Capítulo 8.

17 1 6
                                    

 Capítulo 8.

 ***

Hay una parte de este capítulo que está escrito para SoyUnPlatano exclusivamente. Espero que averigüe cuál es.

***

Lo más sorprendente del sábado por la mañana fue la inesperada visita de Erik. Al principio me pregunté qué estaría haciendo allí y por qué habría venido a visitarme, pero en cuanto me dijo que sus padres habían aceptado que se quedase a dormir en mi casa, no cabía en mí de sorpresa. Aún no sé cómo lo consiguió ni lo que tuvo que hacer para convencerles, pero por lo que me contó tuvo que discutir con ellos y, por primera vez, rebelarse. Erik no parecía un chico de los que daban problemas a sus padres, pero era hora de que pudiese vivir su vida como él quería, por lo que fue una revolución necesaria.

Teresa no tuvo ningún problema cuando le dije que Erik dormiría en nuestra casa aquella noche. Eso fue bastante extraño viniendo de mi madre, que normalmente no dejaba entrar en casa a aquellos chicos que no fueran Sergio. Hablando a grandes rasgos, creo que a Teresa le caía bien Erik. Quizá por su pelo, quizá por su timidez, quizá porque no aparentaba para nada tener dieciséis años, pero le caía bien.

Aquella mañana del sábado fue realmente extraña, porque no vino solamente Erik a verme, sino también Sergio y, por primera vez, ATR. Aún recuerdo la mirada de Sergio cuando vio que Erik estaba en mi casa.

–¿Tú eres ATR? –preguntó Teresa con una gran sonrisa.

–Arturo –corrigió él. Debía sonar extraño que una madre te llamase por tu mote.

–No sabes la de tiempo que llevo pidiéndole a este chaval que te me presente –dijo pasando el brazo por la nuca de Sergio–. La comida llegará en unos minutos, ¿queréis quedaros los tres?

Y miró a Sergio, a ATR y por último a Erik.

–¿Cómo que “llegará”, Teresa? ¿Ya has vuelto a quemar la pizza? –preguntó Sergio.

–Cállate –y le pellizcó el costado–, he pedido comida china. Hoy no me apetece cocinar.

–Yo no puedo quedarme –dijo Erik–. Supuestamente estoy comprando el pan.

Erik se levantó del sofá, con intenciones de irse. ¿Sergio le habría espantado con una de sus miradas inquisitivas?

–Vendré sobre las siete –dijo antes de irse, y cuando cerró la puerta de casa, Sergio me envió una de sus miradas, la que, probablemente, había espantado a Erik.

–Ponte cómodo –le dijo Sergio a ATR, como si se tratase de su casa–. Tengo que hablar con HLN de unas cuantas cosas.

Y me cogió del brazo, levantándome del sofá y llevándome a mi habitación.

Cuando se hubo asegurado de que la puerta estaba bien cerrada y Teresa no nos seguía, me lanzó otra de sus miradas, pero esta vez acompañada con una frase:

–¿A qué estás jugando? –me preguntó.

–¿De qué hablas?

–Erik y Christian, ¿qué pasa con vosotros?

–Con Erik no pasa nada, es mi amigo, ¿qué? ¿Ahora no puedo tener otros amigos que no sean tú?

–Ya, claro, Helena, no nací ayer.

En ocasiones odiaba la manera que tenía Sergio de analizarme. Cómo, siendo él, sabía perfectamente lo que estaba pensando y sintiendo en cada momento.

–Solo puedes querer a uno –me advirtió.

–Solo quiero a uno –y esperó a que continuase.

AdolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora