Capítulo 6.

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Cuando llegué a Ottawa al día siguiente, iba demarcada y destrozada por dentro. Mi madre, al abrazarme, solo me dijo:
  -Estás muy delgada.
  No me preguntó por qué, de repente, después de tantos años, iba a pedirle ayuda, porque desde luego, no iba a otra cosa, pero como no preguntó nada, nada le dije. Únicamente cuando conocí a su marido y vi su rostro bondadoso y aquella ternura con la que trataba a mamá, volví a pensar en Orson y sentí mucho dolor.
  Dos meses después, no pude disimular mi embarazo y le dije a mi madre:
  -Mamá, voy a tener un hijo.
  Ella se alegró sin hacerme preguntas.
  -Te quedarás con nosotros, ¿verdad, Marita? Quiero ayudarte.
  -. De momento me quedaré, he sacado la notaría, pero esta tío Enrique.
  -¿No vas a ocuparla?
  -No tengo prisa. Tío Enrique estará allí hasta que yo valla a sustituirlo.
  Mamá, tan discreta como siempre, no me preguntó quien era el padre de mi hijo, y yo guardé mi dolor.
  Intente mil veces olvidarme de Orson, pero nunca fui capaz.
  En Ottawa conocí a hombres agradables, pero no me pasó por la mente olvidar a Orson casándome con otro. Eso si, les escribí a mis tías para decirles que estaba con mi mamá. Ellas ya sabían que había sacado la oposición y les decía que quería vivir con mamá una temporada para conocer a mi padrastro. Decía un montón de cosas tontas, porque ninguna de ellas me disculpaban. Ellas me habían criado y media finca me pertenecía por herencia, y yo ni siquiera me ocupaba de mis intereses.
   El marido de mi madre poseía un negocio espléndido y vivía en una mansión casi de ensueño.
  Mi embarazo iba avanzando y nació mi hijo, a quien llamé Mikel.
  Allí creció y pasé sus primeros 8 años.
  Es ese tiempo intentaba olvidar y siempre recordaba las palabras de Orson: "No todo es fascinación. No todo es fascinación"...
  Mi hijo crecía fuerte y grande, y era el vivo retrato de Orson.
  Mamá adoraba a mi hijo y también Bernard. Yo seguía mustia, buscando lo que había perdido.
  Un día recibí una carta del tío Enrique. Estaba cansando, me decía que deseaba irse con tía Adela a recorrer el mundo, llevaba ha demasiado tiempo sentado en un despacho. Me pedía ayuda, me decía que  necesitaba irse y que lo más lógico era que yo ocupase el lugar que me correspondía.
  Se lo dije a mamá:
  -Tengo que irme.
  -¿Ahora?
  -Sí, y me iré con el niño.
  -Podrías dejarlo...
  -No, mamá es mi hijo y tiene que venir conmigo.
  -¿Y dónde está su padre?
  -Fue una aventura.
  -Pues no cabe duda que ha sido una preciosa aventura, hija mía.
  No había ironía en sus palabras. Mamá era así, una mujer moderna que aceptaba situaciones a veces inconfesables.
  Vestí a mi hijo, lo dispuse todo y salí de Ottawa un día cualquiera. Pasé por Madrid y me quede un día para comprarle ropa a Mikel. Era un chico precioso, erguido y muy especial. Sobre todo, muy inteligente.  A los 8 años parecía que tenía 10.

Algo Más Que Fascinación© Corin TelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora