A la mañana siguiente me levanté como a las nueve. Guardé todas mis cosas que se encontraban dispersas por la habitación en mi maleta, tuve que sentarme en la maleta para lograr que cerrara. Cuando logré cerrarla me acerqué a la ventana y abrí las cortinas dejando al descubierto la vista de la calle afuera del mesón. Vi que algunas señoras caminaban presurosas a la iglesia mientras sonaba la campana anunciando que la misa se aproximaba. También vi a unos niños jugando, corrían y se perseguían a lo largo de la calle, casi chocan con el panadero que solamente se limitó a mirarlos molesto. Por primera vez desde que llegué veía a Revilo tan... vivo. Siempre me había parecido un lugar tranquilo, dónde todas las personas, si es que habían, se mantenían en sus casas. Me había parecido un pueblo fantasma hasta ahora.
Le había tomado cierto cariño a aquel pueblo, pero mi hora de partir había llegado. Me partía el corazón dejar a Roberto y Marta, habían sido como los abuelos que nunca tuve. Y más aún me entristecía dejar a Sebastián. Era poco lo que nos habíamos tratado y quería conocerlo más a fondo. Desearía haber tenido más tiempo.
Fue a desayunar y encontré a mis anfitriones sentados en la mesa. Los saludé y me uní a ellos.
-Así que hoy te vas- Dijo Roberto.
-Sí- Respondí con poco ánimo.
Nos quedamos en silencio y cada uno se concentró en su comida. Hasta que Marta comenzó:
-Cielos, Eleonore, te vamos a extrañar mucho. Este lugar estuvo tan muerto por mucho tiempo hasta que tú llegaste.
Sentí un nudo en la garganta mientras los escuchaba decirme lo mucho que me iban a extrañar.
Terminamos de desayunar y ayudé a Marta a limpiar la mesa y después con los trastes. Después estuvimos un rato en la sala, conversamos y me insistieron en que debía volver pronto. Yo les aseguré que lo haría, y lo decía en serio.
Al medio día tomé mi maleta y me despedí de mis anfitriones.
-No te olvides de volver pronto- Dijo Marta mientras me daba un abrazo. –Tu habitación se quedará cerrada hasta que vuelvas.
Les insistí que no era necesario que me acompañaran a la estación, no quería causar más molestias, además me costaría más trabajo irme.
Salí del mesón y recordé el día en que llegué, maldiciendo por encontrarme en aquella situación tan infortunada, es increíble lo mucho que pueden cambiar las cosas en un par de días.
El sonido del silbato del tren se fue haciendo poco a poco más fuerte conforme me acercaba a la estación, así que apresuré mi paso.
Cuando llegué a la estación vi al hombre de la caja de inmediato. Sonrió al verme.
-¿En qué puedo ayudarle, señorita?- Dijo cuando me acerqué a la ventanilla.
-Quiero un boleto para el siguiente tren, ¿si va a la frontera?
-Efectivamente, señorita, va a la frontera. Y déjeme decirle que tiene mucha suerte, es raro que el tren haya llegado hoy como se suponía. No quise decir nada la última vez pero la mayoría de las veces los trenes no llegan el día que deben, y se retrasan por días incluso semanas. Con decirle que una vez un viajero quedó varado aquí por más de seis semanas.
Me dio el boleto y le entregué el dinero, el hombre no dejó de hablar ni un momento.
-¿Disfruto su estancia?- Preguntó.
-La verdad, sí- Respondí sonriendo. –No lo esperaba.
-Supongo que la paso bien en el mesón, ¡oh cuantos recuerdos tengo de ese lugar! Déjeme decirle que antes, cuando venían visitantes a Revilo, yo me la pasaba de fiesta con Roberto...
El hombre estuvo hablando de su juventud un rato, lo escuché aunque me daba la impresión de que seguiría hablando aunque no lo hiciera.
Entonces el sonido de los rieles y ruedas se hicieron más fuertes. El tren llegó.
-¡Oh! No la interrumpo más, corra, no querrá perder el tren ¿eh?- Dijo.
-Gracias- Respondí y seguí mi camino.
Parecía que solo otras dos mujeres iban a tomar el tren además de mi. Entonces vi que alguien más llegaba a la estación. Pero no se trataba de un pasajero más. Era Sebastián. Venía corriendo y cuando llegó a donde yo me encontraba se detuvo en seco.
-Hola- Saludó. Sus mejillas lucían rojas y caía un poco de sudor por su frente. Debió haber corrido desde su casa.
-Hola- Respondí. Me sentía sorprendida y feliz de verlo ahí, especialmente feliz.
-Yo, em esperaba alcanzarte, pensé que quizá ya te habrías ido.
-Sigo aquí.
-Sí, me alegro. En fin, vine porque quería darte algo- Dijo y me ofreció un libro. –Es mi libro favorito de los que escribió mi abuelo. Te acompañará en el camino.
Reconocí el apellido. Al principio pensé que quizá no debería aceptarlo.
-Por favor, acéptalo. Quiero que lo tengas, además tengo como diez copias en casa.
Sonreí y lo guardé en mi bolsa.
-Gracias- Dije y le di un beso en la mejilla.
-Bien, a hora que lo tienes supongo que debería irme. Que tengas lindo viaje, Eleonore- Dijo, dio media vuelta y tomó su camino de regreso.
-Sebastián- Lo llamé. – ¿Viniste hasta aquí corriendo solo para darme esto?
-Sí- Respondió. –Hasta pronto.
Sebastián comenzó a caminar hacia la salida y justo al llegar a la puerta se detuvo.
Yo comenzaba a sentirme decepcionada y un poco molesta, pero regresó.
-No, Eleonore, de hecho hay algo más que quería decirte.
-¿Qué?
Se aclaró la garganta y miró al techo, después posó sus ojos en los míos.
-No soy bueno con las palabras, ¿sabes?
-Puedes hacer el intento.
-Vale- Dijo. –Yo no, yo no quiero que te vayas.
Iba a preguntarle por qué, pero antes de que pudiera decir algo me atrajo a él y me besó. Sus brazos me rodearon y me mantuvieron unida a él.
-Lo siento, pero ahora no hay manera de que te deje ir- Dijo.
Sonreí y lo volví a besar. Mientras tanto se escuchó el silbato y el tren comenzó a avanzar. No me importó.
Después salimos de la estación, Sebastian llevaba mi maleta en una mano y con la otra me abrazaba.
-Parece que perdiste tu tren, ¡es una pena!- Dijo y me dio un beso en la cabeza.
-Y que lo digas, ¡es una lástima!- Dije sonriendo. –Parece que tendré que quedarme por un tiempo.
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Al Despertar
Mystery / ThrillerTodos en algún momento hemos tenido ganas de dejar todo atrás e irnos lejos. Este es el caso de Eleonore, un día al tomar un tren llega a un pueblo alejado, y ahí por azares del destino conoce a Sebastián, un chico guapo y misterioso, que al igual...