Aarón –después de tres semanas– no había llegado por ella a la hora acordada y por más que Nat marcaba su número telefónico este la mandaba directamente a buzón.
«Algo en el trabajo debía haber hecho que se atrasará o tal vez lo habían requerido para algunas entregas y él se ofreció, después de todo, un dinero extra no les caía mal. Todavía podía esperarlo» Eso era lo que ella quería creer. Pero eran las diez de la noche, ¿quien saldría tan tarde?
Pasaron treinta minutos y el moreno seguía sin dar señales de vida, no tenía sentido, mínimo le hubiera avisado para que tomará un taxi. Quince minutos más y la castaña empezaba a morderse las uñas por culpa de su novio, si seguía esperando lo más probable era que no llegará, ya había perdido todas las esperanzas.
— ¿Sigues aquí Nat? — Xavi estaba detrás de ella cerrando la tienda — ¿Y tu novio?
Se le había olvidado que Xavi aun seguía ahí porque le había tocado hacer inventario.
— No ha llegado y no contesta el maldito celular... ¿Crees que puedas llevarme?
— Claro, sabes que no es molestia para mi.
Dio las gracias a Xavi y a todos los dioses del mundo porque no se iría sola.
Nat le volvió a dar las gracias cuando la dejo frente a su casa, lo vio irse y se giró sobre sus talones para ingresar a su casa.
Ojala Xavi nunca hubiera aparecido. Ojala Nat no le hubiera propuesto que la llevará a su casa. Ojalá ella hubiera optado por la opción de caminar. Ojalá pudiera regresar el tiempo.
Aarón estaba a unos metros de ella, la miraba de arriba a abajo cual felino a su presa. El corazón de Nat comenzó a bombear rápidamente y un escalofrío recorrió su espina dorsal.
Natalie conocía muy bien esa mirada.
En un abrir y cerrar de ojos estaba siendo arrastrada hacía dentro de la casa. El olor a alcohol y cigarros inundo sus fosas nasales y las lágrimas se apoderaron de sus hermosos ojos grises los cuales sólo podían transmitir miedo.
— ¿¡De nuevo con ese tipejo!? — tomo bruscamente a Nat de los hombros para que le respondiera pero de ella sólo salían sollozos.
Como Aarón no vio respuesta le soltó una bofetada haciendo que su mano se marcará totalmente en la blanca piel de su chica. Las lágrimas sólo aumentaron y eso en vez de hacer que el chico frente a ella reaccionara provocó que sus ganas de golpearla y hacelar suya aumentaran de una manera que daba terror.
Sin pensarlo bien, el moreno llevaba arrastrando a Nat hacía su habitación. Ella quería correr, escapar, irse lejos. El chico frente a ella no era el chico que tanto amaba.
El chico frente a ella era un monstruo.
— Por favor, detente — aquellas palabras fueron una suplica.
Pero el cerebro de Aarón lo interpreto como un: “Sigue, por mi no te detengas ”.