Capítulo 3.

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 Capítulo 3.

Tenía que entregarle aquel paquete a Victoria. No tenía ningún tipo de ganas de hacerlo porque Victoria era, junto con Nathan, de las peores personas que jamás había conocido. En ocasiones, me planteaba si Victoria tendría sentimientos, sobre todo en los momentos en los que se encontraba con su hermano pequeño por el pasillo y le daba un golpe en la frente. No me molestaría tanto que hiciera aquello si cada vez que lo hiciera no le tirase las gafas al suelo. Su hermano era prácticamente ciego sin las gafas puestas y Victoria lo sabía. Anthony, que así se llamaba su hermano pequeño, no había nacido tan agraciado como su hermana, o al menos no con aquellas gafas que hacían sus ojos aún mas grandes debido a la cantidad de dioptrías que tenía. Sus ojos eran marrones. Si hubieran sido verdes como los de su hermana, tal vez no se vería tan mal con gafas. Además, también era pelirrojo y creo recordar que tenía pecas solo en la nariz. Estaba en cuarto, era un año menor que yo y de la misma edad que Sofía, pero iban a distintas clases. Anthony iba a la clase de “los listos”, sacaba unas notas envidiables pero era muy, muy reservado. Nunca hablaba con nadie ni se juntaba con amigos, aunque sinceramente dudaba que los tuviera. Sofía, por el contrario, iba a la clase de los de “estoy aquí para que me den el graduado”. No hacían otra cosa que divertirse y estar en su clase era una fiesta continua. Al pensar esas cosas, llegaba a comprender por qué Sofía era de esa manera.

Por otro lado, no sabía dónde vivía Victoria y aunque el paquete me diera la dirección de nada me servía. Tenía un pésimo sentido de la orientación y no conocía el nombre de ninguna otra calle que no fuera la mía. El GPS del móvil decidió por cuenta propia no funcionar aquel día, por lo que no encontré la casa de Victoria. Pregunté a varias personas que caminaban por allí, pero al parecer estaba más lejos de lo planeado y nadie en la zona sabía sobre qué estaba preguntando.

Era una caja pequeña. El paquete era una maldita caja pequeña que me estaba dando un enorme quebradero de cabeza. ¿Por qué era yo quien tenía que hacer eso? ¿Desde cuándo era yo cartera? Las circunstancias se habían vuelto en mi contra.

Agité la caja y luego me quedé observándola durante unos segundos. Entrecerré los ojos y alcé mi labio superior en gesto de repulsión.

–Nathan… –susurré al leer, por primera vez, el remitente–. Debí haberlo imaginado.

Sí sabía dónde vivía Nathan, al igual que sabía dónde vivía ATR y dónde vivía Sergio y, desde aquel día, también dónde vivía Erik. Nathan y Victoria. No podían haberse juntado dos seres más parecidos que aquellos dos. Era ley de vida que tarde o temprano uno engañase al otro o que lo hicieran simultáneamente como dos almas gemelas perfectamente compenetradas. En realidad, eran tal para cual, pero dos personas tan parecidas no podrían aguantar mucho tiempo juntas, debían chocar en algún momento. O quizá fueran del todo felices y tuvieran muchos hijos al consumar su amor. Segundos después dejé de pensar en aquello, porque el solo hecho de imaginarme a aquellos dos haciendo cualquier cosa me daba repugnancia.

Sé que poco antes había dicho que no era nadie para juzgar a Victoria, pero decidir salir con Nathan era motivo de ser juzgada y declarada culpable.

La casa de Nathan no estaba muy lejos de donde yo me encontraba, que era la puerta de mi propia casa. Había estado dando vueltas en círculos por culpa de las malas indicaciones de los peatones, no por mi propia culpa, había que dejar constancia. Supuse que podría dejar el paquete en su casa y que fuese él mismo quien le entregase el paquete, que para algo era su novio.

Mientras caminaba por la calle, me preguntaba qué contendría el paquete. Viniendo de Nathan quizá no lo quisiera saber, pero lo cierto es que me mataba la curiosidad. No pesaba demasiado, por lo que podríamos descartar cualquier tipo de perversión a pilas, pero no cualquier otro tipo de perversión. A pesar de ello, la caja sonaba casi hueca. Se escuchaba perfectamente que había algo dentro, pero debía ser algo realmente pequeño.

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