LAS SOMBRAS

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[El original lo escribí en el colectivo, un poco cansada y con el peso de miradas ausentes encima, con un lápiz B2 y en la primera pagina de "Autobiografía de Irene", por Silvina Ocampo, a eso de las 21hs]


Es como una sombra su miedo. Lo tiene agarrado a los ojos y la obliga a no dejarlos nunca quietos. Hay palabras en sus labios; las escucho vibrar en el silencio pero no logro definir qué quieren decirle al mundo. Un poco de forma egoísta, creo que trata de hablar conmigo, pero nunca voy a saberlo por no atreverme a preguntar. La mujer de al lado mío, hasta entonces indiferente, suspira fastidiada y con solo mirar por un segundo a la chica de la sombras parece haber entendido. La envidio un poco por su talento para hablar con la mente, cuando lo único que yo puedo hacer es escucharlas con ojos pasivos y distorsionados. Mientras me esfuerzo por hablarles, se miran entre ellas, me miran, y creo que se burlan de mi tanto como el dolor se los permite. ¿De qué te sirve entender del miedo si no podes compartirlo, si no podes ayudarnos? Me dicen, los ojos de la que comprende, riendo. Los ojos de la que teme, llorando. Me ofendo y miro hacia otro lado. Quiero creer que se conocen y se han confabulado contra mí, que es por culpa de la energía de ambas que mi cuerpo tiembla y se me llena el alma de angustia. No quiero ser cómplice de sus miradas y silencios, pero al sentirme ajena y parte a la vez no puedo evitar mirar hacia atrás, buscándolas donde las siento y donde no hay nadie. Sola, me digo que en realidad no estaba tan enojada con ellas como lo estoy conmigo. Me hubiese gustado entender sus sombras porque, y ahora lo sé con seguridad, era esa la única manera imaginable de comprender las mías.

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