-¡Debe ser consciente, Señora Nanase!- la enfermeras trataban de controlar a la mujer en la entrada del hospital. -Su nieto aún no está en condiciones de abandonar el hospital
-Casi ha pasado un año y ustedes, ineptos, no han hecho nada por mi nieto. Sigue anclado en esa cama...
-Fue un accidente muy grave, estuvo a punto de morir... Su recuperación ha sido muy lenta, pero ha hecho progresos.- El médico de turno, hablaba serio. Firme. Pero Haruka había heredado la terquedad de esa mujer, así que ella seguía decidida en sacar al pequeño ojiazul de ese lugar.
-Me lo llevaré. Ya no hay motivos por los que deba seguir aquí. He acondicionado mi casa para que no le falte nada.
Sousuke llegó corriendo, literalmente. Gracias al cielo había hecho caso a su sentido común y se dio una ducha rápida, se afeitó y peinó decentemente. Ahora, con su uniforme, atravesaba la puerta en el momento justo en que la abuela Nanase soltaba sus palabras.
-Haruka no necesita solo espacios acondicionados...- se atrevió a interrumpir. -Sin la ayuda de un fisioterapeuta y las terapias necesarias, la probabilidad de que no vuelva a caminar, hablar o a tener una vida digna se reducirá de forma dramática...
La mujer le dirigió una mirada helada. Analizándolo de arriba a abajo. Ah, ya lo recordaba. Según lo que le habían dicho por teléfono, él era el encargado de su nieto. Básicamente, gracias a él es que estaba progresando.
-Contrataré a un nuevo enfermero...
-No necesita de un enfermero. Necesita de alguien que ya lo conozca, que sepa sus rutinas, que..
-Suficiente, Sousuke- la fuerte voz de su superior lo hizo callar. Jamás le habían hablado así. No le quedó más remedio que obedecer. -Entendemos su frustración, Señora Nanase. Pero si usted se lleva a Haruka sin tener antes todo lo necesario para su traslado y cuidado en Japón, nuestro hospital puede demandarla por maltrato infantil.
Todos en aquella pequeña sala de espera quedaron en total silencio. Iba en serio. Totalmente en serio. Ese hombre no se andaba con bromas.
-Sólo necesito dos, quizá tres, meses más.- el de ojos turquesa encaró a la mujer.
-Ya he pagado suficiente y no estoy dispuesta a desperdiciar ni un centavo más aquí. Me llevaré a mi nieto y lo atenderán mejor en nuestro país.
-Lo está poniendo en riesgo... Puede que no recuperemos su habla o su caminar.
-Sousuke...- advirtió el superior.
-Debo devolverle su infancia... Es todo lo que puedo hacer...- pero el castaño lo ignoró.
-Sousuke...- esa ya no era advertencia.
-Me lo llevaré- sentenció la abuela Nanase, mirando fijamente al médico encargado. Quién sólo asintió.
-Pase a firmar los papeles del alta voluntaria...- le señaló el camino a seguir y una enfermera se ofreció a acompañarla.
-Pero, Señor...
-Estás despedido, Sousuke... Recoge tus cosas, pasa por el expediente de tú paciente y te espero en mi oficina en 20 minutos.
Jamás había sentido lo que era el verdadero poder del pánico hasta ese momento. No tuvo más remedio. Orden que recibía era la misma que debía obedecer. Asintió, ante la mirada atónita del resto de enfermeras y pegó media vuelta para tomar sus cosas de la sala de médicos.
No había mucho que rescatar en realidad. Su uniforme y bata de repuesto, su termo donde solía llevar café cargado para despertar. Dos libros pequeños de anatomía y uno de cuentos que esperaba empezar a leerle a su paciente favorito. Esas y otras nimiedades, fueron guardadas sin dificultad en la mochila. Y con su carga, entró a la famosa habitación.Haruka le recibió sentado, con los ojos brillando en sorpresa, pero los labios tensos. Estaba molesto. Preocupado, tal vez. No lo había visto en 24horas y eso... Después del tiempo juntos, era mucho decir. Aún así, no pudo dejar que el pequeño notara lo mal que se sentía en ese momento. No quería que su despedida lo sumiera en depresión y dificultara aún más su recuperación.
-No me mires así...- murmuró, acercándose a la cama y rozando los pies del chico como acostumbraba a hacerlo, para asegurarse de que aún había sensibilidad en la zona. -Fui obligado a tomar un descanso- la mirada curiosa en esas orbes azules le provocó sonreír de forma más natural. -Las órdenes de mi superior no pueden ser ignoradas...
Haruka palmeó un pequeño lugar a su lado en esa cama y el otro obedeció. Se sentó a su lado y se inclinó a dejarle un beso en la sien. Esa sería su despedida...
-¿Estás enojado conmigo?- el chico negó con la cabeza suavemente. -Es un alivio...- fingió soltar un suspiro. -¿Me extrañaste ayer?- asintió una sola vez. -Y yo a ti... Estaba preocupado. Temía que fueras a ponerte rebelde y no quisieras comer o hacer tus terapias- el niño abrió la boca, pero no salió nada de ahí. El pequeño instante en que el corazón del terapeuta se detuvo fue por una esperanza vana. No escucharía nunca la voz de ese pequeño.
El suave toque en la puerta, le alertó. Su tiempo se acababa.
-¿Me prometes algo?- Haruka le miró con sus enormes mares azules, curiosos y brillantes. Sousuke esperó para continuar hasta que el menor asintió. -Esfuérzate mucho. Termina con tus terapias, come toda la comida que te den... Aunque sepa feo. Y pronto, muy pronto... Volverás a nadar.- No pudo contenerse en ese momento. Sus brazos rodearon el delgado y frágil cuerpo de su paciente, manteniéndolo pegado contra su pecho por largos segundos hasta que, de nuevo, tres toques en la puerta dieron el funesto aviso.
Haruka sintió una terrible angustia tras ese abrazo. Sus pupilas se movían ansiosas de un lado a otro buscando la explicación a ese remolino de ansiedades en su pecho. Pero no encontraba nada. Sólo pudo ver a Sousuke tomando esa fea carpeta metálica con todos sus papeles. Notó esa sonrisa rota. Y por más que trató de estirarse para detenerlo, por más que trató de llamarlo... Nada de eso evitó que la puerta se cerrara y ya no pudiera verlo más.
Sentía que sus pasos resonaban por todo el pasillo. Sentía que todos lo miraban. Sentía que su mundo se iba cayendo pedazo a pedazo... Y, sobre todo, sentía tanto no haber podido decirle adiós. Soltó un suspiro, resignado, no iba a ser su primer trabajo... De eso estaba seguro, pero tampoco era que esperaba que lo despidieran de esa manera. Pero... Así habían sido las cosas. Quedó de pie frente a la puerta del Coordinador del hospital. Su superior. El que le había enseñado tanto.
Respiró profundo varias veces y dudó en llamar a la puerta. Después de todo, lo estaba esperando... Pero el murmullo de una voz femenina le provocó mayor alteración de sus nervios. Llamó a la puerta y recibió permiso para entrar. Así que obedeció y casi se le va el aliento cuando vio a la abuela Nanase ahí.
-Toma asiento, Sousuke...
Se sentía como perro amaestrado. Sólo siguiendo órdenes con las orejas caídas y la cola entre las patas. De nuevo, obedeció. Ya esperaba las quejas, los regaños e incluso amenazas. Pero se sentó recto, con la mirada al frente y orgulloso. Había hecho un buen trabajo mientras se lo permitieron.
Sin embargo, ninguno de los presentes pudo articular palabra alguna. La puerta se abrió de golpe y un pequeño cuerpo frágil cayó al suelo después del esfuerzo.
-No... Me quiten... A Sousuke...
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Yo Te Cuidaré...
ФанфикLa mayor motivación para un terapeuta físico es la óptima recuperación de su paciente. Pero para Sousuke Yamazaki, significa más que eso... Sobretodo cuando su paciente es un pequeño que parece necesitar más que sólo terapias...