[En mi defensa leo muchos libros de terror. Les juro que en realidad soy una chica muy alegre. Con esta advertencia, les dejo otro microrrelato que escribí en un viaje largo en colectivo]
Miró por la ventana del colectivo, aburrida y ansiosa, segura de que ambos estados podían ir de la mano. O quizá era solo cosa de ella. Sus ojos buscaron, atentos, algo que la distrajera y no la hiciera sentir tan vacía de ideas, alguien que la obligara a pensar como lo hacía antes. Vio a un niño que, sentado en el colectivo de al lado, se pegaba contra la ventana y miraba hacia abajo. Ella sonrió, nostálgica. Se acordó de cuando era chica y su abuela la retaba por tener los ojos clavados al suelo. Fue el año en que le rompieron el corazón que empezó a mirar hacia adelante, recordó, y desde ese entonces era esa la única dirección hacía la que miraba. Se concentró en el niño por unos minutos. El colectivo seguía sin avanzar y ella se preguntó qué daño podía hacerle ser una niña otra vez. Bajó la vista y el cuerpo le reaccionó antes que sus pensamientos; se puso pálida, le temblaron las manos y el corazón le empezó a latir más fuerte. Contra el suelo de la calle había una chica. Estaba acostada, con los ojos cerrados y un vestido blanco cubierto de sangre seca. La desesperación grabada en su rostro la hacía parecer mucho mayor de lo que en realidad era. Entre los dos colectivos el cuerpo se le llenaba de sombras, pero la piel descubierta destacaba por su color grisáceo y opaco. Se rodeaba el cuello con ambas manos, el pelo rubio y largo también metido entre estas, pero no había movimiento alguno además del de las moscas que se acumulaban con frenesí sobre la herida abierta que tenía en medio de su pecho, donde el vestido, y su piel, parecían haber sido desgarrados con un cuchillo. El colectivo que llevaba al niño avanzó, el cuerpo de la chica muerta se iluminó con la luz del día. El sol la hacía ver podrida, la carne expuesta de un color negruzco se atribuyó más detalles. Estaba a la vista de todos, pero nadie fue en su ayuda, nadie si quiera intentó levantar el cuerpo y espantar a las moscas por una cuestión de respeto y salubridad. ¿No se había mezclado ya la podredumbre con el aire? ¿Acaso nadie temía que su espíritu furioso se vengará por haber sido ignorada de esa forma? La chica del colectivo alzó la vista y contuvo el llanto. Respiró lento, contando hasta diez, y miró una vez más hacía delante. No es real, no es real. Por eso nadie intentó salvarla. Es tonto, infantil. Es cosa de niños, se dijo, mirar hacia abajo y encontrarte con tu propio cadáver. O quizás era solo cosa de ella.
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Relatos Desesperados
AcakEscribo sobre desesperación, sobre la locura, sobre el miedo y la muerte, y en el medio, ahí entre líneas, siempre hay un poquito de amor bastante empalagoso y a veces un poco podrido. En fin, escribo para dejar sabor amargo, y sacármelo de encima S...