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Ya había entrado en el colegio, sudando.

¿Por qué de repente el sol había intensificado su brillo y su calor? Por la mañana, cuando no quiere salir de su cama, está nublado y hace frío. Pero por la tarde y casi toda la mañana el sol molesta y quema.

Corre hasta su salón y camina hacia la puerta. La golpea y a través del vidrio de ésta puede ver cómo sus compañeros volteaban a verlo, algunos riendo, otros murmurando cosas, y los demás se enfocaban en completar las actividades de sus libros. Abrió la puerta y caminó hacia el escritorio de su profesora, que lo miró con disgusto.

—Schmidt... Otra vez tarde.

—Um, sí. Eheh, lo siento mucho yo...

—Ninguna excusa te será valida ésta vez—Mike quiso protestar por eso pero la mujer lo calló-—. Estoy cansada de que llegues tarde a mi clase. ¿Llegas así de tarde a las otras clases también?—el adolescente rodó con aburrimiento sus ojos, todos los profesores le preguntaban lo mismo— Escúchame, y más te vale escucharme bien. Si sigues llegando tarde a todas las clases juro que comenzaré a tomarte falta completa si llegas después de las ocho cincuenta—y la gruesa voz del chico quiso decir algo, pero otra vez fué opacado por su profesora—. No pienso tener consideración con los hogazanes como tú.

—¿¡Un holgazán!? A ver, ¿¡Se cree que yo vengo tarde porque quiero!?

—Además de tener una conducta agresiva no te interesan en lo más mínimo los horarios ni tus calificaciones—le dijo, ignorando completamente sus preguntas—. ¡Vuelve a llegar tarde a mi clase y haré un llamado de tus padres! Y no pienses que hago ésto porque yo quiero. Lo hago por tu desempeño escolar... Vé a sentarte, Schmidt.

Se dió media vuelta y suspiró, oyendo las risas de sus compañeros. Miró a esa esquina escondida en el fondo del salón donde su amigo estaba sentado en el mismo pupitre de siempre. Desde ahí le hacía cara y señas para que se acercara y se sentara junto a él. Sonrió y comenzó a caminar hacia su asiento . Hace tiempo quiere cambiarse al frente porque nunca logra ver las cosas que su profesora de Historia escribe en la pizarra, entonces llega Jeremy con los apuntes dispuesto a prestárselos y se le pasa.

—Hey—le dijo, sonriéndole—.

Se sentó y se miraron fijamente.

—Hola.

Mike sonrió y abrió el cierre de su mochila, sacando de ella su cartuchera y su libro de Inglés.

—Así que, ¿El coleturtle?

—¡Uff! —le dijo, echándose hacia atrás en su asiento— Al final el colectivo se llenó y casi aplasto una vieja.

Jeremy rió, tomando el libro de su amigo y abriéndolo en la página que la profesora había ordenado que completaran. Luego dejó el lápiz del ojiceleste como marcador para que no perdiera la página si cerraba el libro.

Cuando el ojiverde dejó el libro de su amigo en su pupitre dió unas pequeñas palmaditas en la página que debían trabajar, intentando retener la atención de Mike. Él desvió la vista del pizarrón y puso su mano encima de la de su amigo. Lo miró directamente a los ojos, asustándolo y haciéndolo reír un poco. Entonces Mike comenzó a dar palmaditas rápidas en la mano de su amigo, haciéndolo reír.

—¿Vás a trabajar o no?

—Mira quién habla...

—Hmph...—bajó la vista y alejó su mano del libro de su amigo— S-si quieres que te ayude con algo, dime.

—Oh, okay.

—Sé que no te gusta Inglés...

—Bien.

—...—Jeremy frunció el ceño y se abrazó a sí mismo, mirando su libro— Yo...

—¿Tú ya terminaste?—preguntó su amigo en un tono bajo.

Jeremy asintió.

—¿Me dejas copiar las respuestas? Sabes que el sueño americano me lo paso por el culo.

Jeremy asintió otra vez y le entregó el libro.

—...—el ojiazul miró con pena a su amigo; tenía esa expresión triste otra vez— Gracias...

—No es nada...—le dijo antes de suspirar pesadamente, acomodando sus brazos para apoyar su cabeza entre ellos.

Jeremy sentía el frío de la madera de su pupitre en su pálida piel, pero no tenía ganas de cubrir sus muñecas con las largas mangas de su suéter. No se preocupa. Cree que su amigo está concentrado en el libro que le prestó y no volteará a verlo en un rato.

Pero Jeremy se equivoca.

Mike siente un escalofrío recorrer su espalda cuando vé las cicatrices en la piel del ojiverde. Y trata de actuar como si nada, pero no lo consigue. Le es imposible no ver esas marquitas que el otro había estado escondiendo durante todas esas semanas.

Jeremy se ha equivocado mucho últimamente.

Preocupación - jeremikeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora