Capítulo 7.

17 1 1
                                    

 Capítulo 7.

Me abrí paso hasta mi habitación entre suspiros. Quizá habría sido mejor no formular aquella pregunta y, mucho menos, responderla. Christian no se lo había tomado tan mal como podría haber hecho, simplemente lo aceptó y eso fue algo que me gustó mucho de él porque eso me demostraba que me daba tiempo, que no buscaba que yo me fuera con él de un día para otro, que no estaba intentando seducirme para una sola noche. O a esa conclusión llegué yo.

Lo primero que hice nada más llegar, fue tirarme sobre mi cama y coger el móvil. Sergio me había llamado, pero yo no había quitado el silencio al móvil como de costumbre. En el instituto los móviles estaban prohibidos, pero podías llevar uno siempre y cuando no sonara en clase y el profesor no se percatase de que lo tenías, por eso lo ponía en silencio.

Marqué su número y esperé, esperé bastante, pero al final lo cogió.

¿Sí? –preguntó Sergio por la otra línea con la voz ronca y muy desganada.

–Soy Helena, ¿estás bien?

No.

–¿Puedes hablar ahora?

… Espera.

Se escuchó mucho ruido de fondo. Creo que se incorporó de algún lugar donde estaba sentado y marchó a otro sitio donde pudiera hablar. Seguramente su padre estaba cerca y no podía hablar más de la cuenta.

Lo último que escuché antes de que me volviese a hablar, fue el cerrar de una puerta.

Ya –dijo finalmente.

–¿Qué te dijo ATR?

Quería saber exactamente lo mismo que te he contado a ti. Quería saber la verdad.

–¿Y se lo has dicho?

Sí.

Hubo un largo silencio en el que ninguno de los dos dijo nada. Me preguntaba cómo se lo habría tomado ATR. Siempre había sabido cómo actuar en situaciones así, ¿habría sabido hacerlo con Sergio? A ATR le veía como a una persona a la que acudir siempre que algo iba mal y no se me ocurría cómo remediarlo. Él era así, un consejero.

Sí recuerdo cómo conocí a ATR. Fue gracias a Sergio, que no paraba de hablarme de él y de lo guapo que era, y de lo distinto que parecía de cualquier otro. Y era verdad, ATR era guapo y distinto a todos los demás. De algún modo, Sergio, estando en cuarto de la ESO, comenzó a codearse con él cuando estaba en segundo de bachillerato. No me preguntéis cómo lo consiguió, pero lo hizo, se hizo su amigo y no tardaron demasiado en empezar a salir. Acababa de cortar con su novia. ATR, tan heterosexual ante los ojos de cualquiera, salía con un chico de dieciséis años como Sergio era por aquel entonces. Para los demás, ATR seguía soltero y disponible para cualquier chica, pero lo cierto era que no lo estaba ni lo estuvo jamás para nadie que no fuera Sergio. ATR era noble, increíblemente noble.

Olvida todo lo que te he dicho a la salida del instituto –dijo–. Solamente estaba cabreado, no lo tomes en cuenta. Haré que las cosas mejoren, solo me queda un año para ser independiente.

–Mi casa está abierta siempre que lo necesites, Sergio. Sé que no es fácil ser tú.

No es fácil ser nadie, pero tenemos que aprender a vivir con ello porque es la vida que nos ha tocado vivir –inspiró aire–. No quiero hablar más de mí. Últimamente es lo único que hago.

–Tienes un ojo morado, obviamente que se habla de ti.

No es para tanto, se curará en unos días, no duele tanto como aparenta –contestó, aunque yo sabía que en realidad le dolía, como a mí me dolían los nudillos–. ¿Qué tal tú?

AdolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora