Ilusionarse trae bastantes problemas, pero al principio es una de las mejores sensaciones del mundo.
Así pasó, cuando menos lo esperé, no tenía la vida maravillosa ni resuelta, simplemente vivía normal, ni feliz ni triste. Era un día como cualquier otro, dónde mi rutina era totalmente normal, me levantaba, iba a la escuela, entraba y saludaba a mis amigas, llegaba el maestro y tomaba las cuatro primeras clases. Digamos que en ese tiempo yo tenía una idea sobre enamorarse en esta etapa, muchos decían que se sentía muy bien, otros sufrían y lloraban, yo vivía asustada pensando en cuál sería mi suerte, aunque me concentraba más en mis estudios que en buscar a alguien que me robara suspiros. Es muy cierto que cuando menos lo esperas, llega la persona, y si, esta fue mi suerte.
Ahí estaba él, entre tantos chicos más, sobresaltando ante ellos por esa grandiosa sonrisa, esos magníficos ojos color café oscuro o incluso negros, no lo sabía, y en mis futuros planes estaba decidido saber el color exacto y todas sus posibles características. Fue cuando mi "ilusión" comenzaba, era la mejor sensación porque era un chico esplendido ante mí, a distancia podía contemplar toda su antipatía y de cierto modo me parecía ameno, quería descubrir porque era así, era un buen niño en el fondo, lo sabía, sólo era cuestión de que me decidiera a hablarle. Fue así como pasaron los días y lo único que sabía era que mi ideal era él.
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