Capítulo 2.

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Salí a dar un paseo por Madrid.
Llevaba en la ciudad un año.
Nunca eché en falta a mi madre, sabía que era feliz con Bernad y yo tenía a mis tías, que me adoraban.
Había sido muy traviesa y siempre corría de un lado a otro por los campos de olivos y solía esconderme en las bodegas entre los toneles de aceite; pero ahora estaba en Madrid y mi vida había cambiado.
  Empezaba a llover más y apunte el paso. Tenía auto, pero rara vez lo sacaba del estacionamiento, pues prefería los taxis, que eran más cómodos para mí.
  Vi una galería de arte y entré. Empecé a mirar aquí y allí. Había colgados cuadros preciosos y mucha gente los estaba admirando. Parecía que era la inauguración de la exposición. Pude ver la firma del autor: Orson Morton.
  Fui de un lado a otro contemplado las obras y al girar tropecé con alguien. Era un hombre joven, de pelo rojizo, y no pude ver sus ojos porque llevaba gafas de sol.
Vestía una especie de casaca con flecos y unos pantalones un poco extraños para mi gusto. Calzaba botas.
  -¿Le gustan?-me preguntó.
  Me alcé de hombros.
  -, mucho...
  Entablamos una conversación trivial, pero caminando y caminando, llegué de nuevo a la calle y él iba a mi lado.
  -Llevo en España más de un mes y me parece un siglo.
  -¿Es que no le gusta España?
  -, me gusta, pero no voy a detenerme aquí más que otro mes.
  -¿Y eso?-pregunté.
  -Soy un aventurero. Me gusta recorrer el mundo, verlo todo y palparlo todo.
  Llegamos a una cafetería de enfrente.
  -Te invito un café o una copa de vino -me dijo tuteándome.
  Acepté, pues no tenía otra cosa que hacer. Sentimos una conexión muy especial. Me pareció que lo conocía de siempre...
  El se despojó de las gafas antes de subirse a la banqueta del mostrador de la cafetería. Nunca había visto unos ojos tan fascinantes: verdes, azules, o grises... Nunca supe con exactitud cuál era el color de los ojos de Orson.
  Yo nunca había tenido novio, para mi los estudios habían sido toda mi vida. Era pues, la primera vez que un hombre me decía con una voz muy especial:
  -Eres una chica muy bella.
  En realidad, debía ser cierto. Recordaba a veces cómo me miraban los trabajadores de la finca, sobre todo el administrador, Jaime Toribio.
  Hablamos mucho. Era agradable, simpático a más no poder, y seductor.
  Tal vez se debía a que yo no había tenido trato amoroso con hombres, pero me resultó incluso emocionante tener una súbdita amistad con aquel pintor que, según parecía, era famoso.
   Cuando nos despedimos, me dijo:
   -Me gustaría que me dieras tu número de  teléfono... Algún día podría llamarte.
  Y se lo di.
  No se me ocurrió pedirle el suyo, por que estaba avergonzada ante aquella súbdita amistad con un hombre que no era como todos los demás.
  Pensé en él toda la noche, y lo curioso fue que me llamó dos días después.
  -Te invito a almorzar -me dijo-.
Voy a quedarme un poco más en Madrid y no tengo muchas amistades. Me gustó mucho conocerte.

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"Soy un aventurero. Me gusta recorrer el mundo...",le dijo Orson a Marita cuando se conocieron. Y surgió una conexión especial entre ellos.

Algo Más Que Fascinación© Corin TelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora