Capítulo 10: La central eléctrica.

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Aún era temprano, pero ahí estaban los dos en el sofá. Ninguno se había despertado por ahora, así que pusieron una película y se entretuvieron, y mientras que miraban a la pantalla, Vernon pudo divisar cómo el más pequeño, Dino, abandonaba la vivienda. Allí se quedaron un rato más hasta que terminó dicha película, y entonces Seungkwan se levantó para hacer el desayuno.

Tomaron esa comida juntos en la cocina, y cuando terminaban los dos mayores de la casa llegaron, saludándoles y sentándose junto a ellos. The8 estaba muy... reluciente, tanto que fue él quien preparó el desayuno para los restantes en lugar de Mingyu, quien solía hacerlo normalmente.

-Me gustaría dar un paseo ahora, ¿quiere venir alguien? -introdujo Vernon.- Quisiera estirar las piernas un poco.

-Está bien, voy contigo -se ofreció Seungkwan.- ¿Vosotros queréis venir? -preguntó dirigiéndose a los dos mayores.

-Bueno, yo estoy algo cansado aún... -murmuró The8 mirando de reojo al más alto.- ¿Tú qué quieres hacer?

-También prefiero quedarme. Si nos apetece ya saldremos más tarde -se encogió de hombros Mingyu.

-Está bien, entonces nos iremos un rato, ¿vale? -avisó Vernon- Ah, y por cierto, Dino ha salido y no sé a dónde.

Tras esas palabras salieron los dos estudiantes fuera de casa y comenzaron a andar por el sendero, alejándose del poblado, en dirección al centro de la isla. Avanzaron durante unos minutos hasta que Seungkwan comenzó a quejarse de estar cansado. El menor de los dos rodó los ojos y suspiró.

-¿Y ahora qué te ocurre?

-Lo dices como si siempre me ocurriera algo... -se quejaba mientras se paraba y sentaba sobre una roca, cruzándose de brazos y piernas.

-Es que siempre te pasa algo, pequeño... -confesó entre risas, aunque el contrario se indignaba más aún.

-Pues para tu información, Señor Chwe, me salen ampollas de tanto andar y no debería estar en un ambiente tan... salvaje -se quejó mirando a su alrededor, lo que hizo que Vernon dejara de reírse y se acercara frente al otro estudiante, poniéndose de cuclillas.

-Seungkwan, sabes que nadie ha elegido estar aquí. ¿No crees que deberías ser más flexible y simplemente intentar que consigamos sobrevivir poco a poco? -le dijo tratando de ser comprensivo.

-Ya, lo sé... sé perfectamente que he sido algo egoísta, pero no he podido contenerlo... Incluso hay otros que están peor que nosotros. Y además hemos tenido suerte por encontrar el poblado y tantísima comida.

-Así me gusta, pequeño -le dijo acariciando el rostro del contrario que se hallaba cabizbajo.- Boo, mírame, por favor.

Y el mayor obedeció, le miró encontrándose fijamente con esos ojos que tanto le cautivaban, quedándose inerte y sin perder detalle de esas facciones. Hansol no pudo esperar más y se aventuró por fin a chocar los labios de ambos, comenzando un cálido y suave beso que fue correspondido al instante. Fue ahí cuando comprendió que ambos habían sido unos estúpidos: se gustaban desde hacía muchísimo tiempo y ninguno daba el paso por miedo a ser rechazado, pero por fin lo hicieron, por fin ese tan esperado beso tuvo lugar. Cuando se separaron se miraron sin decir aún nada y el mayor le sonrió, tomándole de las manos.

-Quiero ser tuyo, Hansol Chwe -expresó con total sinceridad.

-Ya eres mío, y yo tuyo. Es una promesa -la cual quedó sellada por otro beso más.

Al cabo de unos minutos dándose mimos y besos, se levantaron para continuar con su paseo, pero esta vez cogidos de la mano. Se desplazaron bastante lejos y entonces Seungkwan divisó algo.

EL NAUFRAGIO DE SEVENTEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora