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Una noche se obsesionó con los problemas familiares.

Así que, Mike, para comenzar, pensó en sus padres. Su madre, una mujer agradable y mandona con una mirada tan cariñosa como maternal; su padre, con problemas de alcoholismo que no quería admitir y un trabajo que odiaba, que poseía una carácter intenso además de estricto. Y por último, él, un adolescente obsesivo con las personas que quiere, poseedor de celestes y ojerosos ojos, agregando que era un completo inútil.

Mientras abrazaba su almohada pensaba en la familia de su amigo.
Su mamá y la de él eran muy buenas amigas; plantaban flores, tomaban té juntas e intercambiaban tips de pastelería. Leían el diario juntas, salían de compras, a veces iban al cine. Sus padres se entendían increíblemente bien con respecto a política, iban a emborracharse juntos, jugaban fútbol con otros amigos de parte del padre del castaño, les gustaba pescar y odiaban las fiestas o reuniones escolares, por ello, nunca asistían a ellas.

Y pensó, «¿Qué podría pasar en su familia para deprimirlo?»
Entonces se quedó estancado. «¡Oh, hay tantas cosas por las que alguien puede deprimirse!», se dijo a sí mismo, sorprendiéndose de la forma más triste posible de los incontables dilemas que las personas deben afrontar en su vida.
Pero, ¿Por dónde se suponía que comenzara a contar?
Mike tenía mucha curiosidad, tiempo que desperdiciar, y una mente muy imaginativa pero bien ubicada en la realidad en la que vivía.

—Hmm...—dirigió su mirada cansada al techo de su pequeña habitación y luego a la pared.

Quizás sus padres no le prestaban suficiente atención. Quizás su mamá y su papá pelearon, y eso lo entristeció. Quizás alguno de sus padres es violento. Quizás, quizás, quizás.
Nada más que suposiciones estúpidas.

—No...—suspiró, dando vueltas en su cama—¡Mierda!—murmuró con rabia, refregando sus cansados ojos con las tibias sábanas de su cama.

Mike decidió descartar los problemas familiares. Él está seguro de que la familia de su mejor amigo es cariñosa y estable. Sus padres no parecían estar con un estado anímico bajo, como su hijo. Entonces, se dió a sí mismo como orden el enfocarse sólo en el ojiverde y en lo que él podría estar sintiendo.

Él piensa que todo sería más fácil si le preguntara directamente.
Pero cuando está por hacerlo, su estómago comienza a doler, las manos le sudan, tartamudea y cambia de tema. En vez de terminar con sus dudas, los nervios le obligan a hacen bromas malas e improvisadas para disimular su preocupación. 

Preocupación - jeremikeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora