Y entonces fue cuando me decidí a hablarle, no llevaba en mente la manera en que reaccionaría porque él sólo me atraía, no lo quería ni nada por el estilo, sólo era un chico más... (O al menos eso creía).
Llegué con la mirada al frente, sí, estaba nerviosa porque siempre me pasa con las personas que no conozco, pero, en el fondo yo sabía que era una sensación distinta. No comenzó con el famoso saludo o algo así, sólo fue un "¿Cómo te llamas?", gran dicha el poder saber al fin el nombre de ese chico que había estado pasando por mi mente en los últimos días. Era la primera vez que lo tenía cerca, muy cerca de mí, y fue entonces cuando esos ojos me cautivaron, y esa voz me heló el cuerpo. Ese chico tenía algo peculiar y yo estaba dispuesta a indagar más allá de esa cara bonita, más allá de ese nombre tan común. El efecto que tuvo en mí... Fue más fuerte de lo que yo había sentido antes. Era una sensación parecida a cuando estás solo en casa y empiezas a pensar que alguien te observa y sientes escalofríos y sabes que tienes que ver quién te está observando; pues algo así era esto, sabía que lejos de esa mirada fría había algo que él quería saber de mí.
Pasaron días, semanas, y yo cada vez estaba segura de lo que iba sintiendo hacía él, bueno, a esta edad, ¿quién va a saber lo que se siente estar enamorado? Solamente te sientes bien a su lado, te sientes completo, ¿hasta cuando íbamos a enterarnos de que estábamos incompletos? ¿Acaso lo descubrimos hasta que nos enamoramos? No lo sabía hasta que llegó él, ahora sé que me hace sentir viva, no me importa el o los riesgos que tenga que experimentar para llegar a ser alguien en su vida, total, la vida es un riesgo de todas formas, y si se trata de arriesgar para ganar la felicidad, me arriesgaré hasta estar con él.