Capítulo 8: A L I V E

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Últimamente eran momentos breves, efímeros... Pero que calaban tan hondo en su ser que era inevitable quedar profundamente marcado por cada uno de ellos. Sousuke estaba tirado de espaldas en su cama dando vueltas a los mismos acontecimientos una y otra vez...

Haruka se había puesto de pie.

Haruka había caminado por su cuenta.

Haruka había hablado... Había dicho su nombre... Le había dicho que no quería que se fuera...

Y era sorprendente... Habiendo tenido un accidente tan grave y contar ahora con tremendos progresos llenaba el pecho de Sousuke con orgullo, haciéndolo sentir feliz. Incluso cuando en esa mansión ya no se sentía un terapeuta físico sino un miembro más de la servidumbre. Pero lo soportaría. Por Haruka.

Miró la hora en su reloj de muñeca y sonrió de lado, la abuela Nanase ya debería ir camino al aeropuerto. Así que su "tiempo con Haruka" se había terminado y él podía volver a entrar para quedarse un rato más con el pequeño de cabellos negros. No le sorprendió encontrarlo de nuevo en la cama, cubierto hasta la nariz y con el ceño fruncido.  Sousuke soltó una pequeña risa, consiguiendo que esa mirada molesta se centrara en él.

-No te burles...- articuló el niño.

-Lo siento...- se disculpó, más la sonrisa que bailaba en sus labios no se fue en ningún momento. Se sentó a su lado, descubriendo su rostro y admirándolo por algunos minutos. -¿Cómo te sientes?- preguntó.

-Abandonado...- no esperaba esa respuesta. Y ante ella se quedó helado. Sin saber qué decir ni cómo hacerlo. -Pensé que... Se quedaría conmigo esta vez... Pero no. Es igual que siempre...- el pelinegro soltó un suspiro cansado y cerró los ojos, no quería que se viera cuánto le dolía la situación. -Ni siquiera he tenido noticia alguna de mis padres...

-Ya, ya...- el más alto empezó a repartirle caricias en el cabello, estaba en terreno peligroso y lo sabía. Debía encontrar la manera de bordearlo y abordar cualquier otro tema o terminaría diciéndole una verdad que no le correspondía comunicar. -Quédate tranquilo, yo no te he abandonado y no pienso hacerlo en un futuro...

Se quedó junto a Haruka hasta que se calmó y viéndolo atentamente dedujo que quizá era buena idea iniciar una terapia un poco... Diferente... No le dijo nada, sólo lo tomó en brazos y aprovechando la soledad de los pasillos se escabulló por toda la mansión hasta dar con la puerta trasera y escapar al rincón más alejado del enorme jardín. Si alguien les había visto, no le importaba, tampoco si le acusaban con la abuela Nanase. Él podía alegar que toda terapia ayudaba a la rehabilitación del menor (lo cual no era mentira) y que no podían entorpecer su trabajo al negarle la acción.

Haruka se asustó en un inicio, pero se sentía confiado entre los brazos de ese joven. Sus ojos azules no se despegaron ni un instante del rostro contrario. Notó una amplia gama de emociones en él reflejadas y le gustaba. Distinguió la decisión, el miedo, el cansancio, la ansiedad, la satisfacción... Una pequeña sonrisa apareció en sus pálidos labios, cada día iba descubriendo más y más de ese hombre que tanto fascinaba sus sentidos... El sentir aquel acelerado latir de su corazón le tomó por sorpresa. Sus mejillas de pronto se colorearon de un rojo que intentó cubrir con sus pequeñas manos.

¿Por qué?

¿Por qué había reaccionado así?

-Aquí nadie nos verá...- su voz le hizo dar un pequeño respingo, el rubor aumentó.

¿Qué le estaba pasando?

-...¿Estás bien?- los ojos turquesa se fijaron en los azules con preocupación y Haruka se apresuró a borrar esa sombra de tan hermosas pupilas que no eran ni verdes ni azules, pero que le gustaban como ningún otro color le había gustado antes. Así que asintió varias veces en total silencio, se sentía tan torpe que quizá terminara soltando una tontería incoherente. Sousuke le sonrió y le bajó con cuidado, dejándolo sentado en el pasto. Y aquello le agradó. La sensación del césped ligeramente frío y su característico picor le distrajo lo suficiente para dejar de pensar en cosas que ni él mismo entendía. Extendió sus manos... las paseó sobre el suelo de verde color, se animó a mover sus piernas también. Sentía ligeras cosquillas en las plantas de los pies y luego, al extender sus extremidades completamente, las pantorrillas también fueron atacadas. Por primera vez en largo tiempo, una enorme y radiante sonrisa apareció en ese estoico rostro. Su cuidador la contempló satisfecho y orgulloso. Lo había conseguido. -¿Cómo se siente?- preguntó, curioso.

-Se siente como un poco de libertad...- fue la respuesta del niño, cuyos ojos azules brillaban en emoción y se mostraban algo acuosos. Una enorme mano se paseó por los negros cabellos para dejar repetidas caricias entre las suaves hebras y después bajaron por la nuca y espalda. Quería confortarlo. 

-Me alegra que lo disfrutes- admitió, poniéndose en modo serio de la nada. Alertando a Haruka de algo muy obvio: Empezaba la terapia. -Ahora, recuéstate y flexiona las rodillas con los pies apoyados en el suelo. No quiero que los arrastres, quiero que los levantes y los coloques en la posición que te indiqué...

Y cuando Yamazaki Sousuke empezaba a hablarle de esa manera, el pulso del menor se alborotaba por algo diferente. No sólo era por tener la total atención de su terapeuta, era por demostrarle y demostrarse a sí mismo que podía hacerse más fuerte, que la recuperación estaba al alcance de su mano y que pronto estaría bien. Aunque doliera, aunque quedara agotado, aunque a veces se le escaparan pequeñas lágrimas de frustración, no iba a rendirse. Jamás. Si el de ojos turquesas ni siquiera pensó en rendirse aunque no se mostraban grandes avances con él, Haruka mucho menos lo haría. Respiró profundo y se esforzó por colocar las plantas de los pies sobre el suelo, Sousuke le alentó a continuar. Repitieron el ejercicio varias veces, flexionar, estirar, flexionar, estirar... El sudor empezaba a perlar la piel del más joven y Sousuke la secaba amablemente con la manga de su playera.

-Ahora, deja las piernas flexionadas, ábrelas un poco...- Sousuke daba indicaciones, dejaba que Haruka tuviera control de su cuerpo. No le ayudaba a colocarse en ninguna posición salvo que fuera muy necesario, pero no le pedía nada complicado, así que el pequeño se las arreglaba bastante bien. -Brazos cruzados sobre el pecho, cada mano sostiene uno de los hombros...- Estaban decididos, ambos, a lograr una recuperación total. -Yo te sostendré- el castaño se colocó de rodillas en el pasto, sosteniendo firmemente las rodillas del más bajo, lo que seguía era difícil, pero estrictamente esencial para que Haruka pudiera volver a caminar -Ahora... siéntate...

Los ojos azules se abrieron con sorpresa y su pequeña cabeza empezó a negar frenéticamente con miedo.

-No... No puedo hacer eso...

-Si puedes...- sonrió. -Puedes sentarte, te he visto hacerlo.

-Pero no así... necesito apoyarme en algo... con mis manos...

-No lo necesitas. Tú puedes hacerlo...- Cambió la posición. cerró las delgadas piernas y las abrazó, bajando su torso para brindar un mejor apoyo con el sostén firme. -Si no lo haces no serás capaz de nadar de nuevo...

De nuevo, las pupilas azules de esos enormes ojos fueron quienes le dieron la respuesta que necesitaba. Aún había miedo, pero también coraje. Haruka respiró profundo, cerró los ojos con fuerza y sin dar aviso, concentró toda su fuerza en el abdomen, obligando a su espalda a flexionarse para levantarlo y quedar sentado...

-Bien hecho, Haru...- el cálido aliento chocando contra sus labios le hizo abrir los ojos. Estaba cara a cara con Sousuke. Su nariz y la de él se rozaban con cada respirar. Tenía las pupilas turquesas fijas en las azules... Jamás le había tenido tan cerca... -Te dije que podías hacerlo...

-Lo... lo haré de nuevo...- el ligero tartamudeo provocó una risa en el mayor, quien asintió de inmediato. Y lo consiguió. Una, dos, tres... diez veces más... El dolor se le olvidaba una vez que tenía los hermosos ojos del terapeuta frente a sí. -¿Sousuke...?- llamó desde el césped, era hora de hacer el último esfuerzo de la tarde.

-¿Si?

-¿Puedo  obtener un premio cuando termine?- al mayor jamás le habían hecho una pregunta tan tierna en toda su vida. Y no pudo negarse, asintió de nuevo con una sonrisa dulce. Haruka sintió que su corazón se agitaba aún más allá del ejercicio que estaba haciendo en ese momento. Respiró profundo una sola vez y colocó los brazos en la posición que se le había indicado anteriormente. Era el momento.

Ahora o nunca.

Lo hizo rápido, para no pensar. Soltó de golpe todo el aire que sus pulmones contenían para poder realizar el último ejercicio abdominal y reclamó su premio al instante: Al encontrar los muslos con su abdomen en la última flexión, sintiendo el aliento de Sousuke hacerle cosquillas, dejó que su cuerpo se moviera por sí solo y valiente como nunca antes encontró también sus labios con los ajenos. Dando así su primer beso y robando, sin saberlo, también el primero del sorprendido cuidador.

CONTINUARÁ...

Yo Te Cuidaré...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora