Cuando llegué a Ottawa al día siguiente, iba demarcada y destrozada por dentro. Mi madre, al abrazarme, solo me dijo:
-Estás muy delgada.
No me preguntó por qué, de repente, después de tantos años, iba a pedirle ayuda, porque desde luego, no iba a otra cosa, pero como no preguntó nada, nada le dije. Únicamente cuando conocí a su marido y vi su rostro bondadoso y aquella ternura con la que trataba a mamá, volví a pensar en Orson y sentí mucho dolor.
Dos meses después, no pude disimular mi embarazo y le dije a mi madre:
-Mamá, voy a tener un hijo.
Ella se alegró sin hacerme preguntas.
-Te quedarás con nosotros, ¿verdad, Marita? Quiero ayudarte.
-Sí. De momento me quedaré, he sacado la notaría, pero esta tío Enrique.
-¿No vas a ocuparla?
-No tengo prisa. Tío Enrique estará allí hasta que yo valla a sustituirlo.
Mamá, tan discreta como siempre, no me preguntó quien era el padre de mi hijo, y yo guardé mi dolor.
Intente mil veces olvidarme de Orson, pero nunca fui capaz.
En Ottawa conocí a hombres agradables, pero no me pasó por la mente olvidar a Orson casándome con otro. Eso si, les escribí a mis tías para decirles que estaba con mi mamá. Ellas ya sabían que había sacado la oposición y les decía que quería vivir con mamá una temporada para conocer a mi padrastro. Decía un montón de cosas tontas, porque ninguna de ellas me disculpaban. Ellas me habían criado y media finca me pertenecía por herencia, y yo ni siquiera me ocupaba de mis intereses.
El marido de mi madre poseía un negocio espléndido y vivía en una mansión casi de ensueño.
Mi embarazo iba avanzando y nació mi hijo, a quien llamé Mikel.
Allí creció y pasé sus primeros 8 años.
Es ese tiempo intentaba olvidar y siempre recordaba las palabras de Orson: "No todo es fascinación. No todo es fascinación"...
Mi hijo crecía fuerte y grande, y era el vivo retrato de Orson.
Mamá adoraba a mi hijo y también Bernard. Yo seguía mustia, buscando lo que había perdido.
Un día recibí una carta del tío Enrique. Estaba cansando, me decía que deseaba irse con tía Adela a recorrer el mundo, llevaba ha demasiado tiempo sentado en un despacho. Me pedía ayuda, me decía que necesitaba irse y que lo más lógico era que yo ocupase el lugar que me correspondía.
Se lo dije a mamá:
-Tengo que irme.
-¿Ahora?
-Sí, y me iré con el niño.
-Podrías dejarlo...
-No, mamá es mi hijo y tiene que venir conmigo.
-¿Y dónde está su padre?
-Fue una aventura.
-Pues no cabe duda que ha sido una preciosa aventura, hija mía.
No había ironía en sus palabras. Mamá era así, una mujer moderna que aceptaba situaciones a veces inconfesables.
Vestí a mi hijo, lo dispuse todo y salí de Ottawa un día cualquiera. Pasé por Madrid y me quede un día para comprarle ropa a Mikel. Era un chico precioso, erguido y muy especial. Sobre todo, muy inteligente. A los 8 años parecía que tenía 10.
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Algo Más Que Fascinación© Corin Tellado
JugendliteraturMarita vivía un amor apasionado con Orson, pero él no quería compromisos ni pensar en el futuro.