Capítulo 1.

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Capítulo 1. 

Recuerdo que me fijé en él porque cuando lo vi creí que se trataba de una chica. En ocasiones, cuando le miraba cara a cara seguía pensando que tal vez nos hubiera engañado a todos y se tratase de una chica en verdad. Pero no, Erik Axelsson era un chico, pese a su largo pelo rubio y su cara de muñeco de porcelana.

El día en que vino a clase y se presentó ante todos nosotros fue quizá lo más extraño que haya sentido jamás. ¿Cómo una persona como él podía tener una voz tan potente? No era una voz tan grave como otras personas que había escuchado, sin embargo, su voz no hacía justicia a su cara de ángel. Sus ojos eran verdes. Lo recuerdo muy bien porque hubo un momento en el que, mientras se presentaba, me miró, y pude percibir que su blanca piel no era lo único que llamaba la atención, sino también esas dos esmeraldas que tenía como ojos. Pero, a pesar de todo, era un chico.

Fácilmente podría haber pasado por chica si no hubiera abierto la boca. Podría habernos engañado durante mucho tiempo, pero Erik Axelsson no lo hizo.

Intenté imaginarle con el pelo corto y, en verdad, era un chico bastante guapo, por no decir uno de los más guapos que había visto nunca, pero no se iba a cortar el pelo y ya sabría por qué.

Admitió ser español, pero ninguno le creímos. Su nombre no lo era y sus rasgos mucho menos, quizá, en el fondo, Erik Axelsson sí trató de engañarnos. Sin embargo no tenía ningún tipo de acento noreuropeo ni nada similar. Él era, simplemente, él.

Se sentó justo delante de mí y no fui la única que permaneció con la mirada clavada en su nuca mientras sacaba un cuaderno de la mochila. A pesar de darse cuenta de que prácticamente todos en la clase lo miraban, no dijo una palabra.

–¿Eres verdaderamente español?

–Sí –respondió Erik secamente sin mirar a quien preguntaba.

–¿Y tus padres son también españoles?

–Sí –sus respuestas eran tan frías y concisas que incluso me pareció por un momento que no era humano.

–¿Cuántos años tienes?

–Dieciséis.

Y continuaron preguntando. Recuerdo perfectamente cómo Erik empezó a irritarse y cómo sus respuestas se hacían más violentas conforme preguntaban.

–¿Y tienes novio? –cuando Victoria hizo aquella pregunta, todos se quedaron en silencio–. Ups, quise decir… novia.

No quiso decir novia y lo supe porque esbozaba una sonrisa que se ampliaba conforme la gente a su alrededor comenzaba a reírse. Ese año Victoria cumplía los dieciocho y aún estaba en el instituto sin hacer nada. Solía ser una buena chica en la ESO, pero cambió completamente un día de la noche a la mañana. Decía ser escocesa, pero no sabía si creerla porque era una mentirosa. Tampoco sabía si creer que era verdaderamente pelirroja y que aquel abundante pelo rizado color anaranjado no era fruto del tinte y de horas de rizador. Sin embargo era guapa y tenía una porte envidiable por lo que atraía a todos los chicos como si fueran moscas a la miel. También oí que tenía todo el cuerpo lleno de tatuajes y que solo quien se acostaba con ella era capaz de descubrirlos todos. Podría calificarla de múltiples maneras, pero no me gustaba juzgar a la gente. Quizá en el fondo Victoria era buena persona. Muy en el fondo.

–Cierra la boca, Victoria –dije siendo la única que salió en defensa de Erik, ya que incluso él se quedó en silencio.

–¿Qué vas a hacer? ¿Partirme la boca?

He de decir que la cantidad de insultos que cruzaron mi cabeza en aquel momento fueron demasiados y me colapsé, por lo que simplemente permanecí en silencio y desvié la mirada. Solo podían rebatir mis ataques con un comentario como ese, y Victoria lo sabía.

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