La Flaca

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No es buena idea mezclar lo que suelen llamar amor con nuevas tecnologías, te lo digo por experiencia. No estamos preparados, menos en estos tiempos. Tenemos más libertad que antes, eso sí. Por suerte las relaciones ya no son tan rígidas y estructuradas como en la época dorada del patriarcado. Ahora somos más libres, sí. El problema es que nadie nos ha enseñado cómo manejar esa libertad, mucho menos cómo manejar nuestras emociones.

Sabes, hace años me fijé en una chica, la Flaca. Puede que al principio fuera mera atracción física. Era un adolescente y saltaba a la vista que la Flaca estaba buena. No le faltaban pretendientes, tampoco novios. Tuvo varios, perdí la cuenta, no solía durar mucho con ninguno. Algunos de mis amigos la llamaban «zorra» con la hipocresía propia de los jóvenes que aplauden cuando un chico salta de flor en flor, pero que cuando se trata de una chica son los primeros en insultarla. Como si una chica no pudiera tener la misma libertad de acostarse con quien se le antoje como hacen los tíos.

El caso es que con el paso del tiempo llegué a conocerla mejor. Me di cuenta de que la Flaca era mucho más que una cara bonita. Puede que me identificara con ella porque había pasado por momentos chungos al igual que yo, su madre estaba en la cárcel, su padre por ahí perdido. Se la habían pasado como un objeto entre familiares y amigos hasta que acabó adoptada por una amiga de su madre que vivía en el mismo barrio que nosotros.

Me fascinaba como siempre lograba seguir adelante con una amplia sonrisa en los labios. Me fascinaban su sencillez y sus ganas de ayudar a gente en problemas. La veía como un ejemplo a seguir yo mismo. Verla me daba nuevos ánimos en mis momentos de dudas.

Pensarás que me enamoré, puede, no te sabría decir. El amor es esquivo, difícil de definir. Además, estuvo de novia con un par de amigos míos, el Sebas y el Tey, por lo que tampoco tenía ganas de liarla. La admiraba desde la distancia como amiga y ya.

El problema empezó cuando me mudé de la ciudad en busca de faena en medio de la crisis.

Empezamos a escribirnos por Facebook, ni idea quién empezó con aquello, luego fue el Whatsapp, hasta que un día se enfadó conmigo por algo que no recuerdo y me dejó de hablar.

Resulta que en la distancia me había dado cuenta de que realmente me molaba esa piva. Por eso le escribí un largo texto pidiendo que por favor no se alejara, confesando que estaba enamorado de ella. Puede que fuera un poco exagerado, no lo sé. Nunca he sido capaz de ver el límite entre el amor, la amistad y el cariño. ¿Acaso existe?

Resultó que tenía novio. No me importó demasiado, puede que a veces fantaseara con salir con ella, pero sobre todo quería verla feliz. Seguimos hablando como amigos.

El caso es que se lo dejó con su chico y por alguna razón en Nochebuena, unas semanas después, me comentó por whatsapp que estaba harta de novios y que solo tenía ganas de tener a alguien pa' follar que no la liara para nada más. Te imaginarás que me lo tomara como una indirecta. Comenté que si yo le servía, podía follar conmigo. Para mi sorpresa dijo que sí, que le parecía alguien muy atractivo.

Estaba el problema de la distancia, debido a mi nuevo curro vivíamos a más de setecientos kilómetros y no podía permitirme escapar antes de las vacaciones, ni ella tampoco. Medio en broma, medio en serio, quedamos en que lo haríamos cuando nos viéramos tres meses después en Semana Santa.

Una semana después me escribió en medio de la noche para decirme que no había podido dejar de pensar en ello, que siempre se había dicho a sí misma que yo no le gustaba como chico, pero que tal vez sí. Me sorprendió, de todas formas quedamos en que por el momento solo sería follar y ya, siempre y cuando ninguno de los dos iniciara una relación seria con otra persona.

Pájaro verde, ciudad grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora