Capítulo 5.

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Fue un día cualquiera. Estaba acostada en un sofá cerca de mi novio, cuando de repente le dije en voz baja:
  -Un día tienes que venir a conocer mi finca. Cuando nos casemos y tengamos hijos, estarás viajando por el mundo, pero regresarás a mi lado, que yo estaré cumpliendo mi deber como notaria.
  Nunca olvidaré la mirada verdosa que lanzó Orson sobre mí.
  Se sentó primero en el sofá y luego se levantó. Allí parado me dijo:
  -Me parece que estas hablando de algo que yo desconozco
  -No -Le dije -. Estoy hablando del futuro de ambos...
  -Has dicho algo de matrimonio.
  -Pues , es lógico, ¿no?
  -No. Te estás equivocando, Marita.
Y te lo digo de verdad, con todo el afecto del mundo. Yo no soy un hombre de matrimonio ni padre de hijos yo soy un hombre libre, me gusta la libertad y hacer lo que quiero, y tener una relación como la que tenemos ahora.
  -Me senté y lo miré desconcertada.
  -¿No piensas casarte conmigo?
  -Claro que no. Te has equivocado mucho, Marita...un montón te diré de verdad. Tengo esta relación y me parece maravillosa. Jamás he deseado a una mujer como te deseo a ti. A mi no me basta una semana, ni un mes, ni un año, necesito tenerte toda la vida.
  -Es decir, que pretendes tenerme así.
  -¿Así como, Marita? Me basta tenerte y ya soy feliz. Además te necesito.
  -Tu no sabes lo que estas diciendo, Orson. Tengo que volver a mi pueblo, ejercer de notaria y que mis tías se sientan orgullosas de mi dignidad.
  -Eso es puro cuento. Eso lo inventó alguien que estaba desocupado...
  -Orson, ¿hablas en serio?
  -Sí, por su puesto. Nunca he tendió en mente formar una familia. Solo siento la necesidad de amar y de tener ese amor, y de vivirlo inmensamente pero casarme... Nunca me ha pasado por la imaginación.
  Me levanté y lo miré fijamente.
  -Se lo que estoy haciendo hoy, y necesito hacerlo, pero mañana... -se alzó de hombros- cualquiera sabe.
  Y sonrió de una forma que no me agradó. Era la primera vez en mi vida qué recibía un desengaño, que me sentía completamente utilizada.
  -No te enfadarás por eso -me dijo levantándome  la barbilla con el dedo.
  No estaba enfadada, pero si desilusionada. Y estaba dispuesta a todo menos a seguir así. Además, había sabido días antes que estaba embarazada.
  Con toda la indiferencia del mundo, ese día por la noche lo llamaron y dándome un beso, pensando que sus palabras no me habían ofendido y considerando quizás que yo aceptaba su forma de pensar, se marchó.
  Preparé mi equipaje y me fui al aeropuerto. Estaba decidida a marcharme del lado de Orson.
  A veces pensaba en mi madre. Apenas conocía a su marido, Bernard, pero llevaba ya muchos años casada con él y siempre nos hablaba de su enorme dicha.
  Mi madre no había tenido más hijos.
  Desde el aeropuerto le envié un e-mail.
"Voy a verte", le dije.
  Y subí al avión. No le había dejado a Orson ni un papel con el adiós, pero aquello se había terminado.
  Yo tenía en mente ocupar mi notaría, casarme y tener hijos, formar una familia, pero estaba visto que Orson no pensaba igual. Le había hablado a Orson de un futuro que a fin de cuentas era de los dos, y me había mirado con desdén.

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"No me casaré ni tendré hijos", le dijo Orson. Y Marita se sintió desilusionada. Además, se había dado cuenta de que estaba embarazada.

 

Algo Más Que Fascinación© Corin TelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora