IV. Desgarres de una mente que escapa

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Cuando las luces se apagan y sigo despierta, cuando el colectivo y sus pasajeros marchan al compás de mis canciones o simplemente camino sobre pasos que no buscan ningún destino, lo encuentro. En la grieta que separa mis decisiones e inseguridades, se escabulle y emerge al ver tan pasiva la razón. Como el alcohol y la sangre lo llevan las venas. Y yo sé que quiero dejarlo todo por él.
El deseo de la libertad siempre reprimida me abraza y me absorve, entonces, por un segundo que parece eterno, decido abandonar mi vida. Elijo cambiar mi nombre a uno que se parezca al viento, tomo mi corazón y de una apuñalada derramó todas mis pasiones. Entonces, seré libre, seré vida, seré yo pura.

Viajaré por un mundo sin reglas, ni estatus, ni responsabilidades impuestas. Sin riegos de escaso dinero, de miseria materialista. Sólo el alma, el arte, los sentidos.

Luego, despierto, me escabullo en mi grieta. Viví toda una vida en mi cabeza y justo llegó mi muerte. Ahora la razón acaricia mi cabeza y me devuelve a la realidad de las librerias que no puedo tener, de las tareas que absorven mis tiempos, de mis inseguridades respecto al fracaso. Pero no me molesta, porque en el fondo sigo esperando cumplir los sueños silenciosos y apasionantes. En el fondo todas esas vidas y libertad me esperan.

Palabras sueltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora