclados con un gas anti-felicidad. Las grises nubes aproximándose solo indicaban que pronto comenzaría a llover y eso significaba ropa mojada, zapatos arruinados, peinados destrozados, en pocas palabras...un infierno para cualquiera.

Y esto no era excepción para él. Se levanto con aquel típico mal humor por el cual era conocido. Nadie se atrevía a meterse con él porque sabían que terminarían mal... No era un chico tranquilo ni pacifista, es más, por el contrario, amaba las peleas por cualquier motivo. Un carácter único. Una ducha helada y un café amargo por la mañana era su rutina de siempre. Vestido con unos jeans negros ajustados con unas cuantas cadenas colgadas, una camiseta también negra ajustada a su marcado y muy bien trabajo cuerpo, junto a una chaqueta de cuero que afirmaba sus musculosos brazos. Guardo lo necesario en su mochila, aburridos y torpes libros que solo hacían más peso, llaves, billetera, unos cigarros con un encendedor, celular, y, por que no, un paquete de condones, y salió de casa.

Los audífonos eran su "escapatoria" del mundo...solo así podía evitar a cualquiera que quisiera interrumpir en su camino. Arruinar cualquier pensamiento que estuviera en su retorcida y maltratada mente, o simplemente, estorbar y colmar su paciencia. Subió a su motocicleta tambien negra como la noche y se puso en rumbo a la prisión. Es decir, al instituto. Era obligado a asistir por su progenitora, ya que él solo quería seguir los mismos pasos que su padre. Aquel hombre mafioso, traficante de drogas, metido en los mayores problemas que pueden haber de corrupción. Conocido por cualquier delincuente y apostador en toda la ciudad...

Ese era su ejemplo de paternidad.

Un mundo perfecto para él. ¿La razón? Dinero, mujeres, drogas, alcohol, diversión, todo lo que cualquier chico quisiera. Y hubiera estado muy cerca de conseguirlo de no ser por aquella señora que le dio la vida. Ella aun tenía la esperanza de que su hijo se alejaría de ese camino de mierda al cual lo llevaba su propio ex esposo. Pero no contó con que el menor también deseara seguir sus mismos pasos. No quería tan final fe desgracia para su querido hijo...es más, ella buscaba que pudiera salvarse y encontrar otro modo de ser feliz...

Su madre pensaba que la mejor solución para distraerlo de esas "pérdidas de tiempo", como ella le decía, era asistir a un lugar donde podría ser educado con la mejor calidad que existiera en el país, aunque eso le produzca un enorme odio hacia su propia persona, por parte de su hijo.

Al llegar al sitio estacionó a su mejor amiga y bajo de esta. Camino a paso lento con aquella fría y rígida mirada provocadora de pre-infartos de algunos chicos y suspiros por parte de las chicas. Todo un cazanobas.

-Qué cuentas Choi- se acerca a él con una sonrisa lasciva en su rostro.

-La misma estupidez de siempre, ¿y tú? ¿A cuántos estafaste ya?- contesta mirándolo de reojo.

El más bajo soltó una carcajada mientras negaba con la cabeza mirando hacia el frente.

-Aun no...es muy temprano...pero quizás pronto-

-Así me gusta...- dicho esto ambos entraron al salón de clases donde tendrían la primera tortura, historia. Él y su grupo no eran nada aplicados y los profesores los odiaban...por lo que realmente el asistir a clases era todo un puto infierno.

-tomen asiento-

murmuró el anciano y calvo profesor una vez sentado en su escritorio. La clase empezó, y como siempre, resulto ser más aburrida que la anterior. Aquel señor tendría que haberse retirado hace ya unos 15 años...pero su amor por la historia lo hacia permanecer aun con fuerzas.

-Me vale verga saber quién fue el primer presidente- susurró hacia su compañero con su típico tono de voz característico de él.

-¿Crees que a mí no? Pero el maldito anciano quiere que respondamos esto o nos pondrá cero...y no quiero que le reprueben y terminen botando mi maldito trasero de este lugar-

-A mí sí me gustaría... De echo, eso es lo que más deseo- comentó frunciendo el ceño.

-Estamos a un año de graduarnos...yo creo que con un poco mas de droga si podremos- suelta una carcajada junto al más alto.

-Tienes razón, Jinki...tienes toda la razón. Terminemos esta mierda de una vez-

Y así ambos pasaron los tres primeros malditos cursos que parecían haber estado hechos específicamente para darles un insoportable dolor de cabeza junto a una pastilla para dormir.

Un mal inicio del día.

A la hora del almuerzo fueron a la cafetería. Como era de costumbre se juntaron con su grupo de amigos que aspiraban ser como ellos, tambien eran unos rebeldes sin causa que el instituto odiaba. Casi siempre paraban rodeados de un grupo de porristas populares y que estaban dispuestas a todo por estar con alguno de ellos...sobre todo con el principal del grupo. Con aquel chico alto y musculoso, capaz de ganar en una pelea contra 5 personas sin despeinarse.

Era un chico malo.

Aquel chico por el cual todas suspiran y son capaces de iniciar la tercera guerra mundial con tal de tenerlo con ellas. Los rumores decían que podía estar todo un día completo teniendo sexo sin cansarse, dándole el mayor placer a su acompañante de la noche, quien solía variar cada día. Era un juego para él... La que tenía la falda más corta, el escote mas abierto, y era la más provocativa...en otras palabras, era la más puta, solía ser la ganadora de la noche, la afortunada ganadora del mejor polvo de toda su vida.

-Hola Minho...-

-¿Cómo estas?-

-Te ves tan bien con esos pantalones...-

-Cada día eres aun más atractivo y sexy...-

Los cumplidos le llovían por aquel grupo de chicas que había llegado a su mesa. Gringas, castañas, morenas, asiáticas, extranjeras, de todo tipo le coqueteaban... Y él no era nada racista a la hora de tener sexo.

-lo sé lo sé... No son nuevos sus cumplidos...- miraba a cada chica de pies a cabeza tratando de que alguna llamara su atención. Sin embargo el quien la tuvo fue el director cuando entro a la cafetería. Cada vez que se hacia presente todo el mundo a su alrededor se quedaba en completo silencio.

Había entrado junto a una pareja que parecía ser de esposos y atrás su hijo...un chico pequeño y delgado, de piel blanquecina como la leche y unos ojos castaños con un brillo único. Sus labios rosados y delgados resaltaban en su delicado y angelical rostro, al igual que su distinguido cabello castaño claro revuelto por el viento. Un look que lo hacia ver indefenso, débil y sobre todo muy tímido. Chicos así habían muy pocos...aunque todos ya habían pasado la "iniciación" por lo que este nuevo pequeño estudiante iba a ser ideal...

Un blanco perfecto.

Por como el director les hablaba mientras movía sus manos, sonreía al ver a algunos alumnos y miraba el lugar con orgullo y respeto parecía que les estaban enseñando las instalaciones del instituto a aquella pequeña y, por como se veían, de clase media o hasta baja familia... Y eso solo significaba una cosa...

Carne fresca...

Dime que me amas (2Min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora