Jonathan

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Pasaría mucho tiempo para que Jonathan viera a la chica del bus de nuevo. Estaba caminando de vuelta a casa del trabajo (esta vez sin tomar el autobús) una tarde cuando la vio, estaba parada frente a un escaparate de una tienda de color rosa. Llevaba un vestido azul pastel y el cabello en do coletas, además de un par de gafas con un moño rojo de un lado, similar al de Hello Kitty, al tiempo que se mordía una uña perfectamente esmaltada. Jonathan se preocupó por aquella uña; era muy bonita para ser torturada de ese modo.

Caminó hacia ella, no tenía planes después del trabajo, de modo que podía pasar algunos minutos parado al lado de la chica bonita del autobús. Solo esperaba que ella le recordara.

"¿No puedes decidir cuál compra?"

"No es una cuestión de qué quiero." Le respondió, como si fuese obvio. "Se perfectamente lo que quiero. Solo no tengo dinero para comprarlo."

"No pareces el tipo de chica que no tiene dinero."

"Oh no, trabajo para tener todo esto, pero justo ahora no estoy en la mejor situación financiera.  Casi soy huérfana en este momento."

Jonathan frunció el ceño. "¿Cómo?"

"Entré a la escuela de moda, mi padre quería que fuera  abogada pero yo tengo sueños más grandes. Quiero ser una gran diseñadora de modas y hacer vestidos para niñas que quieran verse lindas; nunca pude usar lo que uso ahora de niña."

"Y tu padre no estuvo muy feliz con esa decisión, ¿no?"

"No, no lo estuvo.  Así que dijo que podía hacer lo que yo quisiera, pero él no me apoyaría. Así que estoy sola. Pero estoy bien por ahora,  supongo. Estoy haciendo cosas para vender y eso es dinero extra para mi, así que está bien."

El estómago de Ophelia la traicionó en ese momento, gruñendo ruidosamente en mitad de la calle. Un hombre que iba pasando se detuvo, asustado por aquel sonido. Ophelia rió nerviosa y el hombre se alejó, asustado por aquel sonido y por la persona que lo produjo. 

Jonathan alzó una ceja, mientras Ophelia bajaba la mirada, avergonzada. Por supuesto que su estómago la estaba traicionando en este momento, cuando ella aseguraba que estaba bien y que no necesitaba ayuda de nadie, cuando en realidad no había comido desde la noche anterior y tuvo que bañarse con agua helada porque el calentador de agua de su departamento se descompuso, igual que todo en su maldito departamento.

"¿Tienes hambre? Hay un buen restaurante aquí cerca, ¿me permites invitarte a comer? Yo pago."

Ophelia le vio con preocupación, como si no confiara del todo en su propuesta.

"No te preocupes, sólo te invito a comer, nada más." Jonathan sonrió y le ofreció su mano. Después de unos minutos de mirar la mano que le ofrecía, Ophelia dio un largo suspiro, aparentemente su estómago estaba pensando por ella en este momento. Estaba hambrienta.

Mary le había mandado unas cuantas sobras con una nota, diciendo que podía mudarse al departamento en cualquier momento, pero ella no se sentía lista aún. Bueno, sí, pero no tenía tiempo para realmente pensar en los pros y los contras de vivir con una de sus mejores amigas. Probablemente sería bueno, pero se seguirá sintiendo como una molestia para Mary.

Esos pensamientos le impedían pensar con claridad en este preciso momento. No conocía a este hombre, por supuesto que era el hombre amable del autobús, pero ella realmente no lo conocía. ¿Qué tal si había llamado su atención y sus intenciones eran malas? ¿Qué tal si era uno de esos hombres que se acercan a las jovencitas ofreciendo dinero a cambio de sexo? Si era totalmente honesta, Ophelia había tenido una sola relación antes, y ni siquiera llegó al punto de ser sexual. No podía decir con seguridad si estaba interesada en el sexo o no, nunca lo había intentado antes y no lo consideraba una necesidad. Tal vez si encontraba a la persona correcta.

Flor en el asfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora