Douglas

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—Muy bien, señor Douglas, el apartamento es suyo ahora —dice el hombre frente a mí.

Le estrecho la mano para cerrar el trato.

Me entrega las llaves del lugar, el cual ahora puedo llamar mío. El tipo se va y yo me apresuro en entrar a mi nueva casa. Es gigante. Lo primero que se puede ver al entrar es un largo pasillo con varias puertas en cada lado, además de una extensión de éste por la derecha.

Arrastro la única maleta que traigo conmigo. Aunque ya sé lo que hay en todos los rincones tengo ganas de volver a explorarlos una y otra vez. Sin embargo, el largo viaje hasta aquí me ha dejado exhausto. No tengo energía para nada más que darme un baño y luego irme a dormir. Ya después tendré tiempo para convertir el apartamento en un hogar.

Entro a la habitación que está en la penúltima puerta del pasillo principal. Éste será mi cuarto de ahora en adelante; al menos hasta que quiera otro cambio de tal magnitud que tenga que mudarme de nuevo.

Abro la maleta y dejo caer todo sobre la cama, ni siquiera me molestaré en darle un acomodo a cada cosa o al menos clasificarlas por el tipo de prenda de la que se trate. Sólo no quiero que esté empaquetada y ya.

Camino hacia la entrada continua a la de mi recámara: el baño. No me molesto en cerrar la puerta, después de todo estoy solo en este lugar, no hay nadie que pueda verme desnudo o algo así.

Tomo la parte inferior de mi camisa entre las manos, comienzo a alzar mis extremidades hasta que por fin ésta se encuentra en el piso. Prosigo con los zapatos, con los cuales no hago más que pisar uno con el pie contrario y así hago que éstos salgan junto con los calcetines. Desabrocho el pantalón, lo bajo hasta los tobillos y después me ayudo de las manos para retirarlo por completo.

Un sonido roba mi atención. Permanezco inmóvil y presto la mayor atención que puedo para comprobar si vuelve a repetirse, pero no. No debe ser nada.

Abro el grifo del agua caliente y la dejo correr durante un rato, mientras tanto yo me quedo dando vueltas a través del apartamento.

Ni bien la tina está llena retiro los calzoncillos de mi cuerpo y entro al agua. La sensación térmica del líquido cubriendo la mayor parte de mi figura me tranquiliza, tengo la calma por la cual he venido aquí y ello es grato.

Cierro los ojos.

Pienso en el largo trayecto por el cual tuve que pasar para poder tener esta residencia, no creí que fuera tan complicado, pero ahora tengo una nueva percepción de esto. La búsqueda, los papeleos y las citas con el dueño... fue un proceso largo.

Al quitar los párpados de mis globos oculares veo al propietario parado a mi costado. Luce tan sereno a pesar de estarme viendo desnudo bajo el agua.

—Andrés —vocifero sobresaltado—, ¿se le ofrece algo? —y al pronunciar esto utilizo las manos para cubrir mis partes íntimas.

—Es agradable para mí —responde— encontrarlo en estas circunstancias, Douglas.

AnónimoWhere stories live. Discover now