Sousuke lamentó un poco los esfuerzos de la abuela Nanase. Ella había mandado construir hermosas instalaciones llenas de aparatos y herramientas para la rehabilitación de su pequeño nieto y único familiar vivo, pero el terapeuta había descubierto que lo último que su paciente quería era estar encerrado, por lo que terminó moviendo casi todo el material al enorme jardín y así poder hacer las sesiones al aire libre. Bajo la luz del sol, con la brisa suave acariciándoles y con los sonidos de la naturaleza notó muchos mejores resultados. Avances que había visto en un par de meses, ahora los vio en semanas. Aunque aún no era capaz de definir si era el cambio de locación o sólo la intensa determinación que su paciente mostraba.
Los tres meses que había asegurado necesitar pasaron...
Y con esos meses se cumplió un año del accidente, un año de estar junto a Haruka y un año sin que éste supiera nada de sus padres.
—Parece que mi nieto necesita más de los tres meses que mencionaste de forma imprudente en el hospital de los Estados Unidos...— dijo la abuela con su voz fría y amarga como la peor de las medicinas para la tos. Causando que su ceño se frunciera. Claro. Había mentido, ni siquiera sabía cuánto más iba a tomarle rehabilitar a Haruka... pero estaba desesperado. Había necesitado cualquier promesa, por más absurda que sonara, con tal de hacer que no los separaran y poco le había importado haber dicho algo tan inverosímil. —Ya me dirige algunas palabras y se mueve un poco más, pero sigo sin verlo caminar y el que esté anclado a una silla de ruedas no me sirve.
—Las lesiones en sus piernas fueron severas, el periodo de recuperación en cama le hizo perder músculo y las lesiones en sus tendones hacen que el proceso sea similar a enseñarle a caminar a un bebé...— respondió con la misma frialdad. Sin embargo, le sorprendía que la mujer mencionara "algunas palabras", con él hablaba mucho... y lo hacía con naturalidad. Aún había momentos en los que le costaba un poco hilar las palabras, pero eran instantes apenas, nada de gravedad. No habría necesidad de llamar a un terapeuta de lenguaje y a juzgar por su testimonio de cómo pasaba las noches, la idea de un psiquiatra o psicólogo también parecía descartada.
Había muchos progresos, sí. Pero aún había mucho trabajo.
—Ocúpate de eso— ordenó. —Te recuerdo que firmaste el contrato en el que claramente dice que tu trabajo no termina hasta que Haruka esté completamente sano y capaz de retomar su vida con normalidad. Y eso incluye su hablar, caminar y todas las actividades que ya realizaba antes del accidente.
—Entonces recomiendo que contrate un profesor particular para que siga estudiando. No sólo su cuerpo necesita atención, también su mente...
—Ocúpate de eso —repitió, crispándole los nervios a Sousuke. Ella se apresuró a mirarle y a continuar hablando. —De las pocas palabras que me dirigió, la que más decía era tu nombre y que no quería a nadie más que a ti cuidándole...
No lo pudo evitar, se le escapó una ligera risa. Ahora entendía... Haruka era un pequeño dictador como su abuela... pero con ella. Así que la mujer recibía una cucharada de su propia sopa... ah, eso le hacía bastante feliz. Así que no hizo más que ignorar la expresión entre ofendida y curiosa de la abuela Nanase ante esa auténtica carcajada, asintió a todas sus peticiones y con la sonrisa más radiante que nadie jamás le había visto en esa mansión se fue hasta la habitación de su paciente.
Los brillantes ojos azules se despegaron de su lectura favorita, notando con extrañeza la sonrisa en su fiel cuidador. Cerró el libro y lo dejó a su lado en la cama, moviéndose con lentitud propia de un cuerpo cansado y adolorido después de las terapias a las que le sometía el mejor médico del mundo. Sousuke se sentó, donde siempre, en la silla junto a la cama mirando a Haru con cierto orgullo.
—No quieres que nadie más que yo te cuide, ¿eh? —su sonrisa se amplió al notar el sonrojo que sus palabras provocaron en las mejillas pálidas del niño. Era adorable. Pero por muy tierno que le pareciera, debía ponerse serio en el tema. —Yo no sé dar clases, no soy maestro. Soy terapeuta físico especializado en pacientes pediátricos, como tú —habló con propiedad y firmeza, como siempre se dirigía a él cuando estaban en sesión.
—¿Crees que no puedo aprender solo contigo como guía? —preguntó el de cabellos negros a su cuidador. —Era el primero de mi clase, iba un año adelante de todos mis demás compañeros... —Sousuke sonrió, lo sabía. Durante el tiempo que llevaba en la mansión, cuando no estaba dando rehabilitación a Haru, había llamado al hospital donde trabajaba para que Gou le diera información sobre él. Como la escuela donde había estudiado, los nombres de sus padres y con eso había podido reunir los datos suficientes como para saber que ya no trataba con un niño de 11 años, que había pasado su cumpleaños sedado mientras volaban de vuelta a Japón, que había vivido sólo hasta los 6 años en aquel país antes de que sus padres se mudaran a Los Angeles con él a cuestas. Ello le dio ventaja a nivel educativo, aunque no así social. No sabía comunicarse con otros niños y eso lo volvió retraído.
—Bueno, entonces creo que bastará con traerte los libros adecuados y el plan educativo de tu año escolar actual para que te prepares. Investigué antes, así que puedo contactar con una escuela que conozco para que te apliquen los exámenes correspondientes y no te atrases... —Haruka sólo asintió y volvió a tomar su libro para continuar la lectura, Sousuke enarcó una ceja, parecía que el niño había perdido el interés en lo que decía. —De ésta manera, cuando estés recuperado, podrás volver a la escuela sin ningún problema... —y con esa frase, hizo brillar los ojos azules.
—¿De verdad? —Sousuke asintió una sola vez, solemne.
—Supongo que eso es una afirmativa a mi plan de mantenerte activo. —Ésta vez, Haruka fue quien asintió con ganas, recordándole al castaño y a la abuela, quien escuchaba todo por una pequeña apertura de la puerta, que aún era un niño a pesar de todo.
—¿Me lees el cuento otra vez? ¿Por favor? —Haruka tendió el libro a Sousuke, quien lo tomó de inmediato al tiempo que se levantaba de su asiento y se tumbaba a su lado en la cama. El pequeño se acurrucó contra el cálido cuerpo de su terapeuta, hombre paciente y cuidadoso que le procuraba día y noche, mientras éste empezaba a narrarle su historia favorita.
—En el fondo del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas. —la abuela sonrió un poco, su nieto estaba en las mejores manos. Lo supo desde el momento en el que el joven se atrevió a mentirle con tal desesperación para evitar que pusiera en peligro al niño. Cerró la puerta con cuidado y discreción, todo iría bien. Miró a su fiel mayordomo y asintió, alejándose de la habitación con pasos silenciosos para darles un descanso a ambos mientras la historia atravesaba la madera hasta llegar a sus oídos... también era su historia favorita. —La Sirenita, la más joven, además de ser la más bella poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusas al oírla dejaban de flotar...
CONTINUARÁ...
ESTÁS LEYENDO
Yo Te Cuidaré...
FanfictionLa mayor motivación para un terapeuta físico es la óptima recuperación de su paciente. Pero para Sousuke Yamazaki, significa más que eso... Sobretodo cuando su paciente es un pequeño que parece necesitar más que sólo terapias...