Jonathan normalmente no toma el autobus.
No es que no le guste usar el autobús, más bien le gusta caminar al trabajo, y caminar a casa al final del día, así que es por eso que normalmente no toma el autobús. Pero hoy va tarde. Va tarde y tiene hambre porque su alarma olvidó sonar esta mañana, de modo que tuvo oportunidad solamente de bañarse y no tomó desayuno antes de salir rumbo al trabajo.
El autobus está lleno, como siempre, otra razón por la que odia tomarlo. Pero ya está aquí, más vale superarlo y quedarse en el asiento que tuvo suerte de obtener. Hay una anciana a su derecha y una chica embarazada a su izquierda. La anciana le cuenta a un chico -probablemente de unos quince años-sobre cuando era enfermera en un hospital, Jonathan no está poniendo atención realmente. Está pensando en Lilian, su mejor amiga, y sobre encontrarse con ella después del trabajo. Sonaba emocionada por su nuevo empleo; le estaban llegando más y más propuestas de modelaje para varias revistas y ahora tenía un flamante prometido al cual quería presumir, tal vez también presumiría su costoso y elegante anillo de compromiso. Jonathan está feliz por ella; tiene todo lo que siempre quiso y más.
Entonces la ve.
Ha visto a chicas como ella antes, y aunque no entiende por qué se visten del modo en que esta chica en particular lo hace, las admira. Sus vibrantes colores llenan las oscuras y lujosas ciudades con felicidad y alegría. Princesas que perdieron sus cuentos de hadas y caminan en las calles como si éstas les pertenecieran.
Está sentada del otro lado del bus, y a pesar de que hay dos asientos a ambos lados suyos, nadie parece querer sentarse a su lado en el autobus lleno. La chica, ataviada con un vestido de un color pastel está sola entre el mar de trajes negros y grises. Miraba por la ventana, como si de verdad estuviese sola en el transporte y nadie pudiese molestarle. Jonathan se preguntó en ese momento si su existencia era en verdad tan solitaria, si nadie estaba interesado en conocerla, saber quién era o las cosas que existen en su mente. Notó que mucha gente la miraba, pero nadie se acercaba, nadie se sentó a su lado. Permaneció sola.
Luchando contra el mar de gente que intentaba presionarlo de vuelta a su asiento, se movió al otro lado del bus y se sentó al lado de la chica, entonces notó por qué estaba tan despreocupada, tan desinteresada en el mundo a su alrededor. En sus manos con uñas perfectamente barnizadas estaba un teléfono móvil con una cubierta rosada de plástico, y conectados al móvil, un par de audífonos rosas, la fuerte música alcanzó a escucharse. Sonaba como una orquesta.
Sentado a su lado, cuidando de no aplastar los delicados pliegues de sus faldas, Jonathan podía verla claramente, cada detalle en su conjunto cuidadosamente armado. Desde las largas pestañas en sus ojos hasta la punta de sus zapatos redondos. Sus mejillas rosadas y sus labios de un suave color melocotón, mientras sus manos descansaban sobre un bolso en forma de corazón.
Decidió no mirarla más, en caso de que le incomodaran las constantes miradas. Por fortuna recibió un mensaje de Lilian, y se distrajo con eso, pero pudo sentir que aquella pequeña dama a su lado, aquella flor en el asfalto, sonreía, más para si misma que para él. No dijo nada, después de todo, ¿quién era él para decirle a aquel libre pajarillo que no tenía permitido sonreír? Él no era nadie y lo sabía. Si este mundo gris le negaba su sonrisa, siempe podía ella sonreírle de vuelta.
Jonathan bajó del autobus frente al edificio donde trabajaba, al mismo tiempo qu muchas, muchas otras prsonas en trajes grises como el suyo, pero sorprendentemente, la chica del vestido rosa bajó también, justo detrás de él, con tal gracia que parecía haber nacido así. Los rizos de su cabello se movieron graciosamente mientras lo hacía y una campanilla tintineaba cuando daba un paso, era un cascabel colgando de su bolso en forma de corazón.
Se miraron largo tiempo, Jonathan olvidó de pronto que iba tarde al trabajo y probablemente lo reprenderían por ello, aunque no fuera absolutamente necesario que estuviera ahí temprano. Por un momento, ambos no dijeron nada, los ojos verdes de ella parecían fijos en sus propios ojos azules, y sus dedos de delicadas uñas jugaron con el encaje del cuello de su blusa. Jonathan se preocupó de que fuera a romperla. Parecía que quisiera decir algo, pero sin atreverse.
Él no se movió. ¿Qué podía ser tan importante para que ella masacrara sin piedad el encaje de su blusa? Probablemente había sido tan cara como su camisa de botones, pero no comentó al respecto, tal vez sería grosero.
Ella dio algunos pasos hacia él, las suelas de sus zapatos rosas sonando suavemente contra la acera, y el cascabel en su bolso tintineando mientras se movía despacio. Abrió la boca, pero las palabras se negaban a salir. Tras un momento, sonrió, no una sonrisa ensayada o falsa, esta sonrisa era genuina y era toda para él.
"Gracias..." Fue todo lo que dijo, y a Jonathan le descolocó un poco su voz, era dulce, pero no infantil. "Nadie más quería sentarse a mi lado."
Cuando Jonathan tomó sus manos entre las propias y besó sus nudillos, su sonrisa se amplió. Él le sonrió de vuelta. Luego recordó el trabajo, y su reunión con Lilian, y todo lo demás que debía hacer ese dia y dejó ir sus manos, muy a su pesar.
"Debo irme, pero ha sido un verdadero encanto compartir el autobus contigo." Su cara mostraba los signos de sorpresa absoluta. "Eres un respiro de aire fresco, una brillante gota de color en una escala de grises, espero que nunca dejes de hacerlo."
"Le prometo que no." Dijo ella, y se giró para marcharse, su bolsa tintineó y sus zapatos resonaron mientras se marchaba y cruzaba la calle en dirección a la pequeña cafetería del otro lado de la calle, justo frente al edificio donde Jonathan trabaja.
Ahora que lo pensaba, mientras le contaba de los eventos del día a su querida amiga Lilian, quen escuchaba atentamente sus palabras, se dio cuenta de que nunca le preguntó su nombre. Ella tampoco preguntó el suyo, pero se sentía como si se hubiesen conocido antes. Tal vez así fue.
Una vez en un sueño...
Tal vez era su destino conocerse, y el hecho de que dejó su asiento y se sentó a su lado significaba algo. Tal vez se volverían a encontrar. Pero no tenía forma de saberlo, tal vez nunca lo sabría.
Pero, y esto es algo que Lilian le dijo, el hecho de que la vio, de que le hizo el día de esa forma, significaba mucho para él si lo estaba hablando de ello como si fuera una parte importante de su día, y significó lo suficiente para que ella se detuviera y le hablara, le sonriera, así que saber su nombre probablemente no era tan importante.
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Flor en el asfalto
Romance"Ophelia llegó a un punto en su vida en el que ya no le importaba si un hombre era atractivo o si no era exactamente guapo, mientras le amara y no pareciera avergonzado de ser visto con ella, lo consideraría una victoria. Ophelia apenas va empezando...